Noviembre 15, 2024

El autoritarismo franquista

Lo que está sucediendo en España es de terror; también es una lección de alto calado para los países donde resida el autoritarismo como gobierno. En México, por ejemplo.

España es un Estado que nunca ha alcanzado a consolidarse como tal. Francia, Alemania o Italia y muchos otros países pudieron reunir numerosas regiones diversas e integraron estados considerablemente cohesionados; no así el trémulo Estado español.

 

 

Cuando en medio de la vergüenza pública el rey Juan Carlos hubo de abdicar en favor de su descendiente varón (claro, varón), reapareció con viveza el debate público sobre la forma del Estado: ¿monarquía o república? El debate terminó por ser acallado, pero no resuelto; y España quedó como monarquía parlamentaria. El símbolo negro en que fue convertido el sustantivo república sigue cabalgando la política española.

Tampoco se ha resuelto nunca la integración, consensuada de fondo, de las nacionalidades que están dentro del territorio del espasmódico Estado español, pese que están reconocidas por el artículo 2 de la Constitución. Manuel Fraga, uno de los padres de la actual Constitución (1978), escribió: es un hecho indiscutible de que nación y nacionalidad es lo mismo. Gregorio Peces-Barba, otro de los padres, dijo en un discurso de debate para la aprobación de la Constitución: “Primero, nosotros hemos dicho en comisión, y lo afirmamos de nuevo aquí [en el pleno], que el término ‘nacionalidad’ es un término sinónimo de nación, y por eso hemos hablado de España como nación de naciones”. Otros padres, como Miquel Roca y Jordi Solé Tura, se expresaron de forma similar. Es, claro, también una posición ampliamente mayoritaria en la sociedad. Pero el PP gobernante permanece callado o actúa en contra, de manera fulminante, como lo hace en estos días. El PSOE, también, al actuar codo con codo con el PP. Ambos partidos organizaron el bipartidismo neoliberal, hoy en quiebra política, especialmente hacia el futuro.

A finales de la semana pasada, quien fue una suerte de símbolo de la transición de la dictadura de Franco a la monarquía de Juan Carlos de Borbón, Felipe González, dijo en Buenos Aires, con cinismo indescriptible: Imaginen que la gobernadora de Buenos Aires lleva a la legislatura de la provincia el ejercicio del derecho de autodeterminación para separar a la provincia de Buenos Aires del Estado argentino. Esto es lo que ha hecho [el Govern de Cataluña]. Un ejemplo típico de la desvergüenza con que está hablando cotidianamente el poder central constituido en España. ¿Buenos Aires es a Argentina lo mismo que Cataluña o el País Vasco es a España? Y dijo más: Si Rajoy hubiera actuado políticamente, incluso en la aplicación del 155, que es pura política, y lo hubiera hecho a tiempo, no estaríamos desencadenando los inevitables procedimientos penales. Fuerzas políticas de menor peso, como Podemos, han estado demandando que no se judicialice la política; a esos reclamos Felipe González responde que el 155 es pura política. Podemos ha insistido en otra idea de la política: el arte de dialogar para construir consensos. Para González es el arte de hablar de democracia y actuar como Franco. Debajo de la noticia sobre el exabrupto de González, un lector escribió: La política es el timo de los políticos para vivir del cuento. Mirar a Felipe González.

Juan Luis Cebrián fue ejemplo de modernidad y progresismo al fundar el diario El País dos años antes de que se aprobara la Constitución. Por lustros El País fue ejemplo sobresaliente especialmente para el mundo de habla hispana. Hoy Cebrián es un millonario, dueño principalísimo de una empresa multimedia, que funciona como agencia de propaganda desvergonzada del gobierno del PP. Tal señor escribió en su periódico, este fin de semana: Los tintes churriguerescos y bananeros que el presidente Puigdemont y su banda de los cuatro han impreso en la política del antiguo principado, amenazan ahora con convertir el vodevil en tragedia, como sucede a menudo en los carnavales de Río de Janeiro. Porque ante lo que nos encontramos no es sólo ante una declaración de independencia de un territorio, sino ante la más seria amenaza contra la democracia española desde que se aprobó la Constitución. Este espécimen, hoy académico de la lengua, implica como referencia a Brasil, de ese modo; Brasil, el mayor país de América Latina. La arrogancia bananera de Cebrián, como la de cualquier bananero de los descritos por Alejo Carpentier. La democracia española, esa que se ha negado por años y años a debatir y a resolver el problema de las incuestionables identidades nacionales.

El conflicto catalán, provocado por el Govern, y respondido desde los fondos franquistas más evidentes con encarnecimiento sin medida, ha sumido en el pantano y vuelto invisible, la corrupción y el neoliberalismo de Puidgemont, y la inefable corrupción y el neoliberalismo dictado por Bruselas, del PP y del PSOE. Estos dos partidos reformaron el artículo 135 de la Constitución para introducir el principio de estabilidad financiera para limitar el déficit. El mismo discurso neoliberal aberrante.

Y, a zarpazos, el establishment ha emprendido la cacería de la amenaza real que puede significar Podemos, el partido nuevo surgido del movimiento de los indignados, que hoy gobierna las principales y más pobladas ciudades de España: Madrid, Barcelona, Cádiz, Zaragoza, La Coruña, Santiago de Compostela, Ferrol y otras. Y está cumpliendo cuatro años de edad.

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