Lo que siempre se miró cual virus y hubo una lucha abierta para impedir su arribo, finalmente logró atravesar trincheras, comisiones y tiendas partidistas para sentar sus reales en la colina de la política criolla. Los temidos “tres tercios” ya están aquí, y llegaron para quedarse largo tiempo en este nuevo escenario.
¿Qué pudo haber ocurrido para dejar cancha libre al avance del adversario temido por todos los partidos que aún conforman el duopolio? Los factores causales han de ser múltiples, pero lo recomendable es resaltar aquellos que son fácilmente distinguidos por el ojo ciudadano, partiendo de la certeza que el triunfo derechista en la reciente elección es sólo un efecto más del desgaste experimentado por la centroizquierda oficial, aquella que cuenta con presencia parlamentaria desde 1990, participando en los gobiernos de la coalición duopólica.
En todos estos años de gobiernos en manos de socios neoliberales, nunca se ha inquirido a los ciudadanos el tipo de ideología que desean, o que mejor les representa. Ni siquiera es posible argüir que los socios de la cofradía duopólica están de acuerdo en lo que no desean, entendiendo además que poseen divergencias profundas en lo que sí desean para Chile, su gente y para ellos mismos. Podría suponerse que al menos concuerdan en no querer nuevamente una dictadura a cargo de la administración del país, pero asegurar eso es también correr un albur que podría terminar en franco desengaño.
¿Social democracia, liberalismo democrático, capitalismo ortodoxo, socialismo institucional, republicanismo, social cristianismo, conservadurismo, nacionalismo? No se sabe, pues nunca se ha indagado en los electores tamaño asunto; sólo hubo acuerdo (entre la derecha y la centro izquierda) para administrar un modelo económico que en sus inicios fue un experimento puesto a prueba por economistas estadounidenses de tendencia ultra conservadora, los que no contaban en su propia patria con autorización ni probabilidad alguna de experimentar allí el modelo que deseaban esparcir por el planeta. Lo hicieron en Chile, primero gracias al terror que inspiraban las bayonetas, y luego mediante la entusiasta participación de profesionales y empresarios criollos que anidaban en sus almas el más profundo interés por reducir, a niveles mínimos, el tamaño y el poder del estado.
NO HAN SIDO ADVERSARIOS, SINO SOCIOS
Resulta difícil aceptar la idea que apunta a una posible ingenuidad de los viejos tercios de la dirigencia socialista, respecto a suponer que su propio electorado nunca se percataría de cuán traidores estaban siendo a la histórica causa del partido. Una vez terminada la dictadura, el ‘romance’ entre esa tienda y el pueblo duró poco. El gobierno abiertamente pro mega empresarial y privatizador de Ricardo Lagos se encargó del quiebre. De ahí en más, el declive del amor y la confianza por el bloque gobernante fue en franca caída. Cada gobierno de ese bloque llamado Concertación fue pródigo en castigos económicos para la gente, para el pueblo. Transportada por el viento de las voces humanas, nuestra frase publicada el 2014 inició un largo periplo mostrando la raíz principal del problema: “en Sudamérica hay un país llamado Chile, donde nada es de Chile”.
Los estudiantes fueron quienes primero despertaron. El CAE, los ‘pingüinos’, las movilizaciones gigantescas, se tomaron las primeras planas de la prensa mundial encandilando los corazones de viejos socialistas y de dubitativos ‘progresistas’. Entonces, el declive de la Concertación comenzó a sufrir una transformación; nacieron nuevos referentes desgajados de su tronco, convirtiéndose en adversarios tanto o más feroces que los socios derechistas de la familia duopólica.
Pero, como ya sabemos, no hubo cambios trascendentes y todo siguió igual, a lo mero ‘gatopardo’. Se produjo la obvia rotación de mando en La Moneda, y la derecha –Piñera a cargo de la guaripola del escuadrón financiero- ahondó las características de una política del “todo cuesta dinero, nada es gratis”, hundiendo a la vieja Concertación (o Nueva Mayoría) en una crisis terminal, la que había comenzado con el desprendimiento de varios grupos, como ya se dijo líneas atrás.
