Noviembre 15, 2024

Colombia: El desarme de las conciencias en el posconflicto

Encubriendo a los culpables

La oligarquía se ha empeñado en ocultar los orígenes del conflicto bélico en Colombia, porque quienes en fuentes primarias hayan estudiado  su causa y procedencia, como lo hemos hecho mi hija y yo,  habrán podido comprobar que el conflicto armado que perdura hasta hoy, lo generó la obstinación del establecimiento liberal-conservador (ahora camuflado en diversos partidos) de permanecer incólume en el poder negándose, a “sangre y fuego”, a permitir el libre juego de la alternancia democrática.

 

Este propósito deliberado de las oligarquías colombianas de ocultar las acciones de los verdaderos incitadores y programadores de la violencia, que han sido ellos, ha tenido como consecuencia que se desvíe la mirada hacia el pueblo, señalándolo – ayer y hoy – como culpable y responsable de la violencia y de la lucha armada, silenciando y ocultando la responsabilidad indiscutible de la clase dirigente, tanto política, como económica, como cultural.

Así, se han atrevido a señalar como origen del conflicto el problema de tierras, eximiendo de ese modo al Estado de toda culpa, pasándole la responsabilidad al anónimo sector privado, en un enfrentamiento entre terratenientes y campesinos. Así, el gobierno queda exento de toda culpa y la lucha por el poder fuera de toda sospecha.

Le han puesto un antifaz al genocidio que se gestó y adelantó en forma premeditada, sistemática y generalizada, llamándolo La Violencia (con mayúsculas), calificándolo como un enfrentamiento entre liberales y conservadores, cuando aquel proceso sistemático se inició exactamente el 7 de agosto de 1946 cuando, bajo las banderas de la llamada Unión Nacional – que repartió en forma equitativa el poder entre liberales y conservadores del país político – en maniobra urdida por el jefe del Estado, Mariano Ospina Pérez, se planeó deliberadamente el asesinato de los seguidores de Jorge Eliécer Gaitán, tal como está ampliamente demostrado en los documentos originales de la época, para impedir el ascenso de un nuevo modelo político de Estado, que se proponía acabar con el capitalismo en Colombia, instaurando una Democracia Directa para sustituir la Democracia burguesa o representativa. Este es el verdadero origen del conflicto armado. Es un asunto de poder y el subsecuente manejo y orientación del modelo económico que se deriva del poder político, no a la inversa.

La oligarquía disfrazó el genocidio con el simulacro de una guerra bipartidista, maniobra que Gaitán denunció diciendo: "… No me importan los partidos. Combato al país político, a esa pequeña casta insensible de los hombres que necesitan embajadas y ministerios y negocios con el Estado, que comprenden con claridad que la única manera de tener esas influencias, de enriquecerse a la sombra del gobierno, es provocando el odio y la violencia entre los colombianos… Todo esto es una inmensa farsa. Todo esto es un drama del país político. Ellos se ríen allá en las alturas de Bogotá. Allá se abrazan con los adversarios, pero siguen fomentando el odio y la muerte en las lejanas tierras. Yo quisiera que el odio y la muerte entre hermanos, cuya sangre me es igualmente sagrada, no se sembrara en la ignorancia del pueblo, que hubiera coraje en el podrido país político para enfrentarse a sus adversarios, en vez de derramar la sangre humilde por conducto de las autoridades".

 Las altas jerarquías de la Iglesia Católica apoyaron esta infame gesta de fomentar el odio entre el pueblo para encubrir la maniobra genocida de la oligarquía bipartidista. Es por ello que recientemente un grupo de sacerdotes y de fieles promovieron el pedido de perdón a nombre de la Iglesia Católica.

 

Una nueva maniobra en el posconflicto

Pero ahora, ante el posconflicto, han llegado a Colombia, dada la globalización mundial y los intereses internacionales que esto implica, agentes de iglesias con diversos nombres y de distintas proveniencias, muy extrañamente interesados en nuestra suerte,  incluyendo norteamericanos que vienen a promover, justo en la hora de ahora,  el desarme de las conciencias políticas, inculcando la idea de que el pueblo se tiene que desarmar para que no continúe el conflicto, como si fuera el pueblo el culpable de esta interminable guerra.

 Un cantante afroamericano, parodiando los cantos góspel – que curiosamente ha recorrido todos los países donde se ha dado fin a un conflicto bélico – ha venido a Colombia a infundir, a través de las múltiples iglesias que funcionan en Colombia, la idea de que el pueblo debe perdonar a sus explotadores, reconociendo que, si miramos a los ojos a nuestros expoliadores, veremos en ellos gente bondadosa.

