En las elecciones en Perú de 1990, el escritor Mario Vargas Llosa estaba seguro de ganar frente al candidato del APRA, que iba hacia el precipicio luego del desastroso gobierno del Presidente Alán García. Vargas Llosa había sido el principal enemigo de la nacionalización de la Banca y del no pago de la deuda externa, promovido por García Pérez.
Toda la Prensa internacional se concentró en Lima con motivo del seguro triunfo del adalid del neoliberalismo. En ese entonces, Alberto Fujimori – académico e ingeniero agrónomo –,candidato totalmente desconocido por la Prensa, una especie de advenedizo y novel en política, tan ignorado que las mismas encuestas apenas le daban el 1% a este candidato.
Fujimori era un inmigrante japonés de primera generación, lo que era insoportable para la aristocracia limeña: ¡Cómo nuestro país del Virreinato iba a ser gobernado por “chino”! – decían las señoras -.
Fujimori no tenía ningún programa político y, en sus discursos de campaña se limitaba a criticar a la oligarquía y denunciar las injusticias sociales; por el contrario, Vargas Llosa habla muy finamente y presentaba un completo programa de gobierno, muy del gusto del FMI.
Fujimori supo muy bien asustar a la gente con la aplicación de un programa en extremo neoliberal, que llevaría a la miseria a los sectores populares.
Gracias al apoyo de la izquierda y de Alán García, el desconocido candidato Fujimori llegó segundo en la primera vuelta. Vargas Llosa quiso renunciar a la segunda vuelta, pero Fujimori no le aguantó. En el foro, Fujimori trataba a Vargas Llosa de “Sr. Vargas” para ningunearlo; además, encontró en un diario antiguo que Vargas Llosa había fumado marihuana cuando joven – hoy no constituye ningún escándalo, pero en esa época lo era -. En estas condiciones se enfrentaron en la segunda vuelta.
Fujimori ganó por amplio margen, pero cuando asumió la presidencia de la república no tenía la menor idea de qué hacer, sólo sabía que había que ganarse a los militares y, para conseguirlo, usó a su antojo a Vladimir Montesinos.
El fascismo es la expresión más vulgar de la ultraderecha, es la “dictadura de los ricos” en contra de la “dictadura del proletariado”. Fujimori ha representado, hasta hoy, el populismo de los pobres, hecho que explica su popularidad aún como octogenario. No en vano su Partido, Fuerza Popular, es mayoritario en el Congreso, y hoy tiene como rehén a Pedro Pablo Kuczynski, y sigue avanzando hacia el poder con alguno de los miembros de la “sagrada familia” – Alberto, el patriarca, y sus hijos Keiko y Kinji -.
Los diez años de Fujimori en poder se caracterizaron por una mezcla entre clientelismo y guerra de baja intensidad, según el modelo del Pentágono: ora visitaba los lugares más pobres, provisto de regalos, ora utilizaba los escuadrones de la muerte – caso de La Cantuta y Barrios Altos -.
Cada vez que tenía un problema político, lo solucionaba con represión: en 1992, se atrevió a cerrar el Congreso y reformar el poder judicial.
El fascismo, al igual que el populismo, es muy hábil para ganarse a las masas por medio de la demagogia y el miedo y, sobre todo, denigrando constantemente a los demócratas, (lo hizo Benito Mussolini y Adolf Hitller y, contemporáneamente, Fujimori con el Congreso y los políticos), lo cual explica por qué los idiotas de la antipolítica son los cómplices del populismo de ultraderecha. Es cierto que la mayoría de los ciudadanos apoyó el golpe de Estado de 1992 y, como si fuera poco, reeligió a Fujimori en 1995.
A partir del inicio del segundo gobierno Fujimori, en complicidad con Montesinos, repartía dinero en efectivo a diestra y siniestra, además, se compró los medios de comunicación y fundó una serie de diarios de prensa amarilla para denigrar a sus opositores, así, empresarios, congresales, y otros, eran comprados por la dupla Fujimori-Montesinos.
Hacia el año 2000, Montesinos tuvo que refugiarse en Panamá y, posteriormente volver al país y, finalmente huir en un yate a Venezuela, donde fue reenviado por Hugo Chávez a Perú para ser juzgado; fue condenado a 25 años de prisión; aún ahora, desde el recinto carcelario, comenta sobre política peruana, y sus últimas entregas se refieren a Ollanta Humala y su “muñequita” Nadine Heredia. En una de sus grabaciones aclaró que la rebelión de los hermanos Humala, en Lucumba, fue sólo una cortina de humo para esconder su huida a Venezuela.
Mario Vargas Llosa ha sido acusado por Keiko de tenerle tirria a su padre, a causa de la humillante derrota de 1990. Hoy, el Premio Nobel ha reaccionado por medio de una declaración, firmada por 250 escritores más, frente al inmoral y corrupto indulto, otorgado por el traidor PPK. (Hay que reconocerle al derechista escritor neoliberal que, al menos, tiene el valor de criticar a las dictaduras, sean de derecha o de izquierda.
No terminaremos mandados por un facho pobre, surgido de la nada
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/12/2018