Noviembre 14, 2024

La Independencia de Cataluña y el corrupto Gobierno del PP

España siempre ha sido un conjunto de naciones. El pensador José Ortega y Gasset publicó, en la Revista Occidente su famosa obra La España Invertebrada, para retratar históricamente la problemática de ese país.

Para los más radicales independentistas, los vascos, los catalanes y los gallegos, han sido colonizados y dominados por el imperialismo castellano: ya no sólo España, sino Castilla es la provincia que ha colonizado a este conjunto de países, todos con cultura y lengua diferentes – en el caso del vasco, de orígenes milenarios -.

 

 

La relación entre España y Cataluña nunca ha sido cordial: durante el gobierno de Manuel Azaña la II República, dificultosamente, mantuvo relaciones  con la Generalitat, reconociendo la  autonomía de Cataluña . En 1934, el Presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamó la independencia de Cataluña de España, en plena rebelión contra la república, dirigida por la derecha, hecho que lo llevó a la prisión junto a los rebeldes de Asturias.

El drama del nacionalismo y del conflicto identitario no es exclusivo de España: en la Francia hipercentralista, los bretones protagonizaron una resistencia que fue mucho más allá de las masacres del período del terror, durante la revolución francesa. Durante gran parte del siglo XX se leían carteles, expuestos en los muros, que prohibían “escupir y hablar bretón”.

En el Reino Unido, Escocia ha sido el país rebelde con respecto a la metrópolis; actualmente se plantea un plebiscito para determinar su independencia y pertenencia a la Comunidad Europea – no hay Nación-Estado que no tenga conflicto con respecto a regiones que promueven su independencia -.

En Norteamérica, el Estado de Texas tiene reconocido constitucionalmente un plebiscito que, eventualmente, podría separarse de la Unión, lo que le ha permitido condiciones muy ventajosas  con respecto a los demás Estados del país. En Canadá, el conflicto entre  Quebec y el resto de Provincias del país  ha marcado la historia de ese país desde la batalla de La Explanada Abraham hasta el último plebiscito, realizado en 1995, en el cual el Partido Separatista Quebequense, perdió por sólo el 1%, es decir, 50.000 votos.

El 2 de noviembre de 2014 el líder del Partido Convergencia y Unión, de Cataluña, Artur Mas, convocó a un plebiscito, que fue considerado ilegal por el gobierno de Mariano Rajoy. Hasta hoy, Mas y los demás líderes promotores y organizadores están siendo juzgados por desacato y otros delitos.

El conflicto entre Cataluña y el gobierno español actual se ha radicalizado debido a la torpe política del corrupto gobierno de Rajoy y de su Partido, el Partido Popular. El peor camino a seguir es el de la  represión para impedir que se pueda llevar a cabo el plebiscito anunciado para el 1º de octubre próximo: el parlamento catalán había adelantado el quiebre con el gobierno central, y la respuesta no tardó en llegar con la declaración de inconstitucionalidad, pronunciada por el Tribunal Constitucional del país. El 20 de septiembre último, el ministro de Hacienda negó todo aporte para la subsistencia de la generalitat y, como si fuera poco, la Guardia  Civil, por orden del poder judicial, allanó y detuvo a los principales dirigentes, organizadores del plebiscito.

Sabemos que el gobierno de Mariano carece de estrategias políticas para lidiar con el conflicto, le queda la única salida que es la represión. Rajoy sólo ha podido gobernar gracias al apoyo del Partido Nacionalista Vasco que, ahora, en vista de las malas políticas, se ha pasado a la oposición, lo cual llevado a que el Partido Popular no tenga gobierno, y sólo cuente con el apoyo de los pocos oportunistas del Partido Ciudadanos, liderado por Albert Rivera.

El  Partido Socialista de Cataluña tiene la  clave del poder, pues exige la vía del diálogo, como también un plebiscito, acordado entre el gobierno y los independentistas catalanes.

La radicalización del conflicto favorece y masifica la causa independentista: nada más movilizador que “la sangre de los mártires”. Desde ahí surgen personajes  como el diputado Gabriel Ruffián quien a gritos, clama porque Rajoy saque sus sucias manos de Cataluña. Las manifestaciones de las Ramplas y de La Puesta del Sol constituyen el campo  ideal para el crecimiento popular de la causa independentista.

Las instituciones de la Constitución de 1978, producto de los pactos de La Moncloa, están agotadas, y el único paso viable es la refundación de la República Española, por consiguiente, la aplicación del artículo 155, que debería ser aprobado y aplicado por un ridículo senado español – muy distinto que el federal alemán – no haría sino agudizar y complicar la crisis catalana planteando un conflicto constitucional entre la Cámara de Representantes y el  Senado y demostrando, así, que la separación de poderes nunca ha existido en su estricto rigor, y que los controles y balances son sólo faramallas en la democracia bancaria.

Los nacionalismos y los conflictos identitarios son la “enfermedad infantil” del siglo XXI, tal como fue el Estado-Nación en el siglo XIX. Nada bueno puede surgir de los nacionalismos, pero los líderes  políticos catalanes pueden aprovechar la situación de corrupción del gobierno actual, como también la ineficacia de la monarquía española para separar Cataluña de España, aprovechándose de la decadencia moral y económica de ese país y, de esta manera, abrir conductos para la balcanización y destrucción de lo que antes fue el sueño europeo.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

21/09/2017           

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