Todos lo sabemos, Guatemala necesita urgente una revolución. Pero en lo que se averigua nos vamos a silbar a la loma. Que entre pancartas, gritos, batucadas y chinchiletes, entre lloraderas escuchando el himno nacional, y en trance de fervor patrio, la consigna parece ser ponerle curitas al sistema podrido que tiene colapsado al país. Curitas como si aquello se tratara de un raspón de rodilla en tarde de chamusca o técnicas al paredón. El sistema no cambiará con la renuncia de Jimmy Morales ni con la de los diputados, eso posiblemente ya se está trabajando bajo de agua, y si ni nos mosqueamos nos van a majear de nuevo con otro gabinete de corruptos.
Es que no cualquiera agarra el sartén por el mango. Es que para una revolución estamos hablando de agallas y no de panderetas. Las manifestaciones que se dieron en todo el país, respondiendo al paro nacional, fueron maravillosas pero, hay aguas revueltas; mientras en la capital varios dirigentes de organizaciones civiles ya hablan de votaciones, los Pueblos Originarios siguen clamando por a una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Cuándo vamos a escuchar a los Pueblos Originarios? Una ANC sería un primer paso para la revolución.
Guatemala está de sobra preparada para una revolución, es un país en caos, nos han faltado el respeto revés y derecho, han hecho del país un vertedero. Todas las condiciones para una revolución las tiene Guatemala, ¿y nosotros tenemos las agallas? Tener agallas es lo primordial.
Cambiar el sistema no es reestructurarlo, no es tapar baches con chapuces, no es asolearse como garrobos o llevar agua gritando consignas que si no se llevan a la acción no sirven de nada.
Este momento de revueltas, donde el cucho y el coche quiere sacar ventaja personal, es propicio para que como ciudadanos pensemos hasta dónde seremos capaces de llegar con tal de rescatar a Guatemala. No nos debe de atemorizar la palabra revolución, llevarla a cabo es nuestro derecho y nuestra obligación moral porque el tiempo presente es nuestro, el que viene será de las próximas generaciones como el pasado fue de las anteriores.
Tenemos la capacidad para las revoluciones que sean necesarias. ¿Tenemos las ganas? ¿Tenemos la responsabilidad? ¿Tenemos el compromiso? ¿Hasta dónde llega nuestro amor por Guatemala realmente?
Toca abrir bien los ojos, organizarse, agudizar oídos, porque no será fácil rescatar al país de las manos de las clicas criminales de saco y corbata. Las manifestaciones son un aliciente pero hay que ir más allá, y el ejemplo nos lo ha dado la historia, Guatemala tiene en sus entrañas la lealtad de los que se sacrificaron para que nosotros no viviéramos de rodillas.
Y como punto final no me quiero quedar sin comentar que fue hermoso ver desde esta lejanía a tantas personas manifestándose desde todos los rincones del país, pero más hermoso hubiera sido que lo hubieran hecho cuando el Estado violó y quemó vivas a 41niñas. Era ahí, era en ese momento. Eso demuestra que nuestro problema medular no es la corrupción, es el patriarcado, la misoginia, la indolencia, el clasismo y la mojigatería. Por eso digo, tenemos que hablar de palabras mayores, una revolución que arranque de raíz el peor de nuestro males: la indolencia.