No es raro que Piñera nombre un primer gabinete sin vergüenza y de sin vergüenzas. No es raro porque él lo es. No se arruga. Acaba de enterrar a Nicanor Parra después que lo mató hace muchos años. Y de nombrar “ministros democráticos para la unidad nacional” a los mismos de su primer gobierno de desunión nacional, todos acusados por él, incluso, de haber apoyado a la dictadura (Chadwick, Larroulet, Moreno y otros).
El Presidente aún mantiene domicilio comercial en Islas Vírgenes, símbolo claro de corrupción según el Papa Francisco que acaba de estar en Chile y Perú. El jefe de la religión de Piñera lo señaló a los periodistas en su vuelo final de Lima a Roma. Piñera es de la calaña de los Alan García, los Toledo y los PPK, no todos sentenciados. Más parecido a PPK por los intereses de clase que defiende y por estar los dos juntos ahora como peones del mismo carro.
Nombró a Roberto Ampuero como Canciller. Algo sé de eso. Entre otras cosas fui embajador de Chile y conocí antes muy de cerca a Ampuero, en mi exilio, en sus gozosos pasos por la RDA, Cuba y la RDA nuevamente.
Es difícil saber a ciencia cierta cuál es el más sin vergüenza de los ministros nombrados pero yo apuesto a Roberto Ampuero. Y no es que él esté, como sabemos, en medio de inmaculados. Lo acompañan el de Justicia, el de Educación, el de Desarrollo Social, el de Economía, el de OOPP., la Secretaria General de Gobierno, bien calificada alguna vez por Yerko Puchento. Ampuero está por encima del nivel. Por sobre el primo hermano del Presidente y tío del síndico Chadwick en proceso, que viene a ser también distinguido sobrino del Presidente. Por sobre Larraín, el de Justicia, que fue alumno, discípulo y colaborador no sólo de Pinochet sino del degenerado alemán Paul Schäefer, de Colonia Dignidad, en plena actividad de ese antro.
Conocí de lejos a Ampuero en 1978 cuando llegué a Cuba. Y desde ahí por algunos años. Lo hice en mi calidad de Representante del Mapu-OC chileno en La Habana, donde el partido tenía una veintena de militantes, estudiantes de Medicina desde antes, otros exiliados después del 11 de septiembre de 1973.
Ampuero es un caso raro de desdoblamiento de personalidad y carácter. Y desdoblamiento peligroso para su entorno (ahora para la sociedad y el estado, dado su salto político). A los 40 años decidió reemplazar su ya vivida vida por una “fake life”, reemplazando, sólo en su imaginación, su verbo y su literatura, la activa vida comunista real, que llevó en plenitud y gozo, por un inventado peregrinaje triste y crítico, sacrificado y perseguido por la tenebrosa RDA, que para él fue luminosa y acogedora (vuelta a vivir de verdad por él después de haberla vivido) y por la triste y ahogante Cuba, tierra donde militó disciplinadamente, publicó para el Estado, fue gratis a la universidad, enseñó alemán, gozó del entorno, se casó y tuvo familias, vivió en lo más alto posible y fue cercano acrítico a lo que, hace 26 años, empezó a llamar, con grandes ganancias económicas y “prestigio” entre los nuevos poderosos, “jerarcas y tiranos”.
En 1973, joven comunista, eligió asilarse nada menos que en la RDA de Hönecker (después ha inventado que se ganó una “beca” allí, en plena guerra fría, postulando desde el Chile de Pinochet como joven comunista del Pedagógico (¡)). Dice que eligió la RDA porque creía que allí se desarrollaban elecciones tipo Chile de Allende, con hartos partidos, medios competitivos, jóvenes en las calles protestando contra el gobierno, un desarrollo tipo EEUU o Inglaterra pero sin reina. Se enamoró allí de una hermosa joven cubana, hija nada menos que del más duro fiscal de Fidel Castro y se ligó a ella dejando el comunismo de la RDA no por “la libertad” sino… qué le iba a hacer… por el comunismo subdesarrollado de Cuba comunista. De allí, cansado de tanto sufrir en el comunismo subdesarrollado y despótico, dejó libros y hogares y se embarcó –no se sabe por él de dónde sacó la plata- de nuevo… al comunismo desarrollado que tan mal lo había tratado antes, con Enrique Correa al lado, la Sra. de Hönecker arriba y con la Stasi y todo. Y sin su amor y sin sus hijos.
En su vida real entré yo, como dije, en 1978, no porque yo lo hubiera buscado sino porque yo era el encargado del partido al que el actual Canciller de Piñera entró en 1978 en La Habana.
(Continuará)