No falta el tonto que compadezca a los “salientes” funcionarios apitutados de la Nueva Mayoría, que se quedarán sin pega. La verdad es que el ogro filantrópico tiene dinero para financiar a los dos bandos de la plutocracia en el poder: el más avispado de los ex ministros de Bachelet, Heraldo Muñoz, a punto de convertirse en un puntal de la derecha, está haciendo muchos méritos para atrapar una buena pega en algún Organismo internacional, que hoy, sólo sirven para condenar a Nicolás Maduro y alabar las últimas elecciones de Honduras como impecables. Nada más mentiroso que aquellos que condenan todas las dictaduras, para hacerse los lindos, (a los de derecha les encanta las de su bando y condenan siempre a los de izquierda y vice versa).
Cuando la política ha perdido toda relación con la ética, y sólo sirve para servirse y no para servir, lo único que importa es el poder: conquistarlo y conservarlo. (Viva Maquiavelo)
Los cargos fiscales constituyen un botín no despreciable: sirven para premiar a sus adeptos “incondicionales”, además, para aumentar la cartera de clientes, que ensancharán la base militante del partido, y convertir a ineficientes operadores políticos en “especialistas” en políticas públicas – manera siútica y falsa de llamar así a las políticas de enriquecimiento personal -; que el erario del Estado haya servido para el soborno, cohecho y otras lindezas delictuales, ¿a quién le puede extrañar? Antes, el “Rey Sol” podía decir “el Estado soy yo”, hoy la derecha, con Sebastián Piñera, dirá el Estado somos nosotros.
El reino del pituto o muerte que hoy reparte el Presidente electo, Sebastián Piñera, tiene príncipes, duques marqueses, condes y hasta cocheros, siendo los príncipes, los ministros, predilectos: el primo inseparable, Andrés Chadwick, en Interior; Larraín, dueño del tesoro fiscal – aclaro que su apellido no tiene nada que ver con “Kenita”, pues hay Larraínes caballeros y Larraínes “rotos”, no en famosos 800 de la Independencia tenían derecha de pernada y extender la prole a diestra y siniestra; en Relaciones Exteriores siempre se nombrará a un siútico arribista, sea de izquierda o de derecha, (se llame Muñoz o Ampuero…).
Los duques y duquesas son los subsecretarios y subsecretarias, que tienen por misión administrar los territorios cedidos por el “rey”. Esta vez Piñera, a diferencia de su primer gobierno, nombró militantes de la alianza Chile Vamos, distribuyéndolos salomónicamente: 14, independientes; 7 para Renovación Nacional; igual número para a UDI, 5 para Evópoli y 2 para el PRI, (Demás está decir que en este último partido militan colorines muy “frescolines”, encabezado por Alejandra Bravo, un espécimen muy reaccionario, en Bienes Nacionales, excelente pituto para tener contento, a través de bienes fiscales, a los clientes – algunos llaman electores -.Otros se repiten el plato, entre ellos, Rodrigo Ubilla, en Interior.
Piñera tuvo la suerte de haber tenido un inédito largo período de transición – desde diciembre hasta el 11 de marzo – para dejar contentos a los hambrientos dirigentes de Chile Vamos, que estaban a punto de morir por inanición a causa de los cuatros de sequía para chupar de los mostos fiscales, por culpa de la virgen Bachelet, que les ocupó el sillón por cuatro años.
Aún falta la designación de marqueses, los intendentes, que son los mozos del Presidente en cada región. ¡Para qué hablar de los gobernadores, delegados y subdelegados! Todos estos personajes hacen uso del presupuesto regional y provincial para contentar a sus clientes. A lo mejor la democracia oligárquica del pasado era más transparente que la actual democracia bancaria: el cohecho se hacía a vista y paciencia de los “pacos” y, según Manuel Rivas Vicuña, los rotos se enojaban cuando, en una elección extraordinaria, los candidatos, tanto liberales como conservadores, se ponían de acuerdo, por consiguiente, se hacía innecesario comprar conciencias.
Los condes son los SEREMI, llamados secretarios ministeriales, nombrados por los respectivos ministros del ramo y los intendentes, (nunca se ha se ha sabido cuáles son sus funciones, pero son muy útiles a la hora de repartir cargos entre los militantes de los partidos en el poder, e inician su carrera funcionaria: después pasarán a las subsecretarías y, más tarde, a los ministerios).
En tiempos pasados nadie disimulaba que el Estado era un botín a repartir, y sin esta teta, los partidos políticos no existirían, lo que no era bueno, pues los electores elegirían aventureros, corruptos y ladrones, peor que los políticos, (véase a Silvio Berlusconi, que después del derrumbe del sistema político, se adueñó de Italia y, ahora pretende volver en gloria y majestad, después de haber practicado la pederastia a troche y moche.
Carlos Ibáñez del Campo, otro aventurero, (no sabemos si imitaba a Miguel Primo de Rivera, padre de José Antonio, o a Benito Mussolini), tenía un dicho que representaba, más que mil palabras, la naturaleza del clientelismo: cuando un frescolín fue a pedirle una embajada, le dijo, claramente, “no, pues ya tocó camioneta”.
Mientras haya vacas, hay que seguir chupando, pues es para la única cosa que sirve el Estado máquina de que debería desaparecer, tal cual lo sostenían los socialistas del siglo XIX.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo
23/02/2018