La relación existente entre humanos y animales es tan antigua como la misma evolución. Por cierto, no hay datos que permitan establecer el comienzo exacto de tal amistad. Quizás, en épocas prehistóricas (ergo, antes de la invención de la escritura) algunos homo sapiens ya habían adoptado a ciertos cánidos y felinos como compañeros de viajes y cavernas. Imposible saberlo, sin embargo es un hecho irrefutable que avanzada la Historia los primeros escribas y escribidores registran la presencia de animales adoptados por sus propios líderes como mascotas (e incluso como seres ‘divinos’ en algunos casos). Egipto y Babilonia abrieron la ruta con sus gatos, halcones y serpientes. Cleopatra es el epítome de tal relación.
En Grecia, en el siglo V antes de Cristo, específicamente entre los años 450-404, el general ateniense Alcibíades (nieto del estratega Pericles y discípulo del eminente filósofo Sócrates) tenía una mascota famosa en aquella polis, cuna de la democracia occidental; era un perro, cuya estampa y hermosura provocaban admiración. Como buen y astuto político que era, Alcibíades cortó la cola del perro y logró que toda la población de Atenas destinara su atención a tal hecho, olvidando los actos y decisiones que el general llevaba a efecto.
No fue el único político, o personaje importante en la actividad pública, que a lo largo de la Historia se le viese acompañado por una mascota a la que prodigaba tanta o más atención que a sus adversarios. Hagamos un sucinto recorrido y veamos algunos casos.
Los perros (sí, los hermosos cánidos) han sido residentes habituales en la Casa Blanca, en Washington. Sin embargo, hubo también mascotas muy diferentes en ese histórico lugar, como fue el caso del loro (sí, leyó bien, un loro) llamado ‘Poll’. Recordemos, para comenzar la nómina, al presidente estadounidense Andrew Jackson (séptimo en la larga lista de mandatarios yanquis), que luego de haberse destacado como un hombre eficaz y duro en épocas de guerra, una vez travestido en político se transformó en hombre tranquilo y pacífico, aunque su lenguaje aprendido en las trincheras nunca dejó de ser soez y vulgar, cuestión que su lorito ‘Poll’ aprendió a las mil maravillas. El día que Jackson falleció y en pleno oficio religioso en el cementerio, ‘Poll’ se desmadró usando el florido lenguaje aprendido de su amo.
¿Dijimos que ha habido perros en la White House? Claro que sí. Franklin Delano Roosevelt, que dirigió a su país y a las tropas durante la Segunda Guerra Mundial, tenía un scottish terrier, regalo de una sobrina. Siempre se le vio cerca de su silla de ruedas, casi como una cábala, aún en los momentos de mayor confidencialidad en las reuniones con el generalato.
Por su parte, John F. Kennedy, asesinado en la ciudad texana de Dallas el año 1963, tuvo varios perros, entre ellos “Pushinka”, famosa según la prensa, regalo de Nikita Kruschev, secretario general de la URSS, su duro contendor en la crisis de los misiles frente a las costas de Cuba y que tuvo al planeta -en 1962- al borde de la tercera guerra mundial.
Un perrito llamado ‘Rufus’ fue quien acompañó a sir Winston Churchill a lo largo de la penosa y trágica Segunda Guerra Mundial y durante los bombardeos que la Luftwaffe alemana realizó sobre Londres. Rufus falleció el año 1947, y no por bombas ni metralla, sino debido a un accidente de tránsito. Rufus II, su sucesora, murió en 1962 cuando sobrepasaba los 15 años de edad.Ambas caniches están enterradas en Chartwell Kent (la bella casa de la familia de Churchill), junto a la tumba de Jock, que fuera el gato blanco y rubio preferido de Churchill.
Tal era la devoción de sir Winston por esta mascota felina que después de la muerte del hombre de Estado, en 1965, su familia solicitó que un gato de similares características (al que se le debía bautizar con el nombre de “Jock’), debería rondar a placer por las instalaciones de Chartwell Kent, la antigua casa de la familia Churchill y que ahora es administrada por el National Trust (Fundación Nacional –inglesa, por supuesto- Para Lugares de Interés Histórico o Belleza Natural).
En este rápido e incompleto recuento, imposible es no mencionar a “Blondi”, la hermosa perra (de apariencia ovejera o pastor alemán, aunque en estricto rigor se trataba de un can de raza alsaciana), que fue mascota favorita de Adolf Hitler desde antes que comenzara la Segunda Guerra Mundial. Pese a su enorme amor por esa mascota, el día 29 de abril de 1945 el dictador nazi probó en ella la eficacia del veneno con que horas después se quitó la vida.
Y, bueno… en Chile también hemos tenido mascotas acompañando a personajes públicos. La más famosa sin duda ha sido un perro Gran Danés, de tamaño impresionante -aunque manso como un hámster- llamado ‘Ulk’, el que siempre estaba presente en la oficina presidencial en todas las audiencias y reuniones que Alessandri Palma realizaba. La prensa de la época recogió varias anécdotas de Ulk (que acompañaba a don Arturo en sus paseos por las calles del centro de Santiago).
