Corría el año 1973, un tiempo lleno de tensiones pero también de esperanzas. Entre otras cosas que yo entonces hacía, trabajaba para el Instituto de Estudios Sociales de América Latina (INESAL), el think tank del Partido Socialista en esos años, ubicado a la entrada de Bustamante en Plaza Italia y dirigido por Ricardo Lagos Salinas, detenido-desaparecido durante la,dictadura. El INESAL también operaba como comisión de educación política del PS, área que estaba conjuntamente a cargo de Eduardo Charme, otro compañero asesinado, y de yo mismo. Debe haber sido a mediados de ese año cuando entró a nuestra oficina esa joven compañera, acompañada por Mario Felmer, otro dirigente estudiantil de esos tiempos.
La joven se identificó como integrante del núcleo de la Escuela de Medicina y venía a buscar documentos de educación política que nosotros producíamos. Le pasé lo que necesitaba y luego que ella se marchó averigüé sobre quién era la atractiva muchacha: “es la hija del general”, me respondió otro compañero. En ese lenguaje un poco cifrado, era evidente que “el general” aludido y que no requería mayor clarificación, no era otro que Alberto Bachelet. El alto oficial estaba encomendado por el gobierno de la UP de asegurar una adecuada distribución de bienes de consumo, en esos momentos severamente escasos por el boicot de la derecha contra el gobierno de Allende.
Nunca habría de imaginar que en ese entonces le entregaba material de educación política a quien 45 años más tarde iba a estar dando fin a su segundo mandato como presidenta de la república. ¿Los habría leído y estudiado adecuadamente esa buenamoza estudiante de medicina, en esos tormentosos tiempos de nuestra fallida “via al socialismo”? ¡Quién sabe! Lo cierto es que esta militante socialista, la primera mujer en ocupar la presidencia del país, finaliza su último mandato en medio de un debate sobre lo que se ha dado en llamar “su legado”.
Probablemente no vale mucho la pena entrar en calificaciones categóricas, sino más bien enfocar su gestión a partir de los objetivos fijados en su programa y también —dado que un gobierno siempre debe estar atento a los imprevistos— en la respuesta que dio a los temas que emergieron durante estos años y que reclamaron atención.
Si uno recuerda los pilares centrales de lo que sería el segundo gobierno de Michelle Bachelet, estos eran: reforma tributaria, reforma educacional, reforma laboral y echar las bases para una nueva constitución. La reforma tributaria apuntaba a dos objetivos: introducir cierta equidad en la manera como la población contribuye con sus impuestos al financiamiento del Estado y recolectar más recursos para el mejoramiento de programas sociales, en especial en la educación y la salud. La reforma educacional apuntaba a suprimir o al menos reducir el rol del lucro en las distintas instancias de la educación, la eliminación del co-pago en los niveles básico y medio y la gratuidad para los sectores más pobres en la enseñanza superior eran sus objetivos a mediano plazo. La reforma laboral intentaría poner a los trabajadores en un mejor pie frente a sus empleadores al momento de negociar sus condiciones de trabajo. Por último, echar las bases para una nueva constitución se veía como una reivindicación clave para superar los resabios de la brutal dictadura militar. Había un cierto sentido general en la mayoría de la población, que Chile no podía seguir siendo regido por un marco constitucional originado en condiciones absolutamente antidemocráticas. Es como si al término de la Segunda Guerra Mundial, Alemania hubiera mantenido la legalidad originada durante el nazismo.
De esos pilares uno bien puede decir que sólo el primero fue alcanzado con cierta efectividad (aunque también se puede decir que tampoco se trató de una reforma muy profunda y algunas de sus aristas menos gratas para el empresariado, fueron “cocinadas” en aquel tristemente célebre episodio en casa del ahora ex senador Andres Zaldivar). Aún así se puede considerar esta iniciativa del gobierno como la más lograda. No se puede decir lo mismo de los otros pilares del programa, desgraciadamente.
