Son demasiadas las señales que indican el fin del conglomerado oficialista, Nueva Mayoría. Casi todas provienen de la misma tienda partidista, el PDC, y han aumentado su número en las últimas semanas.
Primero fue el Secretario nacional de ese partido, Gonzalo Duarte, quien susurró a la prensa que “tal vez llegó el momento de buscar una nueva coalición”. Más tarde irrumpió Juan Carlos “Caco” Latorre, jefe territorial de la campaña presidencial de Carolina Goic, quien declaró que el PDC podría buscar una alianza nueva, esta vez con referentes como “Ciudadanos’, Amplitud, la IC y el PRO.
Finalmente, la propia Presidente del PDC y candidata a La Moneda, Carolina Goic, dijo hace algunas horas nada más que “la DC, evidentemente, ya está fuera de la Nueva Mayoría”.
Y para rematar este intríngulis, el “caso Rincón” vino a ponerle la guinda a esa torta de desencuentros y rupturas que vive la vieja falange. En una decisión controversial, la junta nacional del PDC aceptó las explicaciones del diputado Ricardo Rincón –acusado de ser culpable de violencia física y psicológica contra quien era su cónyuge- y le dio el visto bueno a su re postulación a la Cámara de Diputados.
Todo mal en la DC, y ello tiene réplicas en la Nueva Mayoría, coalición que también comienza a desmoronarse, pero no se trata de un asunto que sea sorpresa para nadie, ya que desde un tiempo a esta parte las señales del quiebre oficialista venían inundando el escenario político en todo su ancho. Ahora es cuestión de días nada más para que comencemos a escuchar cantos de sirenas llamando a los falangistas a conformar un nuevo bloque. Andrés Velasco y Alberto Espina podrían ser los primeros representantes de Circe en ofrecer vasijas llenas de ese aceite fenicio que tanto emboba a ciertos “insignes” del partido democristiano, como Jorge Burgos, Mariana Aylwin, Gutenberg Martínez y Andrés Zaldívar.
Los mentados tres tercios ya estuvieron presentes durante cuatro décadas en nuestro país, en épocas donde el vetusto partido radical constituía el “centro”, aliado a veces con el partido liberal y en otras ocasiones con la izquierda, específicamente con los socialistas. ¿Fue positivo para Chile la presencia de los tres tercios? Cualquier análisis que se haga al respecto debe considerar, como marco teórico y base de sustento, la realidad política global de aquellos años. Era el momento de la ‘guerra fría’, tiempos en los que la fuerza –la verdadera, la poderosa- estaba dividida en dos partes casi iguales, USA y URSS, con lo cual la balanza del poder mantenía cierto equilibrio permitiendo a algunos países tercermundistas correr un riesgo calculado al zafarse de la potencia que los asfixiaba, recibiendo por ello el apoyo y cobijo de la otra parte de la balanza que les servía de rápido escudo.
En 1988 cayeron los muros ideológicos derrumbándose a la vez el socialismo real, y el capitalismo logró entonces imponer sus términos urbi et orbi. Algo similar ocurrió en la política criolla durante esa larga época en que la balanza del poder político también mostraba cierto equilibrio, pues el escenario se dividía básicamente en tres partes visibles, a saber: Derecha (Partido Conservador, Partido Liberal), Centro (Partido Radical, y luego, Partido Demócrata Cristiano), e Izquierda (Partido Socialista, Partido Comunista), cada cual (es decir cada ‘tercio’) con sus apoyos menores y ‘colgajos’ varios.
Y hoy, año 2017, cuando se avizora un quiebre definitivo en uno de los componentes del duopolio, ¿cómo podrían quedar estructurados esos tres tercios? Por cierto, se trata de adivinar una estructura básica, ya que en ambas riberas del escenario político existen múltiples referentes, aunque muy pocos de ellos –en el caso de la izquierda- se encuentran adosados al tronco principal, es decir, al que aún funciona en la Nueva Mayoría y que se le conoce como “izquierda oficial”… o “reconvertidos a la fe neoliberal”, vale decir, los administradores del sistema.
