Sobre la teoría del conocimiento se ha escrito una enormidad. Uno que es lego sólo ha podido leer lo que se puede entender, pues los textos más medulosos son tan intrincados y abstrusos que uno no tiene más que lanzar la toalla y retirarse en derrota. Pero de estas lecturas algo queda claro: el hombre ha andado a tientas buscando sabiduría, con el fin de dar respuestas satisfactorias a sus infinitas necesidades y demandas físicas tanto como espirituales.
El siglo XIX y XX fue prolífico en ideologías totalistas (grandes relatos, según Lyotard), que de fundacionales pasaron a totalitarias. Todas ellas contaban el cuento que conocían el sentido de la historia y el secreto acerca de las esencias del SER. Por tanto se les debía seguir sin chistar y ejecutar lo que estos adelantados ordenaban.
De ello emergieron todas las plagas totalitarias del siglo XX: socialismos, nazismos, fascismos, satrapías, imperialismos, etc.
Cuando le tocó el turno de las definiciones a Chile, en el último tercio del siglo XX, la dictadura neoliberal de nuestra derecha, aliada siempre a sus lacayos militares, deciden “EXTIRPAR EL CÁNCER MARXISTA” (Proclama de Gustavo Leigh, el 11 de septiembre de 1973). Pero como resultado de esta operación se impone otro cáncer social e ideológico: el cáncer neoliberal.
¿Por qué hablamos de Cáncer en referencia a estas experiencias sociales e ideológicas?
Porque en similitud con el cáncer, estas ideologías invaden al cuerpo social de manera invasiva, es decir crean una estructura económica que usa todos los recursos para nutrir a un “tumor” que crece de manera desproporcionada, sin ningún control y de manera descompensatoria para la fisiología equilibrada, necesaria a todo organismo sano. De esta condición resulta una anatomía oligopólica en lo productivo, con una superestructura jurídica empresocéntrica (servil a los intereses económicos) y una penetración corrupta del estamento político.
La cultura del provecho y el lucro, penetra en todas las esferas de su fisiología, relajando hasta la separación definitiva …y hasta antagónica de sus unidades sociales, que terminan conformando “mónadas” aisladas y belicosas. Las estructuras sanas de ese organismo, son incapaces de resistir la avariciosa necesidad de engullirlo todo, que es propia de los tumores expansivos e invasivos. Su resistencia va cediendo, paso a paso y se impone el caos tumoral que avanza a ciegas hasta concluir en el colapso orgánico.
El cáncer marxista, se entendía en igual proceso de invasión ideológica y de poder, hasta hacer colapsar las estructuras democráticas occidentales. De ahí la frase célebre del mencionado general chileno. Esto lo describió Czelaw Milosz, en su invención del sabio Murti Bing y su pócima capaz de embelesar a los ciudadanos de occidente al punto de hacerles dejar abierta las puertas a la penetración ideológica de los comunistas (“El pensamiento cautivo”, 1953).
Las luchas de la “guerra fría”, marcaron esta etapa de postguerra, donde Occidente y Oriente se enfrentaron en su lucha por imponer sus ideologías totalistas; y a Chile y Centroamérica les tocó protagonizar los últimos combates en esa discordia global.
Luego de estas confrontaciones belicosas, nos queda instalado el otro cáncer, el neoliberal, como un mal que triunfa y que corroe de manera sutil o brutal, pero indefectible. Ahora se mata por inanición o inasistencia (2 mil millones de personas mueren lentamente con ingresos menores a 2 dólares diarios; cientos y miles de chilenos mueren antes de recibir atención médica; miles de niños han muerto por no ser atendidos adecuadamente en los centros del SENAME, muertes que simplemente se les saca de registro, como si no hubiesen existido); también se mata por desesperación, frustración o depresión: miles de jóvenes se suicidan por propia mano o por el vicio de las drogas, el alcohol y la violencia delincuencial. También por violencia, invasiones e inaccesibilidad programada.
Porque el cáncer del neoliberalismo es un mal que invade corrompiendo, descomponiendo. El mal olor de esa corrupción se va haciendo generalizado y putrefacto, hasta que genera los procesos de “caos inorgánico”, es decir que el cuerpo celular de la sociedad se disgrega sin capacidad de instalar un control unitario, orgánico. Los agentes de descomposición neutralizan a los agentes de control social y se instala el caos como sistema: Brasil, México y Centro América no son capaces de controlar a la delincuencia organizada, y ya penetra la gestión de los poderes oficiales; en Chile, Argentina y Perú, la delincuencia política está siendo una dominante notable e imparable, ante la cual el sistema elude enfrentarlos y deja sin penalidad a los delitos de cuello y corbata, sin darse cuenta que esa impunidad pactada es el alimento que el tumor necesita para seguir su destructiva expansión.