El gobierno del presidente argentino Mauricio Macri obtuvo un rotundo triunfo en las elecciones parlamentarias del domingo 22: mejoró el buen porcentaje total nacional de votos conseguidos en las Primarias Abiertas (PASO) de agosto, se impuso en más provincias que entonces, amplió la dotación de diputados y senadores nacionales y ratificó que es la única fuerza implantada en todos las provincias, en las que salió primero o segundo.
El oficialismo se consolidó como fuerza mayoritaria y recibió un contundente respaldo que hará valer para encarar a partir de ahora las reformas con las que aspira a “cambiar el país” y modelar la estructura económica y cultural heredadas de los doce años de gobierno kirchnerista. “Renovamos nuestro compromiso con el cambio”, dijo el jefe de Estado.
Cambiemos se impuso en 15 distritos: Capital Federal, y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Chubut, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Neuquén, Salta, Santa Cruz , La Pampa y Santa Fe. El peronismo logró recuperar San Luis, y ratificó el apoyo que había recibido en las PASO en Tucumán, Formosa, San Juan, Catamarca, Río Negro y Tierra del Fuego. Con triunfos de partidos de carácter local quedaron Santiago del Estero, y Misiones.
Ya en la campaña, el gobierno anticipó que irá a fondo por las medidas que no había podido concretar. “Vencimos el miedo”, dijo. Y volvió a hablar de “terminar con la pobreza”. “¡Somos la generación que está cambiando la historia!”, arengó Macri. El gobierno fue creando acuerdos antes de las elecciones con vistas a hacer aprobar en el Congreso el paquete de leyes que propone: el Presupuesto 2018, que importa por el endeudamiento y los tarifazos, la reforma impositiva, el blanqueo laboral y la reforma jubilatoria.
Desde el día siguiente a las elecciones comenzó el festival de un nuevo tarifazo: los combustibles subieron 10% (las petroleras estaban habilitadas a realizar el ajuste el 1 de octubre, pero a pedido del gobierno lo pospusieron para el 23), y seguirán nuevas tarifas de luz (en noviembre), gas (40% ahora, y 30% más en abril), transporte, cuotas de mutuales médicas y el monotributo.
Cambiemos, el portaviones electoral, se impuso en los cinco distritos con padrones más nutridos: Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, una actuación cuyo precedente anterior lo produjo el alfonsinismo, en 1985. Y la cereza del postre fue el festejo con la victoria del ex ministro Esteban Bullrich sobre la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
El macrismo mantendrá la condición de primera minoría en la Cámara Baja, sin quórum propio pero aumentando el número de bancas. En Senadores puede llegar a ser primera minoría si se divide el peronismo, que dominaba la Cámara desde hace muchos años. Esta hipótesis es más que factible.
Los buenos resultados obtenidos por el Gobierno de Mauricio Macri en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza sirvieron de base para una rotunda victoria en términos parlamentarios. El escenario se le presentaba favorable, por la poca cantidad de bancas que se ponían en juego: el oficialismo sumó 62 de las 127 bancas de diputados en disputa.
En el Senado la actuación fue superior: cosechó doce, la mitad de la bancas en juego, para completar, desde el 10 de diciembre, un total de 24 senadores.
Si bien el futuro del peronismo y sus articulaciones es incierto, si se toma la actual representación del Frente para la Victoria, el espacio que comanda Cristina Fernández de Kirchner será la segunda minoría con 79 diputados. Con sus distintas variantes en las provincias, el kirchnerismo cosechó 39 escaños y perdió uno solo respecto de lo que ponía en juego. En el Senado, el bloque FpV-PJ cosechó sólo siete escaños, pero (si no se fractura) seguirá siendo la primera minoría con 28 senadores, cuatro más que Cambiemos.
En términos de representación parlamentaria, Sergio Massa fue el que sufrió la mayor derrota. Ni él ni su compañera de fórmula, Margarita Stolbizer, tendrán un lugar en el Congreso que viene. Más allá de eso, el Frente Renovador pudo retener tan sólo ocho de los 19 escaños que puso en juego. Por lo tanto el massismo, casi siempre aliado de Cambiemos, pasó de 37 a 26 diputados y no contará con senadores.
Por su parte, la izquierda logró sumar 1.300.000 votos, un 35% más que en las primarias a nivel nacional, con lo que logró la mayor votación de su historia.
