Pretender traspasar los métodos de los sistemas políticos occidentales al los países orientales no sólo es una torpeza sin límites, sino que también ha sido origen de los peores desastres en los países del oriente medio y del extremo oriente.
En política internacional y, sobre todo, en la geopolítica no podemos aplicar parámetros tales como “los buenos y los malos, justos y pecadores, blanco y negro…, pues lo que juega son los interesas de las naciones o los imperios, divorciados de cualquier concepción ética y cultural. Las potencias, cuando están de por medio sus propios intereses, la legalidad internacional es olvidada y obviada, (como antes, la Liga de las Naciones, y hoy el Consejo de Seguridad de la ONU y sus famosos vetos, son sobrepasados cada vez que lo estimen conveniente).
En el drama sirio intervienen actores de distinto calado militar y económico-social: en primer lugar, los dos grandes imperios, Rusia y Estados Unidos, y en un plano intermedio, Irán, Arabia Saudita, Qatar Turquía e Israel, y grupos como el Estado Islámico, y los kurdos sirios.
En el escenario de la guerra en Siria las alianzas cambian permanentemente, por consiguiente, se hace imposible hallar una coherencia en el conflicto: estamos en el reinado de la paradoja.
En el panorama mundial están reapareciendo tres grandes imperios del pasado: el sultanato turco, (al cual aspira resucitar Recep Tayyin Erdogan), la Rusia de los zares Vladimir Putin y el imperio chino el vitalicio Xi Jinping), poderes que están dejando fuera de juego, en la geopolítica mundial, a las llamadas democracias occidentales.
Según Alfredo Jalife, una fórmula que podría explicar el conflicto geopolítica actual en Siria sería P, de petróleo, A, de agua, T, de territorio y T, de teología. Ahora bien, si los factores económicos son explicativos, en última instancia en los procesos históricos, (C. Marx), jamás podríamos caer en un mecanicismo y en un determinismo, como lo harían los marxistas vulgares.
El Presidente turco, Erdogán, cada vez adquiere más poder al interior de su país, y se está convirtiendo en una piedra en el zapato para las grandes potencias, (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia, Holanda…). El intento de golpe de Estado del 15 y 16 de julio de 2016, ha permitido a Erdogán realizar una razia profunda dentro del ejército de ese país, (heredero del gran héroe, Mustafá Kamal Ataturk fundador de la república laica), así como en los medios de comunicación y, sobre todo, encarcelar a sus oponentes políticos.
En el plebiscito de abril de 2017, en el cual Erdogán aspiraba a tener plenos poderes reemplazando el parlamentarismo por el presidencialismo, logró sólo en 51,8% de aprobación, marcando la división que existe en la sociedad turca. Erdogán, ya con plenos poderes, adelantó la elección presidencial para el 24 de junio del presente año – normalmente, las elecciones correspondían al año 2019 -, a fin de aprovechar el apoyo popular que aún mantiene para salir reelegido.
Turquía es una potencia muy importante: después de Estados Unidos, cuenta con el segundo ejército de la OTAN, además, cuenta con una población de 80 millones de habitantes y una ubicación geopolítica estratégica, tanta para Europa, como para el Medio Oriente.
Este país desde hace varios presentó su candidatura para ser parte de la Comunidad Europea, pero los países integrantes le han colocado una serie de condiciones de honorabilidad democrática, que Turquía no ha sido capaz de cumplir, (siempre tendrá en su contra la masacre étnica debido a la masacre del pueblo armenio), por lo demás, Erdogán pretende reponer la pena de muerte, que antes había derogado con el ánimo de entrar a formar parte de la Comunidad Europea.
Por otra parte, Turquía ha aceptado 3,5 millones de refugiados de Siria a condición del pago, por parte de la Comunidad Europea, de 3 mil millones de euros, que aún no se ha hecho efectivo.
Miembros del gabinete ministerial y del partido político que Erdogán preside, el AKP, intentaron hacer campaña política en Holanda sin la autorización del gobierno holandés, hecho que le costó el insulto de Erdogán tratándolos de nazis. Posteriormente, utilizó este calificativo al referirse a la Canciller alemana, Ángela Merkel, gobierno que acoge a la mayor población turca de la diáspora europea.
Los peores enemigos de Erdogán son los kurdos – pueblo sin Estado – que alcanza a unos 21 a 24 millones de personas en Turquía; (8 millones en Irak; 3 millones en Siria; 8 millones en I3 millones en Irán); en total, los kurdos ascienden a cerca de 50 millones de personas en la región, cuya religión es la mahometana-suni y el yazidismo, y cuentan con su propio idioma.
Los kurdos han virado políticamente: ya no aspiran a recuperar Kurdistán, sino que se conforman, tanto en Irak, como en Siria la creación de autonomía federalista, que ha sido muy exitosa el Irak, después de la guerra invasiva de George W Bush.
(En el próximo capítulo nos centraremos en las relaciones entre Turquía y los kurdos en sirios en Turquía y en Irak).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
29/04/2018