Lo de este fin de semana en la DC es la constatación de una realidad: la moral y la política no se llevan bien; no en el plano de lo absoluto, sí en el del relativismo. Tras la decisión falangista de este sábado 29 de apoyar en bloque a los candidatos al Parlamento, y no uno a uno, con lo que el nombre del cuestionado diputado Ricardo Rincón habría sido protestado como cheque sin fondos, la candidatura presidencial de la senadora Carolina Goic fue arrinconada, lanzada a las mazmorras de Alameda 1460.
O tal vez –en beneficio del principio de inocencia– lo que ocurrió fue que al fin se impuso la racionalidad sobre la subjetividad: el diputado Ricardo Rincón está libre de polvo y paja y nadie puede dejarlo fuera de la plantilla de la DC, ni siquiera un fallo judicial que hace 15 años lo mandó a tratarse, luego de haber sido procesado por un episodio de violencia contra su ex pareja.
En resumen, durante este fin de semana la Junta Nacional del PDC le quitó el piso a un principio moral de su presidenta: no apoyar a ningún candidato que haya sido condenado por violencia intrafamiliar, y le dio luz verde a la libre interpretación de un fallo judicial. No se le quita de esa forma el respaldo político a la líder del partido; salvo que la estrategia para bajarla así lo indique, so pretexto que las encuestas le son esquivas.
La senadora Carolina Goic podrá hablar despacito, sin perder jamás la compostura, ser en extremo bien educada y decente, incluso, no superar el 3% en las encuestas, pero tiene algo que –por desgracia– hoy se valora a precio de huevo en política: es una persona honesta y consecuente.
Mientras su partido le preparó una trampa mortal, ella caminó digna al cadalso, dispuesta a morir sin renunciar a su impronta de ser una mujer que defiende mujeres, que apoyó en el Senado la despenalización del aborto, sin la calculadora en la mano, convencida que su conciencia la acompañaba.
De una cosa podrán estar seguros los que la dejaron sola: si Carolina Goic baja su candidatura presidencial, no lo hará porque marca poco, o porque la familia Rincón operó, sino porque hechas las cuentas, comprobará que la moral y la política se llevan mejor cuando viven a una distancia prudente, y bien vale la pena tomar oportuna nota de ello.
Tal vez este sea el momento para que aquellas mujeres que aplaudieron con pasión el voto a favor de Goic en la despenalización del aborto, hoy la respalden, no solo por una cuestión de solidaridad de género, sino porque la ahora ninguneada senadora siempre ha sido consecuente. Y en una de esas, su arrinconamiento tenga un efecto boomerang y salga fortalecida como presidenta y candidata. O tal vez el apoyo venga del otro lado del Atlántico, o quizás después de conversarlo con su madre e hija, recuerde la promesa que les hizo un 21 de mayo, cuando ya la jalonaban para bajarla: “Ésta es una candidatura que sí o sí llega a primera vuelta, lo juro por mi madre, por mi hija”. De no ser así, aún le quedan cuatro años en el Senado.