Pese al esfuerzo desplegado en la campaña, a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner no le alcanzó para fortalecer el ajustado triunfo en las PASO, aun cuando subió su caudal electoral. Cambiemos logró el 41,34% de los votos, y la exmandataria el 37,28%, más de 3.400.000 de sufragios que la convierten en la dirigente peronista más votada del país, y confirma su ingreso al Senado como legisladora de Unidad Ciudadana. La misma noche del domingo, CFK advirtió que Unidad Ciudadana, su partido, es la principal fuerza opositora del país.
Los resultados obtenidos de los dirigentes peronistas no kirchneristas fue más floja que en las PASO. Quedaron muy pocos bien parados como para “hacerse pie” de una convocatoria a la renovación y cierta reunificación tan necesarias pero por demás dificultosas.
El día después
Macri advirtió en la mañana del lunes, en la conferencia de prensa desde la Casa Rosada, que su gobierno seguirá tomando deuda pública para financiar el déficit fiscal de la economía y poder reducir la inflación. En referencia a una posible reforma laboral, remarcó que la Argentina ingresó “en una etapa de reformismo permanente” y que “no tiene que tenerle miedo a las reformas”.
“Mientras la Argentina tenga déficit fiscal, va a seguir teniendo que tomar deuda. Tenemos un compromiso central que es reducir la pobreza. Y el primer camino es bajar la inflación. Si uno no va a financiar el déficit con inflación, lo tiene que financiar con deuda”, afirmó.
El Presidente también dijo que insistirá para que “todas las fuerzas políticas” acuerden antes de 2019 una reforma previsional para tener un sistema “del siglo XXI”. “La reforma previsional es un debate en el mundo entero, tiene que ver con la evolución de la medicina, el crecimiento de la población en términos de longevidad”, advirtió.
Además, adelantó que van a “volver a poner sobre la mesa” la discusión con gobernadores y autoridades sobre el voto electrónico y consideró que el sistema actual es “arcaico”, “espantoso” y “facilita la trampa”. “Vamos a volver a la mesa, está sobre los temas que vamos a plantear con los gobernadores, con todas las autoridades, tenemos que tener un sistema electoral del siglo XXI, que simplifique la vida de la gente”, sentenció Macri.
Lo que ¿vendrá?
Mauricio Macri logró superar con creces su primera elección de medio término, y ganó la tranquilidad suficiente para transitar los próximos dos años con una oposición golpeada políticamente y mucho más fragmentada, pese a transitar los últimos tres meses una fuerte crisis política a partir de la desaparición del joven Santiago Maldonado durante una acción represiva de la Gendarmería y una semana de zozobra luego de la confirmación de que el artesano había muerto y su cuerpo hallado en las aguas heladas del Río Chubut.
Obviamente, hoy el Gobierno dispone de mayor iniciativa que sus rivales, lo cual no significa un cheque en blanco o un aval absoluto, clásica tentación de los vencedores. Hay quienes traducen el veredicto popular en la nación como un aval a la mano dura contra las manifestaciones callejeras. O al éxito de la diputada Elisa Carrió en la Capital como una validación del desprecio a los familiares de Santiago Maldonado y, por extensión, al avasallamiento de los derechos humanos, señala Mario Wainfeld en Página12.
Tras esta derrota electoral y cultural, cabe recapacitar sobre la diferencia entre las distintas expresiones de oposición social y los partidos políticos. La participación ciudadana, la acción de calle (bloqueos o de protestas) fue, desde diciembre de 2015, mucho más eficaz que “la política”. Y allí, la pluralidad, el pluripartidismo o la aptitud para sumar personas no alineadas fue una de las claves.
La oposición al macrismo, en su capacidad de fragmentación y pérdida de valores, fue funcional al triunfo de Cambiemos. El oficialismo hoy está lícitamente fortalecido, pero a la oposición le corresponde mitigar y anular sus arrebatos autoritarios y proscriptivos, basados en una manipulación del poder judicial y el uso de la represión.
Cabe tener en cuenta, que el gobierno no es mayoría en números ni en parlamentarios, pero hasta ahora ha logrado –mediante negociaciones y su sociedad con los medios hegemónicos de comunicación social- parecerlo. Los medios hegemónicos mostraron estas elecciones como definitivas: marcarían el fin de la carrera política de Cristina Kirchner. Y si bien estos comicios de medio término respaldaron al oficialismo (como es tradicional) mantuvieron a la figura de la expresidenta, muy lejos de cualquier otro dirigente que intentaba relegarla como cabeza de la oposición.
Como repitiera Juan Domingo Perón, la única verdad es la realidad. Y, seguramente, a la oposición le faltó comprenderla y, metida en el callejón sin salida de la denunciología, se olvidó de construir alternativas y esperanzas para la ciudadanía.
*Rubén Armendáriz es investigador y analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)