Nada más hipócrita que la beatería de algunos personeros de la derecha, entre ellos el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, además del senador Manuel José Ossandón, José Antonio Kast, entre otros. Los pretendidos defensores de la vida del feto no tienen ningún empacho en proponer la reposición de a pena de muerte – otrora, muchos de ellos repetían el famoso slogan que “el único comunista bueno era el comunista muerto”, amenaza que cumplieron los esbirros de la dictadura de Augusto Pinochet -. Ninguna persona biennacida se atrevería a defender el aborto llevado a cabo solamente por un capricho, pues es un drama para madre y el médico que lo practica.
La ley de aborto en tres causales, aprobada por el Congreso, y llevada ante el Tribunal Constitucional, que falló a favor, está lista para ser promulgada por el Ejecutivo. Sabemos que esta ley sólo despenaliza esta práctica sobre la base de graves causales y en situaciones determinadas: cuando la madre pone en peligro su vida, el feto es inviable y la violación. (Chile, junto al Estado Vaticano y Nicaragua, eran unos de los pocos países que penalizaban el aborto). Enviar a la cárcel a las mujeres que optaban por el aborto clandestino era digna de las penas de la “santísima inquisición”.
Respecto a la pena de muerte, el gran escritor francés, Albert Camus, en uno de sus brillantes ensayos pulveriza los brutales e ilógicos argumentos de los defensores de la pena capital; El Presidente francés, François Mitterrand, durante su mandato abolió la guillotina, y Ricardo Lagos Escobar, en Chile, hizo lo mismo, con la perna de fusilamiento. Que el Estado procure la muerte de un ciudadano es un crimen sólo digno de pueblos salvajes. Hay demasiadas pruebas de horrorosas agonías cuando se somete a un ser indefenso y engrillado, por ejemplo, a la cámara de gas, a la silla eléctrica o a la inyección letal. Antiguamente, Monsieur Guillotine convenció al rey Louis XVI de que el condenado apenas sentiría una sensación de frío cuando la cuchilla tocara su nuca antes de enviar su cabeza al canasto.
Los beatos chilenos, partidarios de la pena de muerte, un puñado de diputados, repiten los estúpidos argumentos que, otrora, expusieran, sin ninguna vergüenza, sus líderes, entre ellos, Jaime Guzmán Errázuriz, personaje de misa y comunión diaria, admirador del dictador Francisco Franco y discípulo de Osvaldo Lira, (nada más asqueroso que las bendiciones que los curas daban a los condenados rojos, frente al cadalso, durante la guerra civil española). En el escenario del cadalso, el clérigo jugaba un importante papel al recitar plegarias, aprendidas de memoria, antes de que el condenado recibiera las balas.
En Chile, el primer aristócrata condenado por un crimen fue Jorge Barceló, quien fue acompañado al lugar del suplicio por el padre Alberto Hurtado. En el caso de rey Louis XVI, el ultra-rabioso cura Roux se negó a absolver al rey, a quien consideraba un asesino.
Para el ideólogo de la UDI, Jaime Guzmán, la pena de muerte era muy útil al condenado, pues le serviría para salvar su alma pecadora en el postrer momento de su existencia. Para la ex ministra de Justicia del gobierno de Pinochet, la pena de muerte permitía a los asesinos imitar el camino de Cristo hacia al Calvario, y bien podría repetirse el arrepentimiento del “buen ladrón” junto a Jesús, a la hora de la muerte.
Para estos sepulcros blanqueados, la vida de un feto vale más que la de un adulto quien, muchas veces debido a condiciones de miseria, se ha visto forzado a cometer delitos contra la vida del prójimo, (Como lo muestra el caso del llamado “Chacal de Nahueltoro”, el Estado se permite quitar la vida a una persona completamente rehabilitada). Es tanta la hipocresía de estos beatos cavernarios que se atreven a contravenir el precepto de que “Dios da y quita la vida según sus designios”.
Esta ley permite la objeción de conciencia, mediante la cual el personal sanitario puede negarse a practicar un aborto, pero no se aplica a las instituciones beneficiadas por el Estado; (en el caso concreto del Hospital Clínico de la Universidad Católica, este organismo percibe importantes sumas de dinero del presupuesto fiscal).
En la ley de despenalización del aborto se incluye una normativa de apoyo a las mujeres, sin embargo, los niños más vulnerables atendidos por fundaciones, en su mayoría pertenecientes a beatas y beatos democratacristianos, cuyo único interés es el lucro, así sea a costa de los niños que, como lo prueban números estudios de analistas, conducen a los niños al abuso, a la vulneración de sus derechos y, en no pocos casos, a la muerte.
Las estadísticas prueban que el 90% de los internos en las distintas cárceles de Chile son hijos de delincuentes, y que en las cárceles, en vez de capacitación laboral para una plena reinserción en la sociedad, aprenden a perfeccionarse en la “universidad del delito”, como llamaba a estos recintos Luis Emilio Recabarren, en Ricos y pobres.
Para los “caballeros de Chile” los “rotos” no tienen otra opción que trabajar y aceptar el destino que Dios les trazó, pero cuando delinquen y atentan contra la propiedad, merecen la muerte.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
11/02/2018