Aunque el favoritismo del ex mandatario conservador Sebastián Piñera señala a priori un cambio de color político en Chile, en cualquier caso las cuotas de poder aparecen en la mira de las elecciones dominicales. El foco de la jornada de mañana está puesto en la pugna por el sillón principal del Palacio de La Moneda, pero al mismo tiempo la lucha es por algunos puestos de senadores, renovación de la Cámara de Diputados y cargos judiciales.
Habrá 43 mil 52 mesas electorales repartidas en dos mil 136 locales de votación, responsables de recibir las papeletas de los chilenos a partir de las 08:00 hora local hasta las 18:00 horas, cuando comenzará el conteo de los sufragios.
Junto con los aspirantes a La Moneda, con Piñera al frente y el senador independiente Alejandro Guillier como eventual rival en segunda vuelta, otros seis contrincantes estarán en la liza electoral, además de 132 aspirantes a senadores y 960 a diputados.
El equilibrio parlamentario será también otra medición importante. Pese a los contratiempos y en ocasiones falta de cohesión, la presidenta de la República, Michelle Bachelet, ha contado con un Congreso Nacional afín.
Salvo las municipales de hace un año, no hay otro elemento para ofrecer un pronóstico certero. Sin embargo, la centroderecha ya enseñó en esa prueba en las urnas que su peso es mayor en la actualidad.
Están convocados a ejercer su derecho al voto unos 14 de los 17 millones de chilenos, pero las predicciones más optimistas señalan que con suerte acudirán a las urnas alrededor de 6,7 millones.
El panorama de los sondeos se ha mantenido estable con vientos en un sólo sentido, a favor del magnate multimillonario Piñera, sin que en algún momento en los últimos 10 meses haya visto amenazado su liderazgo.
En sus más recientes declaraciones subrayó que con un punto porcentual de ventaja se sentiría satisfecho y con 10 muy contento. De todas formas él sabe que los sondeos marcan una brecha del 10% sobre Guillier.
Ferozmente criticada por la derecha y con bajas cotas de popularidad en varias etapas de su mandato, Bachelet termina con reformas a mitad de camino en algunos casos, pero con buena parte de sus promesas cumplidas.
Navegar en aguas turbulentas en una nación de corte conservador y todavía fracturada 44 años después del sangriento golpe de estado que depuso a Salvador Allende, dejó insatisfacciones de uno y otro lado.
La oposición culpa a la gobernante de hacer reformas sin asideros sólidos y de hundir a la economía, mientras parte de la izquierda la critica por eludir un enfrentamiento más profundo al mercado y de no ser más vertical políticamente.
De todas esas cuitas se ha beneficiado Piñera. Aunque lo niega, es evidente que apenas salir del Palacio de La Moneda en 2014 comenzó a prepararse para su regreso al máximo cargo en Chile.
Sin embargo, algunos sectores no dan por perdida la contienda y se aferran a la idea de que en una segunda ronda o balotaje, la centroizquierda pudiera dejar atrás sus escisiones y volcarse en apoyos, presumiblemente para Guillier.