No hubo cambio de paradigma en educación, ni se cerró Punta Peuco. Más aún ¡jamás! pensaron hacer una y otra cosa.
Tuvieron mayoría en ambas cámaras. Se nutrieron de las consignas que dejó tirada la gente en las calles. Comprometieron reformas que no eran tales disfrazadas de una fraseología que parecían decir, pero que ocultaba. Ofrecieron lo que sabían que no podían dar. Que no querían. Dieron la impresión de honesta transparencia, y resultaron tan corruptos como el que más. Despojaron a la gente de sus esperanzas y luego la culparon de la debacle.
Pavimentaron de alfombra roja el retorno de la ultraderecha y jamás se ha escuchado la más mínima autocrítica.
Y uno que otro descarado acusa a los que no quisieron votar luego de haber hecho lo posible por desmovilizar a la gente. Y haberle mentido y castigado utilizando todos los medios disponibles.
Michelle Bachelet es una falsificación.
Y que lo desmienta la Agrupación de Detenidos Desaparecidos que fue testigo de sus caritas de pena para la ocasión de las fotografías y su cerrazón seca y egoísta para recibirlas y dar respuesta a lo que se comprometió.
O que diga lo contrario Carmen Gloria Quintana a quien la exmandataria aseguró que cerraría Punta Peuco. O que opinen los expresos políticos a quien se le ha regateado miserablemente sus justas peticiones.
Michelle Bachelet dirigió un proyecto que buscó maquillar el neoliberalismo más extremo para hacer más digerible lo amargo. Y se pasó al bando de los poderosos empresarios, de los prepotentes milicos y de los genocidas del imperio del norte.
Verla adoptar un marcial braceo al momento de revistar las tropas, sin serle obligatorio por ningún protocolo por cuanto es una civil, generaba tanto vergüenza ajena como rabia. Y quizás, también, risa.
Todo este tiempo no ha sido sino un proceso que ha buscado con bastante éxito, perfeccionar la pátina democrática que miente y engaña.
La impericia política de la ex presidenta queda en patética evidencia en el episodio Punta Peuco: como en todas las otras cuestiones relacionadas con reparación y justicia a los crímenes contra los derechos humanos pudo haber hecho las cachañas del caso en otro momento.
Como sucedió durante tanto tiempo de negociaciones con los ex presos políticos y torturados: una faramalla de negociación para llegar al final con ofertas risibles. Pero se ganó tiempo, en política ese es un objetivo permanente, y quedó la impresión que de verdad a su gobierno le interesan esos casos.
Michelle Bachelet abandonó su lucha por la justicia cuando se convenció que no valía la pena enemistarse con quienes tenía que compartir, inevitablemente, el poder por esas cosas tan antiguas de muertos, desaparecidos y torturados.
Sin más, perdonó a los que tuvieron que ver con la muerte por torturas del patriota general Alberto Bachelet, su padre.
La suma de logros alcanzados por el que algunos fanáticos dicen ha sido el mejor gobierno del último tiempo, no son sino migajas que pudieron haber sido efectivamente avances mucho mayores en derechos sociales, entregados mucho antes y con alcances mucho mayores.
Podría haber partido, si de verdad hubiese querido, por una verdadera democratización del país.
Pero la amistad cívica con la ultraderecha, la connivencia de la que hacen gala a cada rato los prohombres del statu quo, y la traición de muchos nuevomayoristas, no contempla impulsar cambios reales.
En este plano resulta altamente reprobable el renunciamiento que resulta tan obvio como vergonzoso que ha hecho el PC de las causas populares. Y resultan vergonzosos también sus silencios cómplices antes los desatinos de un gobierno del cual fueron sus más férreos y nobles defensores.
Sebastián Piñera en el mando del país no solo representa la penetración de las ideas políticas más abyectas y peligrosas, sino que, por sobre todo, la negativa del gobierno saliente de haber impulsado un proyecto de cambios reales y efectivos.
La risible oferta de nueva constitución, falsía desde su origen y entregada a matacaballos, no fue otra cosa que una propuesta de remiendo rasca a la actual de Pinochet, y más bien una burla a la gente que creyó en ese farfullo.
Carmen Gloria Quintana escribe una dolorida y digna reflexión en el día de hoy. Apela a la esperanza de que algún día el país sea distinto.
En ese futuro, Bachelet y todos los que han hecho posible un país en el que no se respeta la dignidad humana, serán solo un recuerdo del que hay que aprender para jamás ser así.