Una de esas anécdotas relata que el día en que cierto embajador europeo presentó cartas credenciales al mandatario, ceremonia en esos años de gran solemnidad, apareció el enorme animal, que encontró simpático al diplomático: se paró en dos patas, virtualmente lo abrazó y culminó su expresión de cariño con prolongados lengüetazos en el rostro del compungido visitante. Ulk pasó a la posteridad, embalsamado, ocupando una vitrina del Museo de Historia Natural de la Quinta Normal, en Santiago.
En fin, los animales, las mascotas, han sido fieles acompañantes de los humanos desde el comienzo de los tiempos, y no todas muestran oropeles diplomáticos o galones de estadistas mayores. Vea usted, amigo lector, el caso del simpático felino (un gato) que durante años fue el regalón de alumnos y académicos de la Faculta de Arquitectura y Urbanismo de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires. El felino asistía a clases libremente, e incluso llegó a tener su propia página en Facebook como “el gato de la FADU”.
¿Y en Chile? ¿Qué tal andamos en este tema? Recogeremos dos casos para ilustrar esta nota. El primero de ellos nos lo proporciona el profesor y escritor Boris Elchiver, que del baúl de sus recuerdos extrae la historia de un perrito callejero que fue bautizado con el nombre de ‘Rasputín’. Cuenta don Boris:
<<Rasputín…El infaltable alumno a mis clases de Castellano en mi querido y recordado Liceo Técnico B-102 de la Cisterna, en Santiago.El siempre fue uno más del curso y con la mejor asistencia, nunca faltó a una de mis clases.
<<Yo creo que Rasputín, si es que aún está vivo, debe ser uno de los perros más letrados, con un magister en Literatura Contemporánea…yo creo que todavía se debe acordar de los versos de García Lorca…de Alfonsina Storni… de los cuentos de ciencia ficción de Ray Bradbury… de Juan Rulfo…de Julio Cortázar… de José Donoso…etc…etc.. Un cariñoso regalo para todas mis ex-alumnas. Le pusimos Rasputín, porque siempre fue “demasiado cariñosito” con las chiquillas. y muy selectivo, sabía exactamente al lado de qué piernas recostarse en la sala de clases>>
Al momento de cerrar esta nota, me obligo a hacerlo recordando a un “grande”, a un gigante en verdad, al fiel can que los jóvenes santiaguinos bautizaron con el nombre de “Negro Matapacos”, el que se hizo famoso en nuestro país y en gran parte del mundo el año 2011. Era quién acompañaba las marchas estudiantiles y se enfrentaba con la policía que los reprimía. Su muerte se produjo por su avanzada edad. Partió rodeado de quienes siempre estuvieron junto a él. En su fanpage se despidieron emotivamente los estudiantes que crearon ese sitio de homenaje.
“Lo vimos más de alguna vez correr a toda velocidad por las escaleras de la Central, subir cuatro pisos sin pausa, y desde lo más alto del edificio -que entendimos era su puesto de centinela- el negro monitoreaba: Parque Almagro y San Ignacio. Dos frentes que darían intensas jornadas de resistencia y lucha. A veces sólo observaba, y otras ladraba hasta que su voz se gastaba, ya no se escuchan ecos como los del negro”.
Este párrafo es parte de la despedida oficial que la fanpage le brindó al “Negro Matapacos”. “Comenzaron las marchas, existían dos demandas claras dirigidas al Estado de Chile : “Educación gratuita y de calidad! Fin al lucro!”. Teníamos dirigentes, hoy algunos son diputados de la República. Pero nosotros, las bases, teníamos un guaripola que lideraba la estructura de la marcha: El Negro”.
El can saltó a la fama pública con el correr de las manifestaciones. Desde el 2011 en adelante, era común ver imágenes del animal en primera línea. Incluso hubo notas periodísticas sobre su figura. Una de esas notas explicaba: “Y no sólo las lideraba, sino que también a la hora de resistir la represión policial se plantaba frente a fuerzas especiales, pero siempre al lado de sus mejores compañeros, los estudiantes. A mí en particular ese hecho me cautivó, tanto que cree su perfil de Facebook y quedó como Negro Matapacos. Ahí me di cuenta que el negrito era un fenómeno, y muchos fotógrafos independientes comenzaron a compartir sus registros conmigo. Es que había que estar ahí para entender el tremendo símbolo que representaba nuestro negro amigo. Hoy el negrito no ha muerto, sólo se fue a perseguir utopías” dice su obituario de despedida.
Lo dicho…. es posible que uno no sea particularmente ‘animalista’, pero al revisar la Historia, los ejemplos obligan a serlo. Por ello, al regresar esta tarde a casa, saldré al patio y tomaré en brazos a mi fiel y pequeña “Piñu”, una pequeña “quilterrier” que mi esposa recogió hace dos años en los jardines de la escuela en la que labora, para agradecerle su lealtad, su compañía y su celo en protegernos día y noche.