En mayo de 2009 sosteníamos en una columna titulada “Atento Caleu”, que el ex Presidente Ricardo Lagos, quien luego de declinar su opción de regresar a La Moneda se había recluido en su casa de descanso en Caleu, para no contaminarse con las rencillas del mundo concertacionista, debía mantenerse expectante. Era una conclusión obvia.
En aquella época Lagos estaba harto de las zancadillas y empujones; de las deslealtades y, sobre todo, de la falta de una visión de largo plazo al interior de la izquierda; nadie se proyectaba más allá de cuatro años. No obstante, tanto dentro como fuera del conglomerado que gobernaba desde 1990, había quienes pensaban que su lugar no estaba en Caleu, sino en La Moneda; convicción tal vez más funcional que doctrinaria, dada la fragilidad de la candidatura gobiernista. La razón, ¡oh paradoja!, era muy similar a la de estos días: a pocos meses de la máxima contienda, el candidato de la Alianza, Sebastián Piñera, corría con demasiada ventaja, sin que el oficialismo pudiera ponerle al frente a un rival de peso.
Ese 2009 la Concertación había proclamado al ex Presidente Eduardo, tras una primaria de mal gusto, celebrada en apenas un par de regiones, donde se había deshecho del senador radical José Antonio Gómez. En el carril vecino corría el diputado Marco Enríquez-Ominami, otro ninguneado y al que los barones del PS no le dieron ninguna importancia ni lo vieron como amenaza real, soberbia que más tarde pagarían muy cara, cuando el ofendido ofendió al candidato de la Concertación que llegó a segunda vuelta (Eduardo Frei), omitiendo decir su nombre frente a la prensa, refiriéndose a él solo como “el candidato del 29%”; desprecio que muchos materializaron en la urna votando por Piñera, en enero de 2010.
Han trascurrido ocho años desde entonces y las cosas no solo cobran una dramática similitud para la actual Nueva Mayoría, sino también para quienes la sostienen. El de hoy es un escenario mucho más complejo que el de 2009; paradójico de principio a fin. Por un lado, el sector está dividido en dos posibles candidaturas. El PDC levantó a su presidenta, la senadora Carolina Goic, sobre cuya cabeza pende una espada de Damocles que en cualquier segundo la deja sin aliento; mientras que el resto de los partidos –PS, PPD, PR, PC, IC y MAS– optaron por el senador Alejandro Guillier, quien ha declarado a los cuatros vientos que desea mantener su condición de independiente, no obstante haber sido elegido por Antofagasta en un cupo radical. En tanto, resulta inexplicable que un candidato independiente –por cuya sola condición debe reunir cerca de 34 mil firmas para inscribir su postulación– sea el abanderado de un conjunto de partidos políticos, los que, para mayor abundamiento, asumen como propia la recolección de esas miles de adhesiones, desplegándose por todo el territorio nacional. En segundo lugar, aun cuando esa tarea se anuncia como cumplible, asegurándole a la centroizquierda la concurrencia de tres candidatos en la papeleta de noviembre (Alejandro Guillier, Carolina Goic y Beatriz Sánchez), las cosas para el sector están lejos de resolverse en términos gananciales.
La Nueva Mayoría ha arribado al peor de los lugares: el de la estulticia política; un estado inexcusable de necedad al que no quiere pertenecer, pero del que tampoco puede escapar. ¿Será posible no aprender nada de los errores de hace menos de una década? Hoy, a cuatro meses de los comicios el oficialismo avanza a paso firme a una nueva derrota a manos de Piñera. Lo único rescatable es que desde el seno de la tragedia ad portas hay voces que lo están advirtiendo, antes que sea demasiado tarde, como en 2009, cuando todo hacía aconsejable cambiar a Frei por Lagos.
“En el actual contexto, Lagos sería más hoy que ayer“, confiesa esta semana el senador PPD Guido Girardi a una revista. Respecto a la decisión del Lagos de abandonar la carrera presidencial luego que el PS eligiera a Guillier como su candidato, Girardi es tajante: “Fue un error que se bajara”. Y agrega: “Guillier es un castigo a nosotros mismos”. Aunque después en un vespertino lo calificó de “salvavidas” para la NM. Y remata: “Alejandro surge de nuestra incapacidad para elaborar nuevas respuestas”.
¿Acaso no sería dable colegir de las sentidas palabras del vicepresidente del Senado un llamado a la cordura? ¿Habrá llegado la hora para que la Nueva Mayoría, encabezada por el PS “ofensor”, inicie su romería a Caleu en búsqueda del pater familias para que ordene la grey? “Lagos sería más hoy que ayer”, piensan en el PPD.