Con ocasión de las denuncias de abusos y acosos sexuales en contra del poderoso productor de cine esta- dounidense, Harry Weinstein, ha surgido una ola de denuncias a nivel mundial que ha destapado una lacra que ha afectado desde hace mucho al mundo de la actuación. Efectivamente, los ámbitos del cine, de la televisión y de los espectáculos en general se prestan especialmente para que el autoritarismo y el machismo histórico se despliegue impunemente. Generalmente los productores son hombres de edad mediana o mayores con mucho poder y prestigio. Y cuyo poder es decisivo para el surgimiento y éxito de actrices jóvenes, generalmente bellas y atractivas, y que sin la aprobación de los primeros, pueden ver imposibilitadas o destruidas sus carreras, independientemente de sus méritos profesionales.
Las denuncias contra Weinstein abrieron una caja de Pandora en Estados Unidos, la que rápidamente se ha
extendido a Europa y América Latina. Gracias a la televisión por cable hemos sido testigos como dicho des-
tape ha llegado también con gran fuerza a nuestra vecina Argentina; siendo varias las “vacas sagradas” del espectáculo trasandino que han caído en desgracia por la eclosión de denuncias de actrices y modelos.
El reportaje publicado en “El Mercurio” del sábado 28 de abril pasado extiende también el fenómeno a nues-tro país. En él, siete actrices y guionistas han denunciado diversas clases de acosos, abusos o violaciones del productor local de teleseries de Canal 13, Herval Abreu. Ellas son Antonella Orsini, Carola Paz, Carola Vargas, Fedra Vergara, Bárbara Zemelman y dos actrices que mantuvieron en reserva sus nombres a los autores del reportaje. Asimismo, confirmaron dichos abusos o el contexto abusivo (citar a las postulantes a su residencia en la noche; usar expresiones vejatorias hacia la mujer; o hacer desfilarlas en ropa interior en su oficina) la actriz Magdalena Max-Neef; el guionista Patricio Heim; y el director Roberto Rebolledo (Ver “Revista del Sá-
bado”; pp. 10-8).
Posteriormente han solidarizado públicamente con las víctimas los actores y actrices Lorena Bosch, Cristián
Campos, Elvira Cristi, Mariana Derderian, Susana Hidalgo, Patricia López, Catherine Mazoyer y Josefina Mon-
tané (Ver “El Mercurio”; 29-4-2018; y “La Segunda”; 30-4-2018). Asimismo, el actor César Muñoz, recordan-
do sus clases con Abreu, señaló que “todas las clases eran con el tópico sexual”; y que “en una clase en parti-
cular fue bien fuerte lo que pidió. Eramos más de 20. Preguntó si alguno era virgen. Nos dijo que nos iba a hipnotizar. Que él iba a estar hablando y nosotros, hombres y mujeres, debíamos sentir deseo por él. En un
momento dijo: ‘Me atrevería a preguntarles si alguno de ustedes se excitó conmigo. Y me atrevería a pregun-
tarles a las mujeres si alguna se mojó conmigo. Todos dijimos que no’. Había una sensación de que sus clases
no estaban sirviendo mucho” (“La Segunda”; Ibid.). A su vez, Mariana Derderian especificó que “siempre esta- ba él queriendo encontrar y descubrir a la niña bonita que actuara. Con talleres espantosos en que las muje-
res terminaban jadeando a un centímetro de su boca diciéndole lo que él quería escuchar” (Ibid.).
El Canal 13 ha reaccionado de manera condigna y, además de poner lógicamente fin a toda vinculación con Abreu, ha reforzado los protocolos de acción en estos casos, estimulando especialmente que haya canales y
conductos para efectuar sin temor las denuncias de los delitos de este carácter. Incluso, de acuerdo a su di-
rector ejecutivo, Javier Urrutia, “hemos puesto sicólogos para apoyar a quien se haya sentido afectado por es-
tas situaciones, ya sea como eventual víctima o porque cercanos suyos fueron víctimas de estas situaciones”
(“Revista del Sábado”; p. 18). Además, “nos hemos asegurado que empleados, colaboradores y terceros que
prestan servicios al canal también estén protegidos y cubiertos por el sistema de prevención” (Ibid.).
Esperemos que, -análogamente a lo que ha sucedido en el caso de la Iglesia Católica con la pederastia- se “des-
tapen” en nuestro país los delitos cometidos en el marco de la televisión (que concentra nuestro limitado mun-
do del espectáculo) desde hace mucho tiempo. No solo por razones de justicia y reparación a las víctimas, sino
además como prevención para que este tipo de delitos desaparezcan o disminuyan lo más posible en el futuro.
Desgraciadamente, todo indica que al igual que en el resto del mundo el caso de Abreu no es único. Así, de a-
cuerdo a la conclusión del reportaje de la Revista del Sábado de “El Mercurio”: “El mundo audiovisual ha segui-
do los eventos atentamente. Un director, con cinco producciones en Chile, cree que esto es solo el comienzo:
‘Todos están aterrados, revisando qué cosas hicieron hacia atrás. Algunos ya han contactado abogados: está la
sensación de que viene una tormenta grande’, dice. Y termina: ‘Porque todos están claros de que Herval no es el único’” (Ibid.).