Juan Andrés Camus, presidente de la Bolsa de Comercio, gozó de su momento de fama: apareció en las primeras noticias en los medios de comunicación tras su anuncio apocalíptico de que si, por azar, no ganaba su candidato, Sebastián Piñera, las acciones de la Bolsa colapsarían. Camus ya había donado, de su propio peculio, varios millones de pesos para la campaña del candidato de la derecha.
Camus deberá afrontar una querella por incitar a los accionistas en la provocación de un pánico bursátil y, a su vez, la Superintendencia de Bancos tendría el deber de intervenir. El gobierno se hizo el desentendido enviando la pelota a la Superintendencia.
Juan Andrés Camus – como en los últimos días, la candidata a diputada de la UDI, Loreto Letelier – no ha hecho más que expresar con franqueza, el verdadero “yo” de la derecha militar y empresarial.
El filósofo Emmanuel Mounier escribía sobre los pequeños miedos de la burguesía, sobre todo, ente el peligro “rojo”. La derecha chilena, a pesar de la desaparición del llamado socialismo real, sigue teniendo terror a cualquier cambio que ponga en peligro lo que considera la propiedad de “su fundo”.
Los distintos “mea culpa” de algunos personeros, sumados a los intentos de formar una derecha liberal, no han impedido que la mayoría de los empresarios sigan teniendo la dictadura de Pinochet como modelo y como “la época dorada”, en que podían dictar las leyes a su amaño y realizar los negocios libremente.
La decisión de la Concertación de Partidos por la Democracia de no tocar el modelo heredado de Pinochet les ha calzado muy bien a los empresarios: la democracia tenía la ventaja sobre la dictadura de la aceptación y apertura hacia el mundo exterior, mediante una serie de Tratados de Libre Comercio – tuvo su auge durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, con la ventaja de que el dinero que ganaban a manos llenas, tanto empresarios nacionales, como extranjeros, no estaba manchado con la sangre de los compatriotas -.
Desde el gobierno de Patricio Aylwin, el ministro de la presidencia, Edgardo Boeninger fue muy preciso en sostener que el cambio de modelo era una prioridad y que sólo restaba readecuarlo levemente, por consiguiente, no habría que tocar ninguna de las empresas privatizadas por Pinochet, entre ellas SOQUIMICH.
El tener contactos con los ministros del área económica hubiesen sido socialistas o democratacristianos, dejó de ser un obstáculo para los empresarios: paulatinamente se fueron haciendo amigos, y los funcionarios del gobierno, una vez finalizado su período en el cargo, pasaron a ocupar “sillones” en los directorios de las distintas empresas, especialmente, las AFPs – recordemos a Viera Gallo y Rincón -.
El discurso de Juan Andrés Camus nos recuerdan la famosa campaña del terror, pero esta vez en comedia: la derecha, aterrada ante el avance del apoyo a Salvador Allende en las presidenciales de 1958 – obtuvo sólo 30.000 votos menos que el derechista Jorge Alessandri – desarrolló una campaña agresiva, amenazando con “el apocalipsis” si llegaba a triunfar el candidato de izquierda. Esta campaña tendenciosa llegó a tal grado que algunos carteles propagandísticos mostraban tanques soviéticos rodeando La Moneda.
A finales del período de la UP aparecían rayados que rezaban “Yacarta viene”, recordando la matanza de comunistas en esa ciudad, y oro que decía “sólo sirven los comunistas muertos”. Fue tan brutal esa campaña de amedrentamiento de la población que la Cámara de Diputados formó una comisión investigadora, presidida por el democratacristiano Bernardo Leighton – fue el único ministro del Interior que ha logrado llevar a prisión, así hubiera sido por pocos días, a algunos dirigentes del Partido Nacional -.
Una vez terminada la guerra fría, la derecha ya no tuvo la disculpa del inminente triunfo del comunismo en Chile para justificar la campaña del terror, por consiguiente, se requerían otros métodos y medios para aterrar a la población que, cuando es despolitizada es más fácil influir en sus débiles decisiones.
La derecha se ha dedicado a agitar entre las masas el individualismo, el terror al vecino, el rechazo a la inmigración, sobre todo latinoamericanos y haitianos: En el plano económico, calzando perfectamente con las declaraciones de Camus, acusan a las tibias e insuficientes reformas de la Nueva Mayoría de conducir el país al colapso, presentando a Piñera como el restaurador de lo que ellos llaman “la edad de oro de Chile”, presentándolo como el único candidato capaz de hacer “retornar a Chile a la senda del crecimiento económico”.
La memoria histórica de los electores es muy corta, pues olvidan que el gobierno de Sebastián Piñera estuvo a punto del derrumbe a causa, principalmente, de las demandad populares y estudiantiles, sumado al despertar de las regiones que clamaban por una verdadera descentralización.
Sebastián Piñera tuvo la suerte, durante su gobierno, de contar con un precio del cobre de más de cuatro dólares la libra y, aun así, no logró diversificar la economía y, en el aspecto social, disminuir la pobreza; en el área política, el gobierno de Piñera careció de relato – como diría siúticamente, el ex presidente de la UDI, Pablo Longueira -.
Los dichos de Juan Andrés Camus y los de la candidata a diputada, Loreto Letelier, por más que el candidato Piñera intente condenarlos, con la estrategia de buscar un apoyo de centro, sólo retratan la verdadera de una parte de la derecha chilena, que siempre privilegiará el orden sobre la libertad y el crecimiento, sobre la justicia social.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
07/10/2017