La declaración del Frente Amplio del jueves 30 de noviembre entrega cierta claridad al escenario de la segunda vuelta. No respecto a la coalición ganadora, que ciertamente esa declaración complejiza, sino a las propuestas programáticas de los candidatos Sebastián Piñera y Alejandro Guillier. El rechazo del Frente Amplio a entregar un apoyo explícito al senador independiente es una reacción a la no incorporación por Guillier en su programa de las principales propuestas del FA, éstas como parte de demandas ciudadanas como el fin de las AFP, la condonación del CAE o mecanismos que profundicen la gratuidad en la educación.
Sin la adición de estas demandas en la candidatura de Guillier, la disputa electoral tiene cierta similitud a la de 2013, en cuanto la entonces Nueva Mayoría integró un paquete de reformas al modelo de mercado, que enfrentó a la continuidad neoliberal representada por Evelyn Matthei. El 17 de diciembre volveremos a vivir una segunda vuelta marcada esta vez por una continuidad de las reformas contra una eventual restauración neoliberal.
No hay área que exponga con más claridad la vinculación con los mercados que las propuestas económicas de los respectivos programas. En esta nota comparamos ambos, el de Piñera, de escasas treinta páginas, con el de Guillier, un compendio superior a las doscientas. En ambos observamos una continuidad, con matices diversos, de la institucionalidad económica basada en los mercados.
PIÑERA RECARGADO
El programa de Piñera tiene una introducción que sintetiza de forma clara el pensamiento de la derecha y su visión del país. En un elogio sin condiciones a las políticas neoliberales, afirma que “en las últimas tres décadas fuimos capaces de convertirnos en la nación con mayor ingreso per cápita de la región, con mayor expectativa de vida y con mayor cobertura en educación y salud. Adicionalmente, redujimos la pobreza a la cuarta parte y democratizamos enormemente el acceso a bienes y servicios, como la vivienda, la tecnología y el turismo”. También esta introducción destaca que “dimos paso al surgimiento de una amplia y diversa clase media, que hoy constituye el sector más representativo de nuestra nación, generando con ello un profundo cambio social y cultural”.
Esta alegoría es de un éxito -que surge de la visión levantada por los organismos financieros internacionales y las grandes corporaciones, en cuanto Chile es un paradigma económico para la región y el mundo-, que estaría amenazado por las reformas, idea reiterada por los medios de comunicación y Chile Vamos desde el inicio del gobierno de Michelle Bachelet. La introducción se encarga de repetirlo: “Lamentablemente, en los últimos años hemos perdido el rumbo y el ritmo y nos hemos estancado. Estamos perdiendo el rumbo porque el gobierno de la Nueva Mayoría nos está conduciendo por un camino equivocado. A partir de un diagnóstico erróneo y una ideología equivocada ha puesto en marcha un conjunto de iniciativas mal pensadas y peor implementadas. Y las consecuencias están a la vista: quienes se decían progresistas han detenido el progreso de Chile. Hemos perdido nuestra histórica posición de liderazgo en América Latina”.
El programa piñerista hace uso y abuso de la metáfora de la retroexcavadora como símil de la destrucción. En reemplazo, su comando levanta las ideas de “progreso”, “oportunidades”, “talentos”, las que van de la mano de la creación de empleos, aumentos salariales, crecimiento económico. Para ello se basa en cinco principales prioridades: volver a crecer; seguridad; calidad de la educación; superación de la crisis del sistema de salud; pensiones. Todos y cada uno de estos temas en manos privadas o fuentes de potenciales nuevos negocios.
NUEVA REFORMA TRIBUTARIA
En lo estrictamente económico, Piñera encabeza sus propuestas con una reforma tributaria favorable a las empresas, que podría ser el desmantelamiento de la reforma de Bachelet. El capítulo titulado “Una economía que progresa”, está encabezado por un “nuevo sistema tributario procrecimiento, proemprendimiento y proinnovación”, expresiones que recuerdan la campaña pasada y la Agenda Procrecimiento de Ricardo Lagos para favorecer por medio de desregulaciones al sector privado. Adicionalmente, propone un sistema tributario integrado y simplificado, “con mecanismos de fomento del ahorro y la inversión y tasas de impuestos corporativos que convergen a los niveles promedio de la OCDE”.
Uno de los aspectos más llamativos del programa de Piñera es un ambicioso plan de inversiones en infraestructura. Aun cuando no aclara el origen de los recursos, es predecible que en muchas áreas seguirá la lógica neoliberal de entregar en concesiones las obras. Con una cartera de proyectos por más de veinte mil millones de dólares, prevé una doble vía de Arica a Chiloé, terceras vías en la Ruta 5, rutas costeras y transversales, nuevos aeropuertos, 125 nuevos kilómetros de Metro, trenes de cercanía, teleféricos y un largo etcétera.
Tal como en su anterior gobierno, Piñera ofrece cientos de miles de empleos. No el millón ofertado durante su anterior candidatura, pero cifras similares que no detallan origen, aun cuando sí el mecanismo de la desregulación. De partida, propone una revisión de la reforma laboral y “nuevas iniciativas para fortalecer la creación de empleos” vía una mayor tasa de crecimiento que debiera ser el doble a la actual, estancada en torno a un dos por ciento.
RECORTES Y AUSTERIDAD FISCAL
En el área pública no pueden faltar los recortes. “Reforma a la Constitución para consagrar el principio de la austeridad fiscal”. Un Plan de Austeridad que incluye “el congelamiento de las contrataciones en la administración pública, de gastos y viáticos y horas extras”.
