Lo que más demuestra la masiva inscripción de candidatos a parlamentarios es la plena vigencia de los vicios políticos que por tanto tiempo hemos denunciado. El desprecio absoluto de la clase política por la ciudadanía, el menoscabo reiterado de las cúpulas partidarias por los propios militantes de sus diversos partidos. Junto al hecho de que la inmensa mayoría de los postulantes no ganaron su cupo en contienda primaria alguna.
Lo que prevaleció –como siempre- fueron las designaciones a dedo de parte de las directivas partidarias, así como las negociaciones más impúdicas entre los distintos partidos y otros referentes que integran los diversos pactos ya oficializados.
Fue notorio que estas listas electorales no hayan tenido en cuenta la afinidad ideológica de sus integrantes. Que simplemente se haya impuesto, en la mayoría de los casos, la aritmética electoral. Que un Partido como la Democracia Cristiana, por ejemplo, haya renunciado a los socios que tuvo por años (destacando la necesidad de un camino propio) para terminar aliados con dos expresiones que poco o nada tienen en común con los proclamados valores humanistas y cristianos de la Falange.
En este sentido, por supuesto, hubo menos indecencias entre las organizaciones de derecha, las cuales, finalmente, tuvieron que transparentar sus desacuerdos en dos candidatos y listas diferentes que se disputarán los votos del sector. En la izquierda, ciertamente, también prevalecieron las recurrentes divisiones en la conformación de sus listas. Aunque a todas luces, son controversias que están marcadas por el cacicazgo o la ambición desmedida de sus diversas figuras, más que por el disenso ideológico o programático. Algo que pudimos presenciar en la pugna por el Caso Mayol, pese a que éste había sido un precandidato presidencial de este referente, obteniendo un respetable apoyo en las pocas elecciones primarias que se materializaron y fueron supervisadas por el Servicio Electoral.
De esta misma forma es que la inscripción de otros tres candidatos presidenciales más, con sus respectivas listas parlamentarias, da cuenta de la renuencia del llamado progresismo a la unidad, demostrada por la exclusión que algunos reclamaron cuando se les negó su pertenencia al Frente Amplio o por el camino propio y personal consumado por candidatos como Marco Enríquez Ominami, quien postula por tercera vez, sin ninguna certeza de que esta pueda ser la vencida.
Si usted hace una revisión de esa enorme cantidad de candidatos inscritos (más de mil, sin contar los candidatos a Cores) podrá comprobar fácilmente cómo la mayoría de ellos nada o muy poco tiene que ver con los distritos o circunscripciones por los cuales serán postulados. Muchísimos de ellos nacidos y criados en la Capital y que ahora van a postularse por las distintas regiones, en un desprecio ya crónico por la voz de las provincias y de los millones de chilenos que siempre una justa representatividad para sus zonas, advirtiéndonos que “Santiago no es Chile”. Es así como candidatos a diputados y senadores que iniciaron sus respectivos lobbies para postularse por el norte o el sur y que terminaron al otro extremo de nuestra geografía. Santiaguinos excluidos de las listas metropolitanas que se trasladan ya a hacer campaña en zonas por las cuales pueden haber pasado algún día solo como turistas. Parlamentarios, incluso, que ya se desempeñaron como representantes de alguna región y que ahora son postulados por otras. De todo, realmente de todo, puede ver usted en las listas ya consumadas.
Total desprecio, en resumen, por los habitantes y ciudadanos del país, pero también por las asambleas partidarias, los dirigentes zonales y los intereses específicos de nuestra larga y heterogénea geografía. Total desprecio por ese imperativo democrático de representar al pueblo y servir al país. Situación que evidentemente podría repercutir en el posterior ejercicio parlamentario de quienes resulten elegidos, debido a que sus nombres no surgieron por aclamación popular ni nada que se les parezca, sino por decisión de sus partidos o, más bien, de las cúpulas de éstos.
Supuestos representantes del pueblo, sin el pueblo y que no lo serán del pueblo, y que le deberán su cargo y millonaria dieta a quienes los designaron a dedo. Que tampoco obtendrán, se lo aseguro, una contunde apoyo si se repite una alta abstención. ¡Vaya cuánto pierde nuestra República y nuestra supuesta democracia con lo acontecido y registrado, ya, en el Servicio Electoral, cuyas atribuciones, por supuesto, van a ser vulneradas durante la campaña que se avecina, al carecer de recursos e instrumentos para una adecuada supervisión… Como lo han advertido sus propios directivos!
No podemos liberarnos del bochorno y asco que nos produce todo esto. Más aún cuando la opinión pública ha podido apreciar un tristísimo episodio en relación a la candidatura de José Miguel Insulza, ex ministro, el ex vicepresidente (y otra gran cantidad de ex) que luego de gozar por más de 27 años de altos cargos designados y excelentemente bien remunerados, como después de sobrepasar los 75 años de edad, finalmente ha inclinado su cerviz, se ha humillado, ante concesión de su Partido Socialista de otorgarle, en compensación, un cupo senatorial por circunscripción de Arica y Parinacota. Bajándolo de su postulación por Copiapó, donde estaba apostando desde varios meses sus fichas, como sus recursos por obtener un nuevo estatus, que ahora le podría asegurar por 8 años más uno de los más altos estipendios de la Administración Pública.
¡Vaya que indignidad y vergüenza ajena, cuando circuló en las redes sociales el fin de semana una tajante declaración de Insulza en contra de cualquier arreglo que no fuera el de postular por la Tercera Región. Su contundente negativa a someterse a una decisión cupular que hasta nos hizo olvidarnos, incluso, de los despropósitos del denominado “Panzer” por rescatar a Pinochet de un juicio internacional luego de que fuera detenido en Londres.
Ante todo esto, no es que tengamos demasiada confianza en que el pueblo les pueda propinar un debido castigo a los intrusos candidatos que van a postularse por regiones, comunas y barrios que no son los suyos o donde viven. Porque finalmente sabemos que estas contiendas electorales siempre están muy determinadas por el voto ciudadano más inculto y oportunista, como por la millonaria propaganda electoral.