LA CRISIS COMIENZA A ESCALAR
El segundo triunfo derechista en las últimas elecciones aceleró el quiebre. Viejos estandartes de la política chilena fueron aventados por el electorado sacándolos del mundillo legislativo, demostrando con ello la decisión ciudadana en cuanto al recambio de nombres, de ideas y de generaciones.
No obstante, algunos carcamales del viejo bloque se obstinan en desobedecer las órdenes democráticas y soberanas del electorado y, restregando la moral en sus nalgas, insisten en permanecer activos en la faena política remunerada. Andrés Zaldívar es hoy el principal referente de esa pandilla de vivarachos. Lo grave es que gran parte de su propio partido (el PDC) parece apoyarlo en tales intenciones al declarar que la posición de algunos parlamentarios de la Nueva Mayoría -que votaron en contra de la presencia de Zaldívar en el Consejo de Asignaciones Parlamentarias-, podrían provocar el congelamiento del diálogo tendiente a lograr acuerdos en la lucha por la presidencia de ambas cámaras y de las comisiones parlamentarias.
El colmo de estas situaciones –para el público en general- llegó con las inaceptables declaraciones del propio Zaldívar, dejando claro que la frescura de ciertos políticos es indignante y que la mentada soberanía popular con suerte alcanza el nivel de frase discursiva. Lea usted algunas de las frases explicitadas por el ex senador de 81 años de edad, y que disfruta de la ubre del Estado desde 1964, cuando comenzó su actividad ‘pública’ en el gobierno de Frei Montalva. Helas aquí:
“Yo no he vivido de la política, para mí la política ha significado un sacrificio. No ha sido un lucro” (…) “Yo no tengo lepra. No soy causante del desprestigio de las instituciones. Puedo haber cometido errores, pero no tengo por qué sentirme como una persona vetada porque sea el responsable de lo que esté pasando en el desprestigio de las instituciones”. (…) “Soy una persona que tengo mis manos limpias”.
Hay que estar muy atentos entonces, pues ningún animal es más peligroso que el animal herido.
En esta sarta de errores no forzados participaron no solamente democristianos, también lo hicieron muchos parlamentarios del PS, del PPD y del PRSD votando a favor de la presencia de Zaldívar en el Consejo de marras… entre ellos Alejandro Guillier, quien ha sido vapuleado sin remilgos en las redes sociales donde ahora se le concede razón al Frente Amplio por no haber confiado jamás en el periodista postulante al sillón de O’Higgins, y que, siendo sincero y directo, definitivamente fue un mal candidato, alzado a última hora ante la negativa del PDC de concurrir a ‘primarias’ y establecer candidatura y camino propios, con Carlolina Goic a la cabeza. Otro fiasco de proporciones que adobó la crisis actual.
Esta crisis es seria y amenaza con seguir escalando. No faltan quienes culpan de ella no a las traiciones, corruptelas y errores de los componentes del bloque Nueva Mayoría, sino a dos ideologías en particular -fascismo y comunismo- que vienen enfrentándose desde mediados del siglo anterior y que están dispuestas a seguir haciéndolo –con firme decisión-, lo que obliga a encender luces de alerta, principalmente en períodos de dudas y caos como el que actualmente viven las cofradías partidistas chilenas, pues si se les deja la calle libre es un hecho que tal enfrentamiento será muy violento, tal como lo fue en otros períodos registrados por nuestra propia historia.
Pareciera que los viejos tres tercios vienen esta vez con un plus de corajudo encono, y tal como se están desarrollando los acontecimientos, es más que probable que el Frente Amplio sea quien deberá jugar el rol de catalizador en el escenario de la izquierda y de la centroizquierda en esta nueva etapa de la política chilena.