Mientras a nosotros, los informativos corporativos nos bombardean con noticias sobre Venezuela: que la hambruna, que la dictadura de Maduro…, en el resto del continente se vive la embestida del neoliberalismo.
Mientras nosotros, “no queremos ser como Venezuela” en nuestros países se llevan a cabo desfalcos millonarios, mueren cientos de niños por desnutrición, se llevan a cabo limpiezas sociales, nos mantienen atemorizados con la violencia común que en realidad es violencia institucionaliza, se realizan robos de tierras por parte de los gobiernos y las oligarquías; con esto oprimiendo a las comunidades que las habitan y si es necesario haciéndolas desaparecer.
Los ecocidios abundan, pero nosotros urbanos, capitalinos, no nos damos cuenta o más bien, volteamos para otro lado porque es más cómodo: tenemos los ojos puestos en Venezuela, porque no queremos ser como ellos, nos han dicho que allá se vive un infierno de dictadura para que no nos demos cuenta que la dictadura en realidad la estamos viviendo nosotros: eso es el éxito del capitalismo y del modelo neoliberal que nos han impuesto post dictaduras en América Latina: somos esa masa amorfa que no piensa, no analiza, no cuestiona, no actúa y sobre todo solapa el abuso con su doble moral, su fe y su machismo. Porque sepan lindas flores, sin afán de marchitarles los pétalos, el capitalismo y el neoliberalismo son machistas, misóginos y sobre todo patriarcales.
Si vivimos en un modelo patriarcal los resultados son patriarcales, por eso vemos el genocidio de miles de mujeres alrededor del continente, el ataque constante a la comunidad LGBTI, a los Pueblos Originarios, a los parias. Por eso vemos a las masas exigiendo la pena de muerte, no para genocidas o culpables de crímenes de lesa humanidad, si no para los parias y si pudieran también la pidieran para los Pueblos Originarios, la comunidad LGBTI, las mujeres que quieren abortar, para todo aquel que no calza en un sistema machista, misógino, clasista, cachureco y solapador.
Mientras a nosotros nos lavan el cerebro con informativos de última hora, en los que Maduro aparece como el dictador más feroz del continente, en México, Peña Nieto ha llevado el genocidio de migrantes como su carta de presentación para agradar al hermano país del norte. También atentando contra su propio pueblo en una farsa de lucha contra el narcotráfico. ¿Quieren saber de robos de recursos naturales? Quiten sus ojos de Venezuela y volteen hacia sus propios países. ¿Corrupción? También ahí mismo, en casa, no tienen que ir tan lejos.
Mientras nosotros despotricamos contra Venezuela, en el triángulo norte de Centroamérica, allá se ha impuesto la copia del Plan Colombia, ni decir de las masacres y las fosas clandestinas en Colombia, la cantidad de asesinatos de líderes comunitarios, de defensores de derechos humanos. Un presidente que habla de paz mientras presta su territorio para que tropas estadounidenses y colombianas traten a acorralar a la Venezuela que le ha dicho no al AlCA. Cuando Suramérica pintaba para ser un jardín florecido en primavera eterna. Fíjese usted, ahí nomás, Colombia tiene el Plan Colombia que es una surte de dictadura espontánea, como el Plan Alianza para la Prosperidad, el Plan México, Plan Frontera Sur, Plan Maya-Chortí…, y así cada país de Latinoamérica conforma un plan con Estados Unidos. Menos Cuba, Venezuela, Bolivia y sabrá el sereno si a estas últimas instancias Ecuador que está en vilo.
Era un lujo vea usted, cuando Brasil formaba parte de los BRICS. Era cuando el alba se llenaba de ese rocío dulce de la mañana, y mientras aclaraba se pensaba en la inclusión de Argentina.
Mientras nosotros decimos que queremos una Venezuela libre, en Brasil se lleva a cabo la implementación de la dictadura de Temer: un retroceso de derechos humanos y laborales y ataque sistemático contra la comunidad LGBTI. En Argentina la gente entendió perfectamente que “la patria es el otro” y no quiso compartirla, como azadones dijeron, todo mío, nada para compartir; los resultados hablan por sí mismos.
En Ecuador está en peligro la Revolución Ciudadana y si el pueblo no despierta a tiempo les pasará las del resto de continente y después llorarán las nostalgias de los tiempos bien habidos.
En el sur, Perú y Chile, en el Caribe una República Dominicana y un Puerto Rico llegando al estado de calamidad de Haití. Haití, que nadie por ella. Allá solita ella y su miseria.
No es a Venezuela a la que tenemos que salvar, tenemos que salvarnos nosotros mismos, saquemos las narices de Venezuela y actuemos en nuestros países. Es en nuestros países donde se han instalado las dictaduras del nuevo modelo: las que llevan las decisiones de los jueces afines al poder del capital. Viene con las decisiones de la Corte Suprema de Justicia, con las legislaciones de congresistas. Con leyes que benefician a las oligarquías y a las clicas criminales pero no a los pueblos.
Ese nuevo modelo de dictadura que nos distrae de lo vital para que andemos atrapando moscas en lo insustancial.
Como en la primaria, hagamos un ejercicio de tiempo-espacio. Tiempo y espacio, es decir: veamos a nuestro alrededor, ubiquémonos, andemos en él, reconozcamos en dónde estamos parados, actuemos sobre las causas que en realidad nos competen, dejemos a Venezuela en paz, que allá sabrán cómo manejar su propio tiempo y espacio. ¿Queremos liberar un país? Bueno, pues que sea el nuestro que está en carne viva y siendo mancillado por los más ruines de sus hijos. Porque no es tanto el gringo que lo compra, es el hijo que lo vende.
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