La reforma educacional no logró satisfacer ni a estudiantes ni profesores. Si bien se avanzó en la eliminación del co-pago y en la gratuidad para los sectores más pobres del estudiantado universitario y técnico superior, por otro lado se dejaron en pie resquicios que aun permiten eludir ciertas responsabilidades por parte de los proveedores privados de servicios educativos. Tampoco se ha reforzado el rol de las universidades del Estado como el rector socialista de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, y otros rectores a través del país así como sus federaciones estudiantiles, han venido reclamando por años. Los intentos de dignificar la profesión docente tampoco fueron muy lejos, la mayor parte de los educadores, desde el nivel pre-escolar al universitario aun se desempeña en un alto grado de incertidumbre y precariedad salarial. Los mecanismos de evaluación docente por otro lado son profundamente reaccionarios, ya que sólo tienden a colocar a los profesores en competencia con sus colegas y no estimula la colaboración.
La reforma laboral no fue recibida con mucho entusiasmo por los sindicatos y como otras iniciativas, quedó a medio camino sin satisfacer las demandas de los trabajadores. En los hechos, el nivel de afiliación sindical en Chile es aun muy bajo y esa situación no ha variado significativamente.
De la constitución sólo en estos días hubo movimiento y con muy incierto pronóstico ya que su eventual realización dependerá del nuevo congreso y en especial, de la voluntad del nuevo gobierno. Aunque se ha mencionado que esas conversaciones que fueron los cabildos locales, pueden proveer las bases para una nueva ley fundamental, lo cierto es que eso no puede asegurarse. Así estamos con que Chile, al revés de Bolivia, para dar sólo un ejemplo, está muy lejos de ser una “democracia plena”, término que algunos comentaristas gustan de aplicar a otros países sin ver “la viga en el ojo propio”. Al contrario de nuestros vecinos, que convocaron a una asamblea constituyente para elaborar su ley fundamental, Chile es aun regido por la constitución elaborada por la gente de Pinochet. Peor aun, el gobierno nunca definió claramente su posición respecto del mecanismo que elaboraría esa nueva constitución, añadiendo así al clima de ambigüedad que rodeó muchas de sus actuaciones.
Respecto de los temas que emergieron durante su mandato, el gobierno tampoco puede exhibir un récord muy satisfactorio. La situación del conflicto mapuche sólo se ha hecho más incontrolable con los más recientes incidentes en torno a las pruebas amañadas contra los activistas mapuches por parte de carabineros y el inverosímil encontrón entre esa fuerza policial y la fiscalía. La demanda popular por terminar con el sistema previsional de AFP fue desestimada por los sucesivos ministros de Hacienda (que en Chile inexplicablemente tienen un poder inimaginable en otras latitudes) a pesar de la contundente evidencia que demuestra su fracaso. Tanto Rodrigo Valdés —probablemente uno de los más nefastos personajes que haya pasado por este gobierno junto a Jorge Burgos y Javiera Blanco— como su sucesor, Nicolas Eyzaguirre, han defendido el sistema de AFP. Valdés se permitió desautorizar a su colega de Trabajo en relación a este tema, en tanto que Eyzaguirre incluso le quitó el piso a Alejandro Guillier cuando en plena campaña declaró que un sistema de reparto sería “pan para hoy y hambre para mañana”. Una completa falacia ya que países como Canadá, donde vivo, y prácticamente todos los estados desarrollados del mundo tienen tal sistema y si bien se advierten problemas derivados de la baja tasa de natalidad, por otro lado se entiende que ese problema puede enfrentarse mediante otros mecanismos que lo alivien, sin que a nadie se le ocurra que se deba introducir un sistema tan aberrante y regresivo como el de AFP. Respecto a este tema el gobierno atinó solamente a proponer medidas paliativas, que en definitiva representarán un mayor gasto al Estado, pero sin atreverse a tocar la raíz del problema: la existencia misma del sistema de AFP.
Muchos años han transcurrido desde que la buenamoza chica que estudiaba Medicina pasara a buscar unos documentos de educación política a nuestra oficina en el INESAL, a lo mejor muchos de esos materiales ahora serán juzgados por algunos como “utópicos” o “irrealizables” o por lo menos como “elaborados para otro momento histórico que hoy es muy diferente”. Sea como sea, tendría curiosidad por saber cómo la ahora dama madura que se apresta a terminar su mandato y probablemente su actuation en la política chilena, evaluará su propio legado (cualquiera sea éste). Esto en relación a los principios, análisis y conceptos que se proponían en los documentos de educación política marxista que un día, hace casi 45 años, vino a buscar para estudiarlos con sus compañeros de núcleo.