1).Han pasado más de 44 años del golpe de Estado cívico-militar de carácter genocida que se impuso a sangre y tortura y constituyó un revés dramático contra el pueblo, el atropello a la Constitución, mediante el derrocamiento del gobierno legítimo, y la inmolación y el gesto de no entregarse del Presidente Salvador Allende.
El bombardeo y el cañoneo contra La Moneda, así como la casa de Tomás Moro, dio comienzo a un régimen tiránico y desató el terrorismo de Estado con montajes. Pulverizaron y se encarnizaron contra seres humanos. Miles de torturados, encarcelados, asesinados, detenidos desaparecidos, crímenes de lesa humanidad, allanamientos, exonerados, exiliados. Se instaló así la barbarie, la impunidad y el despotismo.
Un poco de verdad, escasa justicia, pequeñas reparaciones, insuficiente memoria histórica, en lo que actualmente tenemos. De ahí que este Epílogo es la primera parte, es como una página inconclusa, ya que esperamos más verdad, más justicia, más reparación y avances en memoria para concluir un Epílogo más completo. Aún nos falta mucha información. Falta por condenar a muchos genocidas, que se avance en el reconocimiento de los horrores y las atrocidades a los derechos humanos conculcados, y se honren a los memorables luchadores sociales para que se termine de este modo con las impunidades.
La represión ejercida contra el pueblo, sus organizaciones y familias, fue una acción de bandas armadas del Estado, en forma planificada y sistemática, cuyo objetivo primero fue inmovilizar y aterrorizar a los chilenos, desarticular las organizaciones sociales, asesinar con bestialidad a dirigentes políticos anti-dictatoriales y o clandestinos. Todo aquello, con el objetivo central, que consistió en instalar un sistema y modelo de sociedad ultra-capitalista y neoliberal al servicio de los poderosos amañadores de la historia.
Para que Chile sea democrático, debe regirse por una constitución democrática y representativa de la voluntad popular. Sin embargo, aún nos oprime una institucionalidad castocrática creada y heredada de la tiranía. Ningún criminal ha sido degradado. Muchos victimarios se dedican al saqueo en sus pensiones millonarias que las paga el pueblo de Chile. Mientras que los ausentes yacen junto a sueños y esperanzas. Recordar a las víctimas y a los perseguidos es un pequeño acto de justicia y reconocimiento, ya que el pasado aún es presente, mientras no exista verdad, justicia y reparación. La verdad fragmentada para que las graves violaciones a los derechos humanos queden superadas y se de vuelta la hoja, el privilegiar el consenso unilateral, es también impunidad.
Durante 17 años obligaron a nuestros familiares de los “supuestos seres humanos” a demostrarla existencia legal con testimonios, certificados de nacimiento o de estudio, fotos, actas matrimoniales, carnet escolares, ya que los opresores denegaban y negaban hasta su existencia terrenal. No reconocer los horrores implica ser cómplice de hechos deleznables contra la humanidad.
Hemos debido enfrentar incluso el silencio de algunas víctimas que aún tienen miedo, o que intentan olvidar sus dolores y sufrimientos, o los que dicen no saber, no creer, que ocultan sus responsabilidades y pregonan el olvido, la impunidad, la desmemoria, la amnesia colectiva y optan por el blanqueo. Además, las penas de los criminales no se condicen con la gravedad de los delitos. Los subterfugios de la media prescripción es también impunidad. La impunidad es el principal obstáculo para el correcto devenir de las políticas de memoria.
La impunidad no es sólo jurídica o penal, sino que también se expresa en términos comunicacionales, culturales y en la coligación del elitazgo.
2. Nuestro libro es una escritura memorialista de investigación participativa, un compilado plural de testimonios escritos y descritos, recuerdos e historias de vidas. No hay ortodoxia literaria. El sujeto es diverso (los hablantes) se sitúa en territorios. Es un esfuerzo social unificador de profundo sentido y conciencia colectiva. Es cultura transformadora producto de la práctica social. Es palabra escrita y publicada desde lo vivido y desde nuestra identidad. También desde los dolores, como parte de un proyecto para legar construcción social de memoria, acción y cambio.
Al olvido se le derrota con memorialización, continuaremos pronunciando y escribiendo sus nombres, difundiendo sus imágenes y rostros, con obras de teatro, canciones y poemas, de sus recuerdos y vivencias. Incluso en los amargos centros de tortura, torretas y cárceles, se impuso la camaradería, el compañerismo solidario y fraternal de los resistentes.
También los nombres de los delatores, chequeadores, analistas, verdugos y ejecutores de los horrores, asalariados por el Estado y agentes de exterminio, deben ser públicos. Hay que demoler los “pactos de silencio” de jefes, ejecutores, torturadores e informantes de los escuadrones operativos de la tiranía. En el establecimiento de la verdad se avanza con dificultad, incluso a contracorriente, y es eso lo que explica la demora en las investigaciones, contra las mentiras, la destrucción de pruebas y extraños suicidios, que intentan borrar toda huella de lo ocurrido.
