Vivimos en sociedades patriarcales, misóginas y machistas; como resultado de este patrón, la violencia contra las mujeres es sistemática y estructural. Y también, por más indigno que sea es una violencia normalizada porque la mujer sigue siendo vista como un objeto que le pertenece a quien lo compra.
Por esa razón vemos a padres, hermanos, abuelos, amigos, amantes, compañeros, creyéndose dueños de sus hijas, hermanas, nietas, amigas, amantes, compañeras. Y lo mismo con los desconocidos, se creen tan dueños de cualquier mujer que se sienten con la libertad de poder excluirlas, insultarlas, golpearlas, violarlas, asesinarlas y desaparecerlas.
Una violencia sistemática y estructural que comienza con el “es una niña” y termina en feminicidio. Si se nace mujer, se nace con todo en contra. Violencia que nos dice que las niñas juegan con muñecas y de casita. Violencia que nos dice que los niños pueden practicar deporte y las niñas no, porque el deporte es para niños y las niñas que limpien la casa. Violencia que nos dice que los hombres de la casa van a la escuela y las niñas no, porque su función en la vida es casarse, tener hijos y atender el hogar.
Violencia que nos dice que pocas mujeres logran poder acceder a la educación superior, porque esa violencia sistemática sigue pensando que la mujer es un objeto y como objeto no piensa, no siente, no actúa y no tiene derechos. Violencia que dicta que el papel de la mujer en la vida es abrir las piernas y criar hijos. Punto.
Una violencia que también ejerce la mujer contra la mujer, cuando unas dicen creyéndose castas, puras y santas, que las otras merecían ser violadas por: putas, alcohólicas, calientes, rogonas, provocadoras, cascos ligeros, promiscuas y drogadictas y, avalan con esto el patriarcado del cual también forman parte y ayudan a alimentar. Ignorando que al exponer a una mujer al escarnio público de la doble moral por su comportamiento y estilo de vida, también se exponen ellas que pertenecen al mismo género.
Una violencia estructural que alimenta un sistema que manipula, excluye y violenta a las mujeres en todos los niveles de la sociedad. Una violencia que dice que las mujeres no pueden decidir sobre sus propios cuerpos, y que ese cuerpo no le pertenece, le pertenece al escarnio público y al señalamiento de la religión. Por eso se sigue negando el derecho al aborto.
La violencia contra la mujer tiene varios rostros, innumerables formas por eso muchas veces es imperceptible, se disfraza de sutileza cuando muchos creen que halagan cuando en realidad lo que hacen es violentar con el acoso callejero.
Violencia estructural y sistemática que sigue negando atención médica, educación y oportunidades de desarrollo a mujeres. Un sistema de justicia patriarcal, misógino y machista, con jueces machistas, con fiscales machistas, con abogados machistas, con policía machista, con condenas inexistentes porque las decisiones se toman desde la misoginia que es el odio contra la mujer. Violencia obstétrica que irrespeta a la mujeres cuando están pariendo. La que la señala por cómo se viste, actúa y vive.
Hablar de violencia contra la mujer es hablar del inicio del tiempo.
Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Lucha que inició en 1981, para conmemorar la fecha en que fueron asesinadas (en feminicidio) en 1960, las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, en República Dominicana por órdenes del dictador Trujillo. Desde 1999 las Naciones Unidas llaman a los países del mundo a pronunciarse contra la violencia contra mujer.
Sin embargo dado que la violencia es estructural y sistemática, lo que tenemos que cambiar es el sistema, los patrones de crianza, porque como decía al principio, el feminicidio es la expresión más atroz del patriarcado sobre la mujer, pero inicia con la exclusión y la degradación solo por su género.
Para erradicar los feminicidios tenemos que erradicar el patriarcado, para erradicar el patriarcado tenemos que cambiar el sistema. Para tener sociedades equitativas e igualitarias, en derechos y obligaciones, tenemos que arrancar de raíz el patriarcado.
Un ejemplo de violencia contra la mujer, que es subliminal, es la de pareja, cuando es la compañera la que se opera para no tener hijos, porque el compañero como es hombre jamás se haría una vasectomía porque perdería la hombría. Estereotipos del patriarcado.
La violencia contra la mujer es tema en el que debemos insistir, y que nos compete a todos, en todas las capas de la sociedad, a los urbanos y rurales, porque es obligación de todos erradicar el patriarcado, la misoginia y el machismo.
Empezando por dejar de llamarles culos a las mujeres, al referirse a ellas.
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