Pareciera que los dos son, para el otro, el enemigo perfecto. Ambos se acusan recíprocamente de ser responsables de los males de Argentina y se sienten aparentemente muy cómodos cuando tienen que medirse entre sí. El presidente Mauricio Macri y su antecesora, Cristina Fernández, se enfrentarán en las elecciones legislativas, que se consideran un test para los comicios presidenciales de 2019.
Fernández, quien el 10 de diciembre de 2015, en una decisión sin precedentes, no quiso colocarle la banda presidencial a Macri, será candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, que concentra alrededor de 40 por ciento de los electores.
Su postulación se concretó el sábado 24, que era la fecha límite para el registro de aspirantes a las elecciones de medio término del 22 de octubre, donde se renovará un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados del legislativo Congreso de la Nación.
“Hay tres tipos de Estado. Los más estables son los que se organizan sobre instituciones, como Estados Unidos. Luego vienen los que lo hacen sobre partidos, como era hasta 2001 Argentina, que hoy depende de liderazgos individuales y por lo tanto es profundamente inestable. Cada político va para donde cree que debe ir; no hay contención institucional ni ideológica”: Raúl Aragón.
Era la noticia que, según muchos analistas, esperaba Macri, quien busca que los argentinos vivan esta elección como una encuesta de preferencia entre la administración actual y el período anterior, que abarcó 12 años, ya que entre 2003 y 2007 gobernó el fallecido Néstor Kirchner, esposo de Fernández, su sucesora.
El presidente, de centroderecha, eligió como principal candidato de la coalición gubernamental Cambiemos a un funcionario de perfil relativamente bajo, que lo acompaña desde hace 10 años, cuando asumió la jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: el actual ministro de Educación, Esteban Bullrich.
La importancia asignada a las parciales elecciones legislativas es más simbólica que real. Debido a las bancas que se ponen en juego, no se alterará el actual escenario, que es de gran fragmentación en Diputados y de predominio de la oposición en el Senado.
Desde que abandonó la Casa Rosada, Fernández, de centroizquierda, ha seguido siendo noticia permanente, porque enfrenta múltiples investigaciones por supuesta corrupción, en tres de las cuales está procesada y podría ser juzgada en un futuro cercano.
Para ella, se trata de “una persecución judicial y mediática que no registra antecedentes”, según dijo por escrito al juez federal Claudio Bonadio, que la señaló como responsable de los delitos de asociación ilícita, lavado de dinero y negociaciones incompatibles con la función pública.
Bonadio sumó además como partícipes de los hechos de corrupción investigados a los hijos del matrimonio Kirchner, Florencia y Máximo, este último diputado nacional.
El gobierno, por su lado, también llega a la elección con un lastre pesado: no tiene noticias económicas positivas para mostrar, y su impacto social se evidencia en datos como que desde diciembre de 2015, los salarios perdieron 5,8 por ciento de su poder adquisitivo, según datos oficiales difundidos el 26 de junio.
Así y todo, el de los trabajadores formales es un sector privilegiado de la población, ya que la desocupación trepó en el primer trimestre de 2017 a 9,2 por ciento, frente a 7,6 por ciento del trimestre anterior, y se estima que el empleo informal ronda 35 por ciento de los trabajadores ocupados.
Macri responsabiliza a la corrupción y a las políticas económicas del binomio Kirchner por ese escenario económico, que tiene su costado más delicado en la situación social: un tercio de la población es pobre, según datos oficiales.
A comienzos de este mes, el presidente dijo que su antecesora “ha hipotecado el país” y que “expresa un montón de cosas que le han hecho mucho daño a la Argentina”.
“Una parte de la sociedad privilegia los años de gobierno de los Kirchner en los que, partiendo de una situación desastrosa, creció el poder adquisitivo del salario y hubo niveles altos de consumo, a pesar de que la economía se estancó en los últimos tres o cuatro años”, dijo a IPS el sociólogo Eduardo Fidanza, analista de Poliarquía, consultora de opinión pública que es una referencia entre los líderes políticos y empresarios.
Mientras, “