Estimados lectores: esta nota fue publicada en este medio con fecha 17 de junio de 2011. Con el objeto de contribuir al homenaje, que con motivo del aniversario de Carlos Marx ha iniciado Clarín, he creído pertinente volver a publicarla, sumando así, un nuevo antecedente del pensamiento del gran filósofo alemán, que se agrega a los explicitados en los artículos que se han venido publicando durante estos días.
Con motivo de las manifestaciones de los “indignados” en España y los movimientos sociales, especialmente de jóvenes en Egipto, Yemen, Grecia, etcétera, algunos autores han recordado el acontecimiento histórico protagonizado, esencialmente, por los trabajadores de París el año de 1871.
Es así como el filósofo norteamericano Immanuel Wallerstein ha manifestado que estamos ante movimientos sociales que más se asemejan a la Comuna de París o al mayo francés de 1968, que a la Revolución Bolchevique de 1917 en la Rusia zarista, por ser un movimiento de origen social de amplio espectro, más que político.
El levantamiento proletario de 1871 en París, se produce 23 años después de la publicación del Manifiesto Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels, y 12 años antes de la muerte de Marx.
Traigo a colación estos antecedentes, porque habiendo vivido esos grandes acontecimientos, Marx, de acuerdo a su propios métodos de aproximación a la realidad, encuentra en ellos el indispensable referente empírico para demostrar sus teorías. Y, por supuesto, no podía desaprovechar tal excelsa oportunidad para revisar sus planteamientos teóricos.
Uno de los méritos de Marx, radica en haber ayudado al proletariado a orientarse en la verdadera significación de la Comuna de 1871, y extraer de esa experiencia una lección de inmenso valor.
Marx, estudiando atentamente los sucesos históricos de Francia, desde la declaración de la guerra franco-prusiana –de modo particular desde el derrocamiento del bonapartismo y la formación de la república- preveía que las cosas marchaban hacia la insurrección proletaria.
Señalaba a los dirigentes del proletariado parisiense las dificultades que esperaban a los obreros insurrectos de París en una situación de guerra y en medio de la sitiada ciudad, aislada del resto de país, y hacía notar la falta de condiciones necesarias para el triunfo del proletariado, por la ausencia de un partido fuerte y vigoroso, debido a la preponderancia de los proudhonistas en la sección parisiense de la Internacional.
Sin embargo, cuando la insurrección de los comuneros llegó a convertirse en un hecho consumado, Marx le presta su apoyo, tanto a través del Consejo General de la Internacional, como también mediante los contactos directos con los dirigentes de la Comuna de París y con los obreros de otros países. Advertía contra la inevitable transacción de Thiers con Bismark y contra el propósito de ambos de ahogar la Comuna. Critica, asimismo, los errores cometidos por sus dirigentes.
Un profundo análisis de la Comuna de París y la síntesis de la experiencia de ésta, ofrece Marx en su obra La guerra civil en Francia. En ella, su autor muestra que la Comuna de París ha sido la primera tentativa para llevar a la práctica un Estado de tipo proletario. Esto no fue, claro está, “una dictadura completa del proletariado”, ni sólida, pero fue la expresión de una organización estatal de tipo nuevo, “superior”. Marcó el comienzo de una nueva época en la historia de la lucha de la clase obrera.
La Comuna de París es importante, también, por haber sido el germen, no solamente de un nuevo tipo de Estado, sino también una nueva forma de éste, de principios diferentes a la república parlamentaria burguesa.
Desde los primeros pasos de la Comuna, Marx percibió lo nuevo que traía la insurrección de los parisienses y la importancia de ésta para el proletariado internacional.
En una carta dirigida a Kugelman, en el primer mes de existencia de la Comuna de París, Marx escribía: “Si te fijas, en el último capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa no hacer pasar de una manos a otras la máquina burocrático militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y ésta es justamente, la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París”. (1)
La Comuna fue la antítesis directa del viejo poder del Estado, con su aparato ejecutivo parasitario y las formas tradicionales de gobierno. En la Comuna, ocupaban asientos exclusivamente obreros de empresas industriales y otros representantes auténticos de los intereses de la clase obrera.
