Cuando la desesperación que provoca tan sólo sospechar una derrota, destapa a veces lo peor de la maldad en política; las aberraciones desglosadas de mentiras, de inventos y de actos abiertamente sediciosos cobran forma. Ya sabemos –porque una vez ocurrió- cómo terminan esas situaciones.
¿Recuerda el “Plan Z”?, se trató de una atroz falacia creada por dos insignes miembros de la más vetusta derecha en su batalla contra el gobierno de la Unidad Popular luego del fracaso electoral -derechista y democristiano- en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, donde la Unidad Popular obtuvo más del 44% de los votos, aguándoles el plan desestabilizador a sus adversarios
Años después uno de los mismos “creadores” reconoció que fue sólo una deleznable argucia para derribar al gobierno de Allende. La confesión llegó muy tarde; miles de chilenos ya habían sido asesinados por los criminales agentes de la DINA y la CNI. He ahí un ejemplo de lo dicho respecto a la desesperación que provoca en materias políticas puede provocar –en ciertos sectores- la mera sospecha de una derrota.
Algo está comenzando a tejerse con la misma lana. Tanto los palillos como los tejedores pertenecen a las mismas tiendas partidistas que antaño montaron la “mise en scene” para el desarrollo de la sedición y el golpe de estado.
Hasta antes de los comicios de la primera vuelta electoral el 19 de noviembre, la derecha y sus abanderados solían sonreír ante aquello que consideraban una “carrera corrida”, y todo lo relacionado con el evento electoral lo consideraban republicano y demostrativo de una sólida democracia institucional. Los resultados que obtuvieron en esos comicios presidenciales –sólo el36% en el caso de Sebastián Piñera- les borraron las sonrisas apretándoles el alma frente a la posibilidad de una derrota en el balotaje, pues aún sumándole la votación del ultra derechista José Antonio Kast (8%), el resultado final es incierto para ellos.
Entonces, comenzó la conocida ópera prima derechista que sus adherentes y dirigentes suelen reeditar cuando la cosecha de votos les es mezquina. La democracia ya no es tan sólida, el republicanismo es un sistemita inquietante, las elecciones fueron un fraude, hubo trampas en muchas mesas de votación… y así comienza la obra.
Una semana después de esas elecciones de primera vuelta, con un desparpajo insolente asentado en irresponsabilidad, Piñera declara en una entrevista radial: “lo que vi en día de elección y apareció en los medios de comunicación es que a la gente le pasaron los votos y ya estaban marcados por Guillier o Sánchez”. Una gravísima acusación, hasta ahora carente de todo fundamento, que el candidato lanza pocos días antes del balotaje. Una píldora más en esas campañas del terror que la derecha acostumbra realizar cuando sospecha derrota. Técnicamente, la denuncia es absurda; políticamente (ya lo sabemos) es inquietante, peligrosa.
Los resultados de la primera vuelta parecen ser los responsables de que Piñera y su comando perdieran los estribos en esta cabalgata, pues las denuncias de fraude deben realizarse de manera oficial y con pruebas contundentes. El conocido analista político Patricio Navia, en su programa en Radio Concierto, fue categórico: “Hay que entregar nombres, locales de votación y mesas. Acusación de fraude electoral es muy grave”.
Por cierto, el candidato Piñera ha estado acompañado en estas acusaciones al voleo. Felipe Kast respondió así en una entrevista reciente:
Periodista: “¿usted cree que sus adversarios pueden robar la elección?” F.Kast: “De todas maneras”.
Todo suena entonces a que la derecha ya está haciendo maniobras oscuras para desconocer los resultados del balotaje si ellos le son adversos. Aprovechando que ella maneja y controla a placer la mayoría de los medios de prensa escrita, hablada y televisada que existen en el país, está preparando el terreno político con acusaciones de fraude si la derrota es cierta.