Transcurridos 44 años, para los civiles de derecha. Ayer activos protagonistas de violaciones a los derechos humanos. Son incapaces de justificar secuestros y trituración de personas, desapariciones de prisioneros, ley de fuga, falsos enfrentamientos, violaciones a mujeres, envenenamientos, cambios de nombres de calles y poblaciones, quemas de libros y seres humanos, represión del pensamiento crítico. Pero recurren a su añosa edad para zafar de su deshumanizado accionar. Dicen padecer de enajenación mental, demencia senil, desorientación y confusión. Afirman tener Alzheimer. Los arrogantes, lloriquean a sus familias y piden compasión y misericordia. Palabras que no conocen. Los terroristas de Estado confiaron que la tiranía seria eterna contra el pueblo.
El secreto por 50 años de los archivos Valech impide la acción de la justicia. El secreto viola flagrantemente la propia Constitución dictatorial, las leyes y los tratados internacionales de los que Chile es Estado Parte. Esta disposición fue cuestionada por ministros de Corte y por las organizaciones de Derechos Humanos. Va en la dirección contraria de la Comisión Rettig, que al conocer los delitos de ejecución y desaparición forzada de personas, envió a los Tribunales de Justicia todos los antecedentes recogidos para que se iniciaran las investigaciones judiciales.
Asegurar el secreto sobre los datos de los agentes perpetradores del Estado, de delitos de lesa humanidad, imprescriptibles e inamnistiables, es impunidad. Hoy, más de un centenar de genocidas se encuentran condenados y recluidos en Punto Peuco. Otros cuantos han sido procesados y condenados a penas irrisorias. Hay una parte de criminales que están en libertad con medidas de prescripción. Todos ellos, sin excepción, hacen uso irregular de recursos del Estado. Algunos se han jubilado por “estrés post traumático”, por secuelas de la tortura que aplicaron a los ex prisioneros y prisioneras. Es estrés causado por los asesinatos, la tortura y la desaparición de los nuestros.
Cinco mil novecientos uniformados en retiro perciben, además de su pensión, las pensiones llamadas “de inutilidad de segunda clase”, es decir, por estrés post traumático. Contrario a ello, las y los sobrevivientes torturados siguen luchando por obtener una reparación digna. Hay demasiada ingratitud con los nuestros.
3. La memoria es una construcción social colectiva, “o hay más memoria o hay más silencio”. Con memoria asumimos lo sucedido, con silencio lo ocultamos, dejando abierta la posibilidad de su repetición futura. Hay demasiado silencio entre los civiles colaboradores de la dictadura, hoy activos en la política, la educación, la salud y los negocios, entre otros ámbitos. Intentando mimetizar y minimizar su proceder o complicidad tras algunos uniformados inculpados. A sabiendas que jamás podrán reivindicar los crímenes ante sus hijos, nietos y la historia.
Pretendemos que nuestros textos y las imágenes en nuestra investigación sean literales. Nuestros textos no son una historia de la tiranía. Utilizamos fotografías (muchas de ellas) antiguas, como registro de memoria, ya que las imágenes hacen que los hechos sean memorables. Seguimos luchando para mantener viva y presente la memoria de los nuestros, de nosotros y nosotras. No construiremos memoria histórica sólo con información histórica. No necesitamos sólo una relectura de nuestro pasado, sino una interpretación dialéctica, con proyección y acción. Desmitificar contribuye a un crítico trabajo investigativo.
También buscamos hacer frente a los intentos de des-memoria histórica impuesta con el apoyo de algunos medios des-informativos que fueron parte de la dictadura y con la indiferencia de medios, incluso pro-gubernamentales. Algunas de las consignas de los agentes pro-impunidad son: “por algo será”, “algo habrá hecho”, “eso pasó hace muchos años” y “hasta cuándo seguirán en lo mismo”. A los jóvenes “tú no lo viviste”, “el contexto y los excesos”. Lo que pretenden es lograr ausencia de justicia y de castigo a los culpables del genocidio institucionalizado.
En Chile los sitios de memoria no están en la legislación vigente, sólo el 2% son calificados como monumentos nacionales. Nuestro Memorial en la Provincia Cordillera, es un “Monumento Nacional en la Categoría de Monumento Publico”.
Este libro es un análisis crítico de una importante producción escritural y territorial, el relato testimonial sustentado en la memoria de los protagonistas de los hechos que aún recuerdan. Somos partícipes y testigos de los acontecimientos narrados, una investigación histórico-social con un estilo comunicacional entendible para el pueblo.
La violencia contaminó nuestro presente, a través de un estilo de vida que es urgente transformar. La institucionalidad de la dictadura se basó en una trilogía: la tortura, el modelo económico y la Constitución del 80. ¿Cuánto de cambio y cuánto de herencia hay de esa trilogía?
No se trata sólo del reconocimiento colectivo del pasado, sino de lograr propuestas públicas que apunten a la promoción de los derechos humanos de manera integral. Los esfuerzos de los que luchan contra el olvido, encuentran dificultades y obstáculos que se dan en todos lados, por parte de los que instan a inmovilizarnos. Hay que impedir el olvido y luchar por la verdad por dura que ella sea. Somos una corriente de opinión y de práctica social que cada 11 de septiembre y otras fechas históricas estamos recordando a nuestro Compañero Presidente y a todas y todos nuestros caídos/as. La memoria es un deber.
Ricardo Klapp Santa Cruz