El funeral del centésimo policía asesinado este año en Rio de Janeiro dio lugar este domingo a duros cuestionamientos contra la política de seguridad y “la desprotección” de agentes y ciudadanos frente a las bandas criminales de un estado que condensa, potenciados, todos los males de Brasil.
“¿Cuántos Cavalcante tendrán que morir hasta que Brasil cambie?”, gritó un participante en la procesión de cerca de 300 personas en honor a Fábio José Cavalcante, de 39 años, abatido el sábado a balazos frente a la casa de su padre, aparentemente en una tentativa de asalto en la conflictiva Baixada Fluminense.
Unos veinte miembros de la Policía Militar (PM, un cuerpo que actúa bajo la autoridad de cada estado) hicieron la venia cuando el ataúd, envuelto en una bandera de Brasil, era conducido hasta el nicho donde fue depositado, en el cementerio Nossa Senhora de Belém, de Duque de Caxias (zona norte).
Entre los sollozos de un padre devastado por haber asistido en directo a la ejecución de su hijo, de un hermano que es también miembro de la PM y de su viuda, se hacían oír los reclamos de “Justicia” y denuncias contra un estado corroído por la corrupción y al borde de la quiebra.
” íLa policía captura y la corte suprema suelta!”, lanzó uno de los presentes. ” íQueremos respuestas inmediatas del estado!”, exigió otro, rodeado de un grupo de esposas e hijas de agentes muertos que vestían camisetas blancas con la inscripción ” íQueremos a nuestros héroes vivos!”.
De los 100 policías asesinados este año, más de la mitad estaban fuera de servicio y habrían sido ejecutados al ser identificados como agentes o en presuntos actos de venganza.
“Muchas veces, los autores de esos homicidios ya fueron detenidos dos o tres veces y se beneficiaron de las lagunas de la ley. Algunos vuelven a delinquir y muchos probablemente buscan vengarse de quienes los detuvieron”, dijo a la AFP el teniente coronel Bradao, jefe del batallón al que pertenecía Cavalcante.
Desde el 1995, la PM de Rio de Janeiro perdió más de tres mil agentes. Solo en el 2016 murieron 146, más de 100 fuera de servicio, según datos de la propia institución.
Al mismo tiempo, los uniformados son acusados de entrar a mansalva en las favelas donde vive cerca de un cuarto de los 6 millones de habitantes de la ciudad, convertidas en territorios de disputa entre bandas de narcotraficantes y milicias parapoliciales.
Unas ocho mil personas murieron en esas intervenciones en la última década. En el 2015 fueron 645 y en el 2016 más de 900, según cifras del Instituto de Seguridad Pública del estado de Rio.