En muy pocos días la situación varió fundamentalmente, pues los abrazos y declaraciones triunfalistas –que habían sido la tónica de una deslavada campaña general- fueron opacados por el alza de sentimientos opositores a la candidatura de Piñera. Tanto sus torpes declaraciones como la multiplicidad de datos y hechos que han ido saliendo a la luz pública en redes sociales y en la escasa prensa que no pertenece a los consorcios conservadores, fueron restándole apoyo y a la vez inclinando la balanza en algunos grados hacia su adversario principal, Alejandro Guillier, quien ha ido de menos a más, y ahora amenaza el triunfo piñerista.
Entre esos hechos que juegan en contra del especulador financiero, podemos contar aquel del fideicomiso ciego, una pésima excusa de don Sebastián porque incluso la Cámara de Diputados ya estableció que él siempre tuvo conocimiento –siendo Presidente de la República- de la compra de acciones de la pesquera peruana EXALMAR, compra realizada a través de BANCARD en pleno proceso del juicio Perú-Chile en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. La ciudadanía entendió entonces por qué Piñera se negó tajantemente a entregar a la Fiscalía sus correos electrónicos. Y ahora teme que un gobierno de centroizquierda más pronunciada, pueda obligarle a entregarlos, con lo cual también sería posible demostrar que hubo cierto grado de traición a la patria. Y eso sí que es grave.
¿Cómo es esto? La derecha siempre dijo que la Nueva Mayoría era de izquierda; pero ahora siente gran temor por un posible gobierno “de izquierda”. Con ello, la derecha confirma que la Nueva Mayoría es sólo socialdemócrata, algo que muchos han venido afirmando desde siempre.
El electorado está al tanto de las severas contradicciones que el candidato en comento ha tenido en estas últimas semanas. Durante años (sí, años) fue un severo oponente a la gratuidad en educación, u defensor a ultranza de lo que él llamaba “el derecho que los padres tienen para pagar la educación de sus hijos”.
Pero, el 36% de la votación obtenida en primera vuelta le hizo girar en redondo, borrando lo dicho durante tanto tiempo. Luego de una breve reunión con su ex adversario político (también derechista) Manuel José Ossandón, declaró que en su gobierno, si la economía lo permitía, legislaría respecto de la gratuidad.
De inmediato, Felipe Kast anunció que él no votaría a favor de esa idea, por mucho que hoy Piñera diga a los cuatro vientos que “ha escuchado la voz de la gente”. Pero, Kast es otro que bien se las trae, pues siempre ha sido un decidido opositor a todo tipo de aborto, pero ahora, con la posibilidad –aun remota- de una derecha derrotada en el balotaje, hace llamados desesperados a electores que están de acuerdo con la ley de aborto tres causales a sumarse a la oferta presidencial de Chile Vamos. Vale decir, llama a la gente a traicionar sus propias decisiones.
A todo lo anterior, súmese una opinión que comienza a consolidarse en la mente de muchos electores, y dice relación con la principal bandera de marketing de la derecha. Es cierto, es innegable, que el socialismo en sus 70 años de presencia gubernativa en la ex Unión Soviética, fracasó económicamente. Pero, en estricto apego a la verdad, el capitalismo también ha fracasado rotundamente, pues pese a su dominio absoluto lleva más de dos siglos de existencia y aún no ha podido derrotar a la pobreza, ni acortar severamente las brechas económicas, ni terminar con las hambrunas que estragan a muchas naciones en el planeta, y menos aún ha sido capaz de acabar con las desigualdades y las injusticias sociales. Por el contrario, no sólo las produce, sino también las ha incrementado.
En resumen, la candidatura de la derecha, la de Sebastián Piñera, se encuentra en peligro de fracasar en el balotaje. Ello ha hecho que ciertos sectores y determinados dirigentes pierdan la calma saliendo en estampida a regar el campo con declaraciones apocalípticas, algunas de las cuales caen en terrenos de la sedición. ¿Qué están fraguando ante una probable derrota con esta inaceptable teoría de la conspiración?