Ninguno de estas propuestas más o menos generales representa un cambio importante en el modelo económico. Sí son una continuidad, con algunos matices, de la lógica neoliberal desarrollada por los gobiernos desde 1990. Aun cuando es posible detectar una profundización de la mano estatal a favor del mercado, como lo es en la insistencia de la reducción del aparato público y de una ley de austeridad fiscal, el resto es un regreso, tal vez hasta nostálgico, a las políticas desreguladoras de la transición. Esto puede observarse cuando en el área de la salud el programa destaca el fin de las listas de espera mediante un sistema de licitación abierta, una extensión de las políticas actuales que tienden a una privatización de la salud pública.
SUPERACION DE LA POBREZA
Piñera propone un nuevo plan de superación de la pobreza con herramientas bastante poco innovadoras, las que básicamente apuntan a algunos subsidios a la contratación de mano de obra no calificada, los cuales se destinan a las empresas, y otras ayudas focalizadas. Agrega subsidios a la mano de obra joven y a los adultos mayores, una manera indirecta de no hacerse cargo del problema de las pensiones de miseria.
La erradicación de los campamentos, que han tenido un sensible aumento durante la última década, responde a la fórmula del subsidio a la vivienda desarrollado desde los primeros gobiernos de la transición. La propuesta del candidato de Chile Vamos apunta a resolver el problema de vivienda de 38 mil familias que no cuentan con una solución habitacional.
ALEJANDRO GUILLIER Y LA CONTINUIDAD ECONOMICA
Osvaldo Rosales, el coordinador programático de la candidatura de Alejandro Guillier, es un economista que estuvo a cargo de la Dirección de Relaciones Económicas de la Cancillería (Direcon) durante el gobierno de Ricardo Lagos, desde donde jugó un papel clave en las negociaciones de los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. Ambos acuerdos comerciales fueron definitivos para consolidar en aquella década la impronta libremercandista de la economía chilena.
El programa de la candidatura de Guillier no sólo es más extenso, sino más claro y detallado que el de Piñera. Más de cincuenta páginas están dedicadas exclusivamente a tratar materias económicas, que van desde la macroeconomía, políticas comerciales, inversiones a empleos. Ninguna de estas áreas, sin embargo, reviste cambios sensibles en las políticas económicas. Con la sola excepción de la intención de impulsar exportaciones con mayor valor agregado, principalmente de servicios, el resto es una continuidad con los anteriores programas de la Concertación-Nueva Mayoría, en tanto tampoco reviste diferencias sustantivas respecto al de Piñera. Por ejemplo, al observar el programa de inversiones públicas, éste reproduce los mecanismos de concesiones a operadores privados, con el consiguiente encarecimiento de los servicios públicos al considerar y permitir que los inversionistas obtengan altas y abusivas tasas de ganancias.
Las grandes inversiones son uno de los aspectos relevantes en materia económica del programa de Guillier. Un fuerte énfasis es posible observar al mencionar obras viales, caminos, puertos, red de Metro, ferrocarriles, banda ancha y otras construcciones. Para ello se hace mención de una necesaria inversión privada, tanto nacional como extranjera. La mención a una mayor “flexibilidad” en la aprobación de los proyectos en varios pasajes del capítulo, nos remite necesariamente a un punto de alta complejidad, como es la tensión entre inversionistas y las comunidades, expresada este año en proyectos de alto impacto ambiental como Andes Iron.
900 MIL NUEVOS
PUESTOS DE TRABAJO
El programa de Guillier prevé un crecimiento del PIB entre tres y 3,5 por ciento para 2018, y tasas superiores para los próximos años. Sobre esta expansión del PIB prevé crear al menos 900 mil nuevos empleos que debieran revertir “la tendencia a la informalidad y la precarización” observada en los últimos años. “Nuestro desafío estará en que con estos nuevos empleos crezca cada año la proporción de asalariados con contrato”, dice.
Diversificación de la matriz productiva. Este es un debate de larga data que no ha tenido avances desde finales del siglo pasado. Chile es un país que basa su economía en la extracción y exportación de recursos naturales, uno de los motivos de los altos niveles de desigualdad y de concentración económica. El programa busca hacerse cargo de este problema estructural de nuestra economía mediante una serie de medidas. De todas ellas, la de mayor relevancia parece ser la propuesta de otorgar al Banco del Estado su rol público de banca del desarrollo. En este aspecto, el programa prevé que sea el Banco del Estado el pivote para las nuevas políticas de diversificación productiva, las que permitirían la creación de nuevos empleos y una expansión hacia otras áreas productivas con mayor valor agregado.
La política comercial enfrenta también este problema productivo, basado principalmente en la extracción y exportación de recursos naturales. El enfoque de su gobierno, dice el programa de Guillier, estará orientado a mejorar las condiciones de acceso a mercados de los sectores no tradicionales, “en especial servicios”, en tanto los actuales tratados de libre comercio, en la mira crítica de muchas organizaciones sociales, “serán revisados en el marco de esta nueva perspectiva”.
Esta área, junto al ambicioso plan de grandes inversiones, es uno de los nodos en el programa económico de Guillier. No pocos economistas han advertido que el estancamiento de la economía, así como sus consecuencias sobre la concentración del capital y la desigualdad social, deriva de un modelo productivo agotado. La decidida promoción de nuevas áreas de la producción, y en especial de los servicios, es un antiguo anhelo de muchos sectores hasta ahora abortado por la misma concentración del capital.
Por último, hay una mención a un sector especialmente sensible, que es el área pesquera tras la aprobación durante el gobierno de Piñera de la Ley de Pesca. Aun cuando Guillier no prevé la derogación de la ley, como demandan los pescadores artesanales y organizaciones sociales, es ya un paso que apuesta a su modificación.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 890, 8 de Diciembre 2017.