Este jueves 16 de noviembre, se cerraron, casi al unísono, las campañas electorales para alcanzar la Presidencia de la República y regir el aparato del Estado desde el poder ejecutivo.
El poder del Estado es más bien simbólico. El Estado chileno, levemente modificado desde el fin de la dictadura, tiene atadas las manos, para darle más terreno y poder a la oligarquía mundial gringo-china y a los grandes empresarios “nacionales”.
El Estado ni siquiera puede, según la Constitución de Pinochet, emprender, no maneja servicios públicos como el agua, la luz, el mar, los caminos, los puertos, las aerolíneas o alguna de ellas, y escasamente influye en las fuerzas armadas, que mantienen gruesas autonomías con respecto al gobierno electo y a los llamados poderes del Estado.
Un Estado debilitado además porque sus autoridades electas por la ciudadanía lo serán por el 20 ó el 30% de ella. Por unos 3 millones de 15 millones de ciudadanos.
El Estado, y todo el poder económico, está, además, carcomido por la corrupción. En un estudio hecho recién por la OCDE, aparece la sociedad chilena como una de las que más percibe la corrupción. El 82% de las chilenas y chilenos percibe que el conjunto de los políticos es corrupto. Sólo el 18% percibe que algunos no lo son. No que no hay corrupción sino que algunos no son corruptos. El 82% cree que todos lo son.
El Estado está carcomido por la corrupción y la sociedad por la desesperanza.
Ya no hacemos caso a los que nos llaman a tomarnos La Bastilla o a asaltar el Palacio de Invierno.
Unas 25 mil personas se movilizaron en el total de los cierres de las campañas presidenciales.
El Chile político se desinfló.
En el cierre de la Campaña del NO en 1988, en un Chile con menos habitantes y ciudadanía, un millón de personas se reunió desde el Parque O´Higgins hasta el paradero 25 de la Ruta al sur, más de cincuenta cuadras casi cuadradas.
Al 60% de chilenas y chilenos de hoy no les interesa que Piñera sea o no Presidente de Chile. Les da lo mismo.
Si Piñera saca alrededor de 3 millones de votos el domingo 19, tendrá más de 50% de los que voten y será nuevamente Presidente. Con poco más de 2 millones de votos pasará en primer lugar a segunda vuelta.
La noche del 19 de noviembre puede ser nuestra noche de los cuchillos largos.
Todos los dirigentes progresistas serán responsables, desde Goic hasta Artés.
Después de la derrota universal escucharemos algunos gritos rebeldes apuntando a que ¡la abstención nos hará libres!
Falso.
Ese voluntarismo inútil y disperso que sacraliza la agudización de las contradicciones es suicida.
La agudización siempre en Chile ha terminado en masacres populares, en represiones estatales. Nunca, nunca, habrá una correlación de fuerzas militares y político-sociales en favor de los desposeídos en el siglo XXI. Nunca.
Felicitemos a los que voten a pesar de todo y no por Piñera ni por Kast.
Votemos, si les parece, por el mal menor.