Resulta fácil señalar que la derecha reunirá a los partidos que hoy la componen, UDI y RN, acompañados quizás por EVOPOLI, el PRI y algún otro mini referente, como fácil es también asegurar que en el centro se aglutinarán el PDC, Ciudadanos, el PRO y parte del actual PPD. La izquierda, a su vez, debería congregar al PS, PC, PRSD, IC, PH y varios otros ‘colgajos’ que conforman el actual archipiélago existente en ese sector. La duda –al menos en mi caso- apunta al Frente Amplio. ¿Se alineará con uno de estos dos sectores, Centro o Izquierda, o preferirá seguir transitando el recorrido del ‘llanero solitario’?
Nadie sabe qué tan negro o blanco sería el panorama político con una nueva distribución de tiendas y bloques, pero lo único que parece indesmentible es que se terminaría el discurso barato que habla de “centroderecha” y “centroizquierda”, cuestión que en realidad resultaría sana para una política ídem. Con los tres tercios la máxima debería ser “somos o no somos”, pero nada más de “somos a medias y tal vez no somos, pero a lo mejor sí somos”.
Para quienes luchan con denuedo en la mantención del statu quo, obviamente el regreso de los tres tercios pondría en jaque la posibilidad de seguir contando con los necesarios quórum que permiten la permanencia del derecho a veto en el legislativo. Perder esa calidad, la del veto (que hoy la tienen y la vienen utilizando desde 1990 a la fecha), sería una verdadera catástrofe para extremistas de derecha y para talibanes vaticanos. En efecto, lo que más ha interesado a la UDI en estos 20 años –amén de acceder al gobierno- ha sido precisamente no perder los quórum que le otorgan el derecho a vetar proyectos de ley que considera dañinos para sus intereses.
Luego de tantos calendarios vividos bajo la férula del neoliberalismo salvaje (el pinochetista y chicaguiano primero, y luego el de los mayordomos concertacionistas), uno se obliga a recordar los tiempos de la guerra fría, ya que en ellos la balanza, en grado significativo, estuvo siempre equilibrada, asunto que es dable aplicar también a lo acaecido en esos años en el Congreso y en la política en general .
Que tal sistemita terminó descuajeringando al país, nadie lo discute…pero, en términos de equilibrio social también hubo ganancias para los menos favorecidos económicamente, y para toda la sociedad civil, puesto que de una u otra forma contaban con apoyo honesto y sólida representación en la dictación de las leyes. No gustó ello a los patroncitos sitos en Washington ni a sus colonizados dependientes en Chile. El resultado ya lo sabemos.
Pero, hoy es hoy; hoy es un tiempo diferente donde el gran “enemigo de la civilización cristiana derechista”, el marxismo-leninismo, se ha reducido a una materia académica merced a la desideologización que caracteriza a la mayoría de los referentes políticos no derechistas. Esto trae aparejada otra realidad, pues en definitiva el problema tal vez sea que a nadie le importe el devenir de la política criolla, ya que el bajo porcentaje de asistencia a comicios municipales, presidenciales y parlamentarios denota un claro desinterés por los asuntos públicos, así como también un desprecio indesmentible respecto de parlamentarios y dirigentes políticos.
Sin embargo, observada la situación desde una perspectiva más halagüeña, los tres tercios podrían ser el elemento decisivo para que la fragmentada izquierda chilena, por fin, se agrupase o se uniera en un mismo bloque, aunque ciertamente la carencia de liderazgo y de programa consensuado seguiría pasándole la factura. Lo anterior, en una u otra medida, abre caminos a una nueva etapa de ideologización de la política, terminando con el ‘cosismo’ y los maquillajes, vale decir, impulsando a las cofradías políticas a retomar discusiones que apunten a realizar cambios de fondo y legislaciones en el mismo sentido. r
De acuerdo a lo que expresan varios dirigentes de la derecha, del PDC e incluso del PS y del PPD, el regreso de los tres tercios podría colocar serios obstáculos al desarrollo del país, porque sería extremadamente difícil gobernar y legislar llevando a buen puerto el programa elegido por los electores, ya que siempre habría otros dos tercios armados de puñales esperando a César en el ingreso del hemiciclo legislativo.
¿Bueno, malo? No lo sabemos. Quizás podemos informar respecto del verdadero actuar de los tres tercios en el pasado, durante la ‘guerra fría’… pero, ya se dijo, este es otro tiempo, otra época, ni mejor ni peor que las anteriores… sólo distinta.