Confirmando su anticomunismo, el canciller Heraldo Muñoz se ha permitido cuestionar la presencia del Partido Comunista de Chile en una alianza de centro izquierda en el país.
El personaje habla de un partido de gobierno, del actual gobierno y del que él forma parte ; sin embargo no se arrepiente, no da cuenta ni pide perdón, ni leyó una larga explicación ante los medios como él forzaba a hacer a quienes le parecía que habían incurrido en una falta similar.
A Muñoz no le pasó nada, sigue en su cargo tranquilamente contrariando así el método empleado por él respecto de funcionarios de ese ministerio en circunstancias muy extrañas que algún día serán aclaradas. Hasta ahora la norma era que ningún funcionario podía referirse de modo alguno a un partido que formara parte de la coalición de gobierno. Pero, claro está, para Muñoz esa norma cambia cuando se trata de aludir al Partido Comunista, ahí si valen los cuestionamientos.
Tal vez para entenderlo haya que atenerse a su historia. Su pasado puede ser lo que explique que Muñoz se sienta ligado a la política exterior norteamericana; mal que mal buena parte de su vida ha trascurrido por esos lares y su desempeño profesional lo ha sido para instituciones como la propia OEA. Aquella que el inmortal Ernesto Ché Guevara llamara con razón “ministerio de las colonias de EEUU”
Si alguna duda quedara respecto de sus inclinaciones políticas bastaría con recordar lo que ha sido su conducta en relación al gobierno de Venezuela, tema en que ha apoyado con entusiasmo a los más destacados opositores golpistas del gobierno de ese país, lo que lo ubica como parte activa de la campaña orquestada por los sectores más reaccionarios del continente bajo la batuta del impresentable secretario de la OEA, Luis Almagro Lemes, incondicional de Washington.
No es sólo Venezuela. Por ejemplo, resulta evidente que bajo su gestión no hubo esfuerzo alguno en relación al diferendo histórico con la hermana república de Bolivia para alcanzar, por ejemplo, alguna fórmula de acuerdo que permita que naciones hermanas del continente puedan dialogar y resolver sus diferencias sin tener que depender de otras instancias.
Tampoco nadie podría extrañarse ante el hecho que por estos días haya buscado cualesquier pretexto para no acompañar a la propia presidenta de la república en su anunciada visita oficial a Cuba. ¡ Faltaba más ! Muñoz en Cuba, demasiado para su trayectoria.
Su anticomunismo es real. Lo viví en carne propia cuando el episodio de Uruguay. Pero aquello es otro tema del que llegará el momento de hablar, que no es ahora. Entre otras razones para no sugerir que estoy hablando “por la herida”.
Volvamos a su conducta específicamente referida al caso de la República Bolivariana de Venezuela y al desenfado conque el canciller ha actuado en defensa de los opositores golpistas y en contra del legítimo gobierno democrático del presidente Nicolás Maduro.
Porque la conducta de Muñoz fue persistente a lo largo de todo el pasado año 2017.
Mientras acogió con algarabía a los opositores que, eludiendo la acción de la Justicia, llegaban a nuestro país por retorcidos caminos, nunca pronunció una sola palabra para condenar la asonada golpista desatada por los opositores al presidente Maduro durante aquellos largos meses de ofensiva de las llamadas “guarimbas”.
Ni una sola palabra de rechazo ante la salvaje ofensiva de la oposición como los incendios, atentados, bombazos, disparos con armas de grueso calibre, destrucción de escuelas, hospitales, guarderías infantiles, maternidades, colegios, almacenes de productos, oficinas estatales, o la instalación de finos cables en las calles y espacios públicos para provocar el degollamiento de seres humanos, o la quema salvaje de seres humanos vivos.
Ni se ha referido a los ataques a los institutos armados. Ni a los 121 asesinados por la oposición, incluída una ciudadana chilena, chavista. Ni al bloqueo económico y financiero del gobierno norteamericano. Bloqueo criminal que ha llegado al extremo de impedir el ingreso a Venezuela de los medicamentos más esenciales para la salud de sus habitantes.
Ni ha condenado el acaparamiento de productos alimenticios básicos para provocar el mismo desabastecimiento que los empresarios golpistas desataron en Chile durante el gobierno del presidente Salvador Allende en los años 70. Claro, es probable que el funcionario ni estuviera en nuestro país por esos años ya que la mayor parte de su tiempo lo ha sido allá en la tierra de Donald Trump.
Tampoco le hemos escuchado felicitación alguna por las victorias democráticas del gobierno venezolano y del socialismo bolivariano y chavista en los recientes procesos electorales para gobernadores y municipales en ese país. ¿No se habrá enterado?
En fin, lo más probable será que en breve tiempo regrese a lo suyo en lejanas instancias internacionales siempre adictas al imperio.
Así sea.