Hay dudas razonables con respecto al verdadero autor de las obras de Moliere pues, según algunos historiadores, las plagió de Corneille. El verdadero mérito de Moliere fue el uso de la comedia del arte y la puesta en escena.
En el juicio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya tenemos que distinguir distintos aspectos: en primer lugar, la comedia del arte, es decir, los personajes, las máscaras, la coreografía y los malabaristas; en segundo lugar, el análisis de los aspectos jurídicos; en tercer lugar, la interpretación de la historia de las relaciones entre Chile y Bolivia; en cuarto lugar, la valides de los Tratados, notas diplomáticas y Acuerdos bilaterales; en quinto lugar, la relación entre derecho y justicia, (nunca ha sido lo mismo bajo ninguna circunstancia histórica).
Con respecto a “la comedia del arte”, hemos visto la performance de actores consumados, entre ellos, el más genial de todos es el mismísimo Presidente de Bolivia, Evo Morales: como toda persona brillante, no le importan los convencionalismos jurídicos ni diplomáticos que han impuesto los señores jueces, ataviados con peluca y babero, pues el objetivo de Morales es claro y preciso, y no se limita sólo a pretender, por tercera vez, su reelección, sino que pasar a la historia como el único Presidente que fue capaz de recuperar el litoral boliviano.
El twiter de Morales de que “Antofagasta ha sido, es y será de Bolivia” es perfectamente coherente con el guión que él mismo redactó.
La mise en escena es muy superior a la de la comedia del arte del Renacimiento: ¡cómo no va a ser impresionante ante el mundo una bandera de cien kilómetros, confeccionada por el pueblo boliviano! A este despliegue de publicidad se suman los sahumerios y las vigilias, presididos por el vicepresidente, García Lineras, y lo más vistoso y significativo, el despliegue militarista para conmemorar el Día del Mar, recordando la batalla de Calama.
Personalmente, considero el nacionalismo, el patrioterismo y el chauvinismo, sólo digno de desconformados cerebrales, que conducen siempre a las guerras fratricidas y al negociado de los contrabandistas de armas. (Algunas veces he recordado que las grandes fortunas de Francia y del mundo se han hecho gracias a la venta de armas. El canalla de Voltaire se hizo rico vendiendo pertrechos al ejército, y Henri Ford, gran partidario de Hitler, le debe parte de su fortuna a la pasión militarista; sin ir más lejos el ladrón y amoral Augusto Pinochet, también amasó riqueza, especialmente por la venta de armas).
En algunos de mis artículos he abogado por un diálogo concreto entre Chile y Bolivia con respecto al mar, sin embargo, nunca voy a avalar el nacionalismo y el chauvinismo que, por estos días, está dominando a las clases dirigentes de Chile y Bolivia, y que, por desgracia, arrastran a “la querida chusma”, que funciona más por emociones que por la razón.
En segundo actor en escena es uno de los abogados de Bolivia, el español Ramiro Brotons, que ha tenido salidas geniales, como la de “diferenciar el derecho y la justicia”: la Constitución chilena garantiza la igualdad ante la ley, pero es letra muerta, pues siempre la ley favorece al poderoso, y la cárcel es el “matadero”, por generaciones, de los pobres, por consiguiente, justicia, derecho y ley no tienen ninguna relación, pues un estado de derecho, en la mayoría de las veces no es un Estado justo. Si aplicamos el principio de justicia, para el abogado español la causa de la salida de Bolivia al mar es justa, así tenga que saltarse el Tratado de 1904, donde Bolivia cede a perpetuidad el litoral; en este caso, las notas y acuerdos entre Chile y Bolivia vendrían a ser vinculantes, y reformarían el Tratado.
Ante tanta creatividad de parte de estos dos grandes actores, a Chile sólo le quedaba refugiarse en los aspectos jurídicos que, al existir un Tratado firmado anteriormente al Pacto de Bogotá, le favorecería, pues los aspectos ,limítrofes quedarían fuera de discusión, y el Tribunal de la Haya sería incompetente para tratarlos.
Chile rechazó las condiciones que Bolivia esgrimió para firmar el Pacto de Bogotá, es decir, el Tribunal no puede tratar ningún asunto anterior a 1948.
Los Cancilleres chilenos no logran entender que los jueces de La Haya no aplican criterios jurídicos, sino de equidad, y como miembro de Naciones Unidas, debe propender a evitar conflictos entre los países y más bien buscar la equidad – un parte ti, otra parte para el otro -.
Todo el debate en la Corte Internacional de Justicia de La Haya se centrado en que los jueces deben pronunciarse ante la requisitoria de Bolivia si Chile debe negociar una salida al mar. Lo cual supondría cesión de una parte de su territorio.
Los tres casos más contemporáneos se refieren al intercambio de notas, en 1949, entre los Cancilleres Walker y Gutiérrez – de Chile y Bolivia, respectivamente -; en 1975, los Acuerdos de Charaña y, en primer gobierno de Michelle Bachelet la hoja de ruta de los trece puntos.
En 1949, la compensación boliviana era el uso de las aguas del lago Titicaca, que también pertenece al Perú, provocando la oposición de este último país. En el caso de Charaña hubo una contraposición del gobierno peruano, basada en el Tratado de 1929, que proponía una administración tripartita que incluía a Arica. Chile rechazó, de inmediato, esta propuesta. Las conversaciones entre Bachelet y Morales fueron suspendidas al cambiar el gobierno – Bachelet por Piñera -.
La fundamentación jurídica de Bolivia se basa en que hay un continuo de ofertas unilaterales por parte de Chile que lo obligarían a seguir dialogando, pero no en vago, sino que una salida soberana directa al mar, que es el tema.
En todo este proceso de diálogo, como no se trata de límites y, además, estaría excluido el Tratado de 1904, Perú, tercer actor principal, por lógica está ausente de La Haya, pero si el Tribunal Internacional obligara a Chile a negociar una salida al mar, tendría que ser tripartita.
Chile, por ningún motivo, pude aceptar que le corten el territorio en dos, por consiguiente, nunca Antofagasta, Cobija o Calama podrían ser cedidos a Bolivia en forma soberana, salvo que se dé un vuelco y se eliminen los límites fronterizos y se ponga fin al estúpido chauvinismo, a fin de que sea posible una forma de comodato que involucre a Chile y Bolivia, pero esta meta está muy lejos, pues nuestras oligarquías son muy capaces de terminar con barrera fronteriza en el trasporte del dinero – que no tiene patria -, pero jamás de las personas, como ocurre en la Comunidad Europea.
Piense que para lo único que ha servido el Juicio en juicio en La Haya es para seguir manteniendo una burocracia que vive gracias a los juegos de palabras que llaman “derecho internacional” financiados, en este caso particular, por los pueblos boliviano y chileno. (En el caso del fallo Colombia-Nicaragua, el Presidente Juan Manuel Santos tiene toda la razón al rechazar el veredicto de Corte Internacional de Justicia y abandonar el Pacto de Bogotá).
En el caso chileno, por la incapacidad de nuestros pésimos Cancilleres, no abandonamos oportunamente este ridículo pacto, que ya no dañó con Perú y lo volvería a hacer con Bolivia.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
24/03/2018