Una amplia movilización ciudadana llegó a todos los rincones de Francia en protesta contra la reforma laboral impulsada por el gobierno de Emmanuel Macron, acción que muchos consideran hoy una muestra irrefutable del rechazo mayoritario a la iniciativa.
De acuerdo con la Confederación General del Trabajo (CGT) -entidad organizadora -, más de 400 mil personas se unieron ayer a la huelga en numerosas ciudades de todo el territorio nacional, incluidas 60 mil solo en esta capital.
‘Ha sido todo un éxito, (…) una demostración fuerte del descontento’, afirmó el secretario general de la CGT, Philippe Martínez, quien llamó a la población a expresar su oposición a una normativa que responde a los intereses del capital y las grandes empresas.
Desde horas tempranas de la mañana comenzaron las acciones en numerosas grandes ciudades como Marsella, Bordeaux y Toulouse, a las que se unieron obreros, profesionales, jubilados e incluso estudiantes.
En París la céntrica plaza de la Bastilla quedó abarrotada de manifestantes, que avanzaron en bloque hacia la plaza de Italia.
‘No podíamos dejar de estar aquí, hemos venido en masa porque no estamos dispuestos a permitir que destrocen nuestros derechos. El Código del Trabajo existe precisamente para proteger nuestros derechos y ahora el gobierno quiere destruirlo’, declaró a Prensa Latina Jean-Marc, un manifestante que repartía volantes en la multitud.
Además de las movilizaciones, la huelga tuvo un impacto en sectores como el transporte, con afectaciones serias en líneas como el tren RER B -conexión de alta importancia pues une el aeropuerto Charles de Gaulle en el norte de París con el Orly en el sur-, que funcionó a solo un 50 por ciento de su capacidad.
En la sureña ciudad de Niza, durante la jornada no circuló ningún tranvía ni autobús, una paralización general inédita desde el año 2006.
En París las perturbaciones llegaron hasta la torre Eiffel, que anunció una interrupción de sus servicios en la tarde a causa de la manifestación.
De acuerdo con analistas, las demostraciones ocurridas a todo lo largo y ancho del país evidenciaron el rechazo mayoritario al nuevo Código de Trabajo, que el presidente pretende aprobar por decreto y sin llevarlo a consulta en el Parlamento.
Las tensiones entre autoridades y ciudadanía tienen lugar cuando el joven jefe de Estado lleva apenas cuatro meses en el poder y su popularidad ha sufrido una caída libre en las últimas semanas hasta apenas un 36 por ciento.
En consecuencia, la amplia movilización lograda ayer por los sindicatos no parece ser una buena noticia para Macron, quien optó además por pasar la jornada en las islas francesas del Caribe azotadas recientemente por el huracán Irma.
No obstante, varios miembros del gobierno entre los que se incluye el primer ministro, Edouard Philippe, han declarado en los últimos días que las protestas no van a modificar la voluntad gubernamental.
‘Las manifestaciones no tiene posibilidades de provocar un cambio en el contenido de las ordenanzas’, sostuvo.
De cualquier forma, los detractores de la reforma aseguran que el combate ‘acaba de comenzar’, y los próximos encuentros están previstos los días 21 y 23 de mayo, este último en una demostración organizada por el movimiento izquierdista Francia Insumisa.
El líder de esa agrupación política, Jean-Luc Melenchon, salió ayer a protestar junto a los ciudadanos en las calles de Marsella, porque ‘este país no quiere ser liberal y hace falta que Emmanuel Macron lo comprenda. Esto es Francia, no Reino Unido’.
De acuerdo con el ex candidato presidencial, ‘es momento de hacer bloque todos en torno a las organizaciones sindicales para obligar al gobierno a retroceder, porque ellos pueden y deben retroceder’.