El Banco del Vaticano, IOR (Instituto de Obras religiosas), fue creado para financiar las múltiples instituciones religiosas a través a través del mundo. En este banco de Dios depositaban sus dineros los sacerdotes, sus familiares, congregaciones laicas y de algunas ancianas millonarias, que luego donaban sus dineros o propiedades a la Iglesia. El IOR, junto al Banco Ambriosiano _ este último quebró con uno de los escándalos más sonados de la historia política económica de Italia – se constituyeron en los dueños de los dineros “divinos”, administrados por la Santa madre.
La sede del Banco Vaticano está en la torre, que servía de cárcel al Estado Pontificio; este Banco, en actualidad, posee 7.000.000 millones de Euros y presta servicios, eventualmente, a 5.200 Institutos religiosos de todo el mundo. La fachada del Banco está representada por las llamadas obras pías, pero la verdad es que se dedica a los más suculentos negocios – lavado de dinero, préstamos fraudulentos y enriquecimiento ilícito -.
El Estado italiano, en muchas ocasiones, ha querido intervenir en la corrupción de los monseñores y laicos que han administrado los dineros del Banco, pero se han encontrado con la muralla irremontable del Estado Vaticano, que se refugia en el espurio concordato, realizado por el Papa XI y Benito Mussolini, mediante el cual el Estado italiano garantiza la extra-territorialidad del Vaticano.
Al Parecer, el nuevo Papa Francisco quiere meter mano en la mafia que domina el Vaticano, no sólo en lo que respecta a la corrupción del Instituto de Obras Religiosas (Banco Vaticano), sino también a la logia masónica p2, que domina la curia romana – se le acusa de estar involucrada en el asesinato de Juan Pablo I – y, además el proxenetismo y la trata de jóvenes seminaristas, para saciar los degenerados placeres de algunos miembros de esa curia y lo que es peor, los abusos de poder y el impudor con que proceden, contrariando el verdadero espíritu de su fundador, Jesucristo.
Aún ignoramos si el Papa Francisco podrá depurar una Iglesia que, bajo el papado de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, se había reafirmado como la “ramera de Babilonia” (Ver la obra del autor colombiano César Vallejo, La puta de Babilonia”), al menos, hay algunos signos que denotan una voluntad de atacar algunos de los vicios y pecados del Vaticano, como la modestia en sus gestos y vestimenta, eliminando algunas de las ridículas y ostentosas ceremonias vaticanas, y el hecho de haber nombrado una Comisión que investiga, a fondo, las malas prácticas del banco del Vaticano.
Es difícil olvidarse del Papa Juan Pablo II respecto de la conducta del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Marcel que, poco antes de descubrirse su doble vida de aparente santo y degenerado pedófilo y “padre de familia”, lo alababa como uno de los ejemplos a seguir por la juventud “descarriada”. Cuesta también olvidar la actitud del Papa emérito, hoy voluntariamente confinado en un convento, quien como antiguo jefe de la sucesora de la Inquisición, hizo tabla rasa a las acusaciones de pedofilia contra muchos obispos y sacerdotes de todo el mundo católico.
Aún está por ver el resultado de la reforma del banco de Dios
Este aspecto depravado de la jefatura de la Iglesia contrasta con la actitud digna, recta y solidaria de muchos sacerdotes y laicos quienes, siguiendo las enseñanzas de su Maestro, optan y se juegan por los pobres y explotados.
Rafael Luis Gumucio Rivas
13/01/2018