Marx comprobó que la Comuna significaba no solamente la renuncia a utilizar la vieja máquina del Estado, sino que, después de haber emprendido la destrucción de esta máquina, dio respuesta al problema de con qué reemplazarla, creando una forma completamente nueva de organización política. La destrucción del ejército permanente, ejército separado de las masas y hostil a ellas, su sustitución por los destacamentos armados del pueblo; la privación a la policía de todas sus funciones políticas y la sustitución de ésta por un órgano –responsable ante la Comuna- revocable en cualquier momento; la renuncia al empleo de funcionarios profesionales; la eliminación de los viejos tribunales y su reemplazo por nuevos -basados en los principios de la elección pública de jueces, con la responsabilidad de éstos ante la Comuna- con su revocabilidad.
Con ésas y otras medidas, la Comuna creó el fundamento de instituciones verdaderamente democráticas. La esencia de la Comuna radica en que, a diferencia de todas las formas de gobierno anteriores –que por su fondo servían a la explotación- ésta era un tipo nuevo y superior, proletario, de organización estatal.
La Comuna, tanto por su composición como por su actividad, fue un auténtico gobierno de la clase obrera. La Comuna había preparado un proyecto de organización política a escala nacional, según el cual tenía que llegar a ser la forma política hasta en la aldea más pequeña, y el ejército permanente debía ser sustituido en todo el país por una milicia popular, con el plazo más breve de servicio.
La experiencia revolucionaria de los comuneros parisienses, analizada cuidadosamente por Marx, permitió a éste seguir desarrollando la teoría referente al Estado, la teoría sobre la dictadura del proletariado.
Basándose en esta experiencia (el referente empírico), Marx y Engels estimaron necesario hacer una enmienda en el prólogo a la nueva edición alemana del Manifiesto del Partido Comunista, aparecida en 1972.
Señalando que con la Comuna de París el programa del Manifiesto había resultado envejecido en ciertas partes, escribían: “Aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos veinticinco años, los principios generales expuestos en este Manifiesto, siguen siendo hoy, en grandes rasgos, enteramente acertados. El mismo Manifiesto explica que la aplicación práctica de estos principios, dependerá siempre y en todas partes, de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo II. Este pasaje tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en más de un aspecto”.2
Sin embargo, cuando Marx analiza la Comuna de París, en las conclusiones no podían desecharse los lados flacos que llevaron a la brevedad de su existencia. La experiencia que pudo adquirir de ella para sus escritos posteriores, especialmente sobre la dictadura del proletariado, ratificaron la mayoría de sus preocupaciones expuestas al iniciarse la revuelta.
Ya antes del fracaso de la Comuna, en sus cartas dirigidas a Liebknecht y a Kugelman, Marx señalaba los dos errores fundamentales cometidos por los revolucionarios parisienses: el primero, según él, era la insuficiente decisión de los comuneros frente a los enemigos; el segundo, radicaba en que el Comité Central de la Guardia Nacional renunció demasiado pronto a sus facultades.
Marx y Engels señalaron otros errores serios cometidos por la Comuna: incurrió en el grave error político de no haberse hecho cargo del Banco de Francia.
En síntesis, la debilidad de la Comuna, sus fallas y errores, se explican, ante todo, por el hecho de no haber estado a su frente un partido proletario fuerte y teóricamente preparado. La mayoría de los miembros de la comuna eran “blanquistas”, o sea, según palabras de Engels, socialistas solamente por instinto proletario revolucionario, pero no pertrechados aún, con una teoría revolucionaria verdaderamente científica, ni con la comprensión clara de sus ideas.
(1) Carlos Marx: “Carta a Kugelman del 12 de abril de 1871”, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas, Progreso, Moscú, T.1.
(2) Carlos Marx y Federico Engels: “Manifiesto Comunista, Prefacio a la edición alemana de 1972”, op. cit.