El tema de la corrupción, tan relevado en los últimos años, incluso por cierta transparencia que los mismos medios de comunicación le han dado, no fue tema de la campaña electoral, menos aún en la decisiva segunda vuelta.
Salieron de los periodistas y los candidatos el Sename y el maltrato infantil, el tráfico de personas (en que está envuelto el Presidente del Senado), el prontuario de Piñera (al que Guillier llamó “cosas personales” e intratables), el milicogate, el hurto en carabineros, las antiguas colusiones, las coimas a exministros, exviceministros, senadores y diputados, el dinero a y de ex adversarios a muerte, la inversión de ex revolucionarios en negocios contra revolucionarios, etc,etc.
Parece haber habido un tácito consenso entre las dos primeras fuerzas para meterlo en el refrigerador, y la tercera- el Frente Amplio- trató el tema con sordina.
Tampoco se ha tratado, con posterioridad, el tema de la ancha brecha entre sociedad y política, y en ella el récord de abstención. Nuestro récord mundial de abstención es, nada menos, que de la mitad de nuestra ciudadanía y ése sigue siendo un récord mundial, pero el Director del Servel, que trabajó a gusto, hace poco, con un general fascista actualmente enjuiciado, propagandiza “la alta votación obtenida por el país”.
Nuestro país parece haber olvidado temas esenciales para su marcha: su enorme abstención y su extendida e intensa corrupción.
No hay ningún país del planeta que vote menos que Chile para elegir jefe de gobierno o, más, de estado y de gobierno.
En esta elección estaban capacitados para votar bastante más de 14 millones de ciudadanos y votó un poco más de 7 millones. Menos de la mitad. Más de 7 millones se quedó en las casas.
El nuevo jefe de estado fue elegido por el 26,5%. Poco más de un cuarto de la ciudadanía.
Parece ser que una de las primeras tareas democráticas de las fuerzas progresistas es combatir la abstención. No debe ser que en regiones como la Araucanía menos del 20% ciudadano vote en contra del racismo y la violencia centenaria contra el pueblo mapuche, y que el 80% esté por no votar o por votar a favor del “anti terrorismo de Estado”.
Se trata de que las mayorías sociales, pobres en la región más pobre de Chile, simplemente voten, no esperen otro milagro, voten, que para ello no necesitan inscribirse ni saber leer y escribir. Todos los mayores de 18 años podemos votar.
En cuanto a la corrupción, éste debe ser un tema de permanente denuncia, de exigencia de leyes que la sancionen con firmeza y de posturas políticas claras.
No se debe pactar con partidos que han recibido coimas de las grandes empresas o que se han asociado a ellas. Deben ser tachados de cualquier acuerdo los candidatos y electos acusados de corrupción.
No en todas partes se actúa con liviandad con la corrupción.
En el Perú hay dos ex jefes de Estado presos por corruptos; dos más enjuiciados por lo mismo, y el actual Presidente puede ser destituido por “incapacidad moral permanente”. Este miércoles 20 se realizó en Lima una gran marcha contra la corrupción en ese país. El jueves 21 el Congreso peruano inicia la discusión acerca de la posible remoción de su cargo del Presidente de la República, de PPK (Pedro Pablo Kuczynski), un destacado empresario y político de derecha. Puede ser removido. En ese caso se realizarán nuevas elecciones presidenciales.
¿Alguien cree sinceramente que PPK tiene antecedentes actuales e históricos de corrupción superiores a los del Presidente electo de Chile? ¿O que Fujimori robó más que Pinochet?
La diferencia es que allá la gente está atenta y “las instituciones funcionan”.
A la corrupción social, la de las iglesias, carabineros, ejército, grandes empresarios y políticos de todos los sectores, especialmente de los ganadores de la elección, se suma -después de analizados los resultados de la segunda vuelta- la condescendencia con la corrupción en que ha caído la propia ciudadanía al blanquear y apoyar a los principales corruptos.
En Chile, aparece como imprescindible un despertar y la creación de un gran Frente social y político Anticorrupción, que se movilice en las calles y en el Congreso, para no olvidar, para denunciar y para combatir.