Indignación. Desolación. Sorpresa. Incredulidad. Una ola de impotencia y rabia se apoderó el jueves del Gobierno de Mariano Rajoy nada más conocerse la puesta en libertad de Carles Puigdemont en Alemania. No sólo se lamentan las consecuencias jurídicas de la decisión del Tribunal alemán de retirar el delito de rebelión al ex presidente catalán, sino que también cunde una sensación de derrota en Europa. “Estamos solos“, decía un alto cargo del Ejecutivo.
La única voz del Gobierno que valoró oficialmente la decisión Tribunal Regional Superior de Schleswig-Holstein fue el ministro de Justicia, Rafael Catalá. En unas breves declaraciones, Catalá dijo que hay decisiones judiciales que gustan más y otras que gustan menos, pero que todas se respetan. No podía decir otra cosa de puertas para fuera.