En diciembre de 2017, Chile reeligió al Gerente General que entre 2018-2022 dirigirá sus destinos o desatinos. ¿Y quién lo escogió para postular de nuevo a ese cargo de privilegio?
Dicen las lenguas pérfidas que él mismo se auto designó, al oír el llamado del Altísimo en una noche de insomnio. Sin embargo, se debe examinar otras hipótesis.
En el cuento “Alí Babá y los cuarenta ladrones”, existe cierta aproximación a tan secreta artimaña. Alí Babá presencia, escondido detrás de una roca, cómo 40 ladrones que montan veloces caballos igual al viento, se enfrentan a una montaña.
El jefe grita: “Ábrete SOFOFA” y la montaña obedece. Entran a la cueva donde ocultan cofres desbordantes de riquezas, producto de centenarias rapiñas. Alí Babá no es ladrón, sino un modesto leñador que vivía en Persia, hoy Irán.
Se hace referencia a esta historia de la literatura universal, para esclarecer que a esa cueva sólo ingresan ladrones, aunque Alí Babá también lo hace en algún momento, empujado por la curiosidad.
Entonces, todos seríamos Alí Babá, ansiosos por conocer la riqueza de los 40 ladrones, quienes habrían designado al Gerente General, para postularlo otra vez al cargo. ¿Dónde, cuándo, en qué sitio? Nuestros 40 ladrones, necesitan una cueva del tamaño de una montaña, para ocultar las riquezas, acumuladas desde hace 450 años. Granito a granito, como pacientes hormigas. También disponen de lugares de privilegio donde se reúnen y seleccionan a quiénes los van a representar en el pillaje del Estado. O el impúdico latrocinio, para no herir la castidad de oídos sensible a palabras soeces. A cuidar el lenguaje, aunque sirve para denunciar a los sinvergüenzas.
Así, por estos días estivales, el Gerente General de Chile, exultante de frenesí, envanecido de gloria, ha designado a sus empleados de confianza.
Galería de donceles tostados por el sol de la popular Cartagena. Lo secundarán en la magna tarea de proseguir el desvalijamiento del país, interrumpido una y otra vez, aunque siempre ha existido.
Como es usual, se ha rodeado de quienes le rinden pleitesía, lo adulan y melindrosos se arriman a él, por si desde sus bolsillos de payaso, caen migajas. No son simples suches, charlatanes o vendedores de baratijas. Es una mezcla equilibrada, conseguida en balanza de boticario. Hay quienes están emparentados con los 40 ladrones, aunque no cumplen todavía el requisito para ingresar a esa cofradía o club de privilegio.
Deben hacer méritos, usar cilicios, propinarse de latigazos en la espalda y demostrar mayor voracidad que el Gerente General, lo cual vendría a ser metáfora.
Otros provienen del medio pelo o borregos que pujan por trepar. Sirven para matizar la tropilla y que el coro de aduladores celestiales, provistos de alitas de utilería, no sólo sea integrado por castas. También en esta rifa de beneficencia, han sido designados alevines de Pirañas, cuya glotonería los sitúa como aventajados alumnos del sistema.
Deben aprender a cohabitar entre tiburones y pirañas, y demostrar habilidad para sobrevivir. Ahora, los cargos de menor jerarquía, van a ser servidos por bufones, escribas o quienes sueñan que alguna vez, el Gerente General los invite a tomar una cerveza al boliche de la esquina.
Chile que avanza a tumbos, herido en el ala, abusado hasta la majadería, cae en la trampa boba al haber elegido de nuevo a este Gerente General. Él ve al país como su empresa familiar, que debe ser estrujada hasta el delirio, sea un banco, una pesquera o un fideicomiso con vaselina.
No olvidemos que su obligación es rendir cuentas al cabecilla de los 40 ladrones, que se hace llamar “El padrino”. En tanto, Alí Babá el humilde leñador, puede ingresar a la cueva de los bandoleros con el beneplácito del Gerente General.
Solo debe observar desde una prudente distancia, las riquezas ahí acumuladas por siglos, mientras al desdichado se le cae la baba. Que a Alí Babá no se le vaya a ocurrir tocar ni desear nada. Lo pueden acusar de querer robar cuanto le han robado durante centurias.