Con un solo tiro la senadora magallánica resolvió dos problemas que la apremiaban desde el sábado 29 de julio. Por un lado, con su decisión de confirmar su aspiración presidencial desarticuló todo cuestionamiento respecto a su liderazgo como jefa del Partido Demócrata Cristiano, tomándose a pecho las facultadas propias del cargo, al descartar la repostulación de Ricardo Rincón a la Cámara; y por otro, de una vez por todas asumió su candidatura, la que a partir de ahora, asegura, planteará desde la ciudadanía y el apoyo de sus alcaldes. Con ambos gestos, Carolina Goic demostró no estar dispuesta a cargar con la responsabilidad de descarrilar a la DC –dejándola sin opción de regresar a La Moneda y sumida en una estampida en clave de debacle–, ni tampoco ponerse al alcance de quienes querían su cabeza como trofeo.
¿Por qué alguien que ya venció a sus propias células cancerígenas tendría que darse por derrotada en la arena política? Goic ya fue una vez al Gólgota a enfrentar el peor momento de su vida y regresó para contarlo, de modo que no sería comprensible que una mujer con ese nivel de entereza moral se rinda ante una maniobra que buscaba su crucifixión. No está muerto el que lucha. Más aún, la congresista volvió mucho más convencida de que su candidatura “pasa el estándar ético” y se mostró decidida a garantizar que las mujeres no sigan siendo ninguneadas; ya no solo se conformarán con ser incluidas en la papeleta electoral de los partidos para cumplir con la ley de cuotas, también se opondrán a toda probable agresión en el ámbito de la violencia de género.
A Goic no se la percibe como una fundamentalista anti machista, sí como una mujer con capacidad de diálogo que entiende que el mundo es cóncavo y convexo y que en él nadie sobra. El diputado Rincón no quedará fuera del Parlamento porque su partido no lo lleve en su plantilla, él mismo se disparó en los pies hace 15 años, cuando se autoimpuso una carga que en Chile es cada vez más difícil de llevar: cruzarse en la línea de fuego de la violencia intrafamiliar. En ello el Presidente Ricardo Lagos fue certero: “La coherencia de Goic con sus principios y la constancia para protegerlos, son prácticas necesarias en la política de hoy”.
De ahora en adelante solo resta esperar que las aguas falangistas se aquieten para que, al fin, todos quienes aspiran a dirigir los destinos del país, se concentren más en lo público que en lo partidista; ninguno de los candidatos debe olvidar que el bien superior que está en juego no es solo la buena convivencia y el bienestar al interior de las tiendas políticas, sino la tarea de sacar a Chile del subdesarrollo y la desigualdad, objetivo ulterior de toda democracia bien pensada.