 ¿Quién lo financia? ¿De dónde proviene el dinero que le ha permitido viajar por el mundo allí donde se está resolviendo un conflicto bélico? ¿Para qué y por qué lo financian? ¿Cuáles son los intereses que subyacen tras todo esto? Estas preguntas me permiten suponer que su misión hace parte de las técnicas psicológicas de la “guerra de baja intensidad”, en las que se manejan herramientas psicológicas para imponer en forma subliminal el dominio del poder establecido. Ahora se trata de que los explotados se reconcilien con los explotadores. Es la técnica que ha reemplazado el fomento del odio entre el pueblo.

 Este evangelizador civil en ningún momento señala a los explotadores como causantes de la esclavitud, la explotación y la guerra. ¡No! El mensaje va dirigido al pueblo para que se ocupe de problemas regionales y los solucione con “amor al adversario”. Y todo esto, para colmo de ironías, se hace a nombre de Jesús.

 ¿Acaso Jesús les pidió a sus discípulos que se desarmaran? No. En Lucas 22: 36 leemos: “Entonces les dijo: pero ahora el que tenga una bolsa que la lleve consigo, de la misma manera también una alforja, y el que no tenga espada, venda su manto y compre una. Y más adelante en Lucas 22:38 se lee: “Y ellos dijeron: Señor, mira, aquí hay dos espadas. Y Él les dijo: Es suficiente”.

 Yo pregunto, ante mi completa ignorancia de la teología: ¿por qué Jesús le pedía a sus discípulos que se hiciera a una espada? ¿Por qué los predicadores que utilizan su nombre le piden al pueblo que se desarme, en lugar de exigírselo a quienes negocian con armas, incrementan el presupuesto de la guerra y son los culpables de haber desatado la violencia y de haber generado el conflicto?

 Esos predicadores de la reconciliación y del amor del pueblo hacia sus amos, como herramientas que han de emplear los explotados frente a sus verdugos, no hacen parte de la enseñanza que Jesús nos dejó con su ejemplo, porque fue Él quien nos enseñó a sacar a fuete a los mercaderes del templo. En cambio, estos pacificadores de hoy están cumpliendo el papel del Pacificador Morillo, que le devolvió las colonias de nuestro continente a la monarquía española. Hay que preguntarse: ¿pacificadores para qué, con quién y a favor de quién?

 Los actuales pacificadores lo están haciendo con argumentos falaces, dando como ejemplo de “gentes de paz” a Gandhi, Mandela y Martin Luther King, cuando estos tres combatientes señalaban que su actitud pasiva era para expulsar de la India a los ingleses, para sacar a los blancos racistas del gobierno de Sudáfrica y acabar con el apartheid y para conquistar la igualdad para los negros de Norteamérica. Sus objetivos eran claros: derrotar a los opresores y la opresión y no señalar como objetivo la reconciliación con los explotadores para que sigan dominando y – como pretenden con cánticos y discursos – que el pueblo acepte como hermanos e iguales a sus explotadores. 

 En Colombia le están haciendo olvidar al pueblo quiénes son sus enemigos, llevándolo a perder el objetivo fundamental de derrotarlos y expulsarlos del poder, como lo hicieron Gandhi en la India y Mandela en Sudáfrica. Estos pacificadores de nuevo cuño pretenden enterrar aquel grito de combate que orientó al pueblo colombiano hacia la toma del poder para expulsar a sus opresores: “Contra las oligarquías liberales y conservadoras ¡A la carga! – Por vuestra victoria ¡A la carga!”. Grito de combate que bien podríamos emparentar con lo que se lee en Mateo 23.33: “¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparán ustedes de la condenación del infierno?”

 

 

[1] María Valencia Gaitán, arquitecta, realizadora de documentales sobre el tema del genocidio al Movimiento Gaitanista y el asesinato de su abuelo, Jorge Eliécer Gaitán, realizados con base en testimonios recogidos sistemáticamente a lo largo y ancho del país, consultando archivos y documentos originales.

 

 

[2] Archivo Gaitán, periódico Jornada (vocero del Movimiento Gaitanista), Memoriales de Agravios dirigidos por Jorge Eliécer Gaitán a Mariano Ospina Pérez, carta original del Coronel Virgilio Barco, jefe de la Policía (en poder de la doctora Constanza Ramírez, conocido por el investigador Alfredo Molano).

[3] 25 de septiembre de 1947 en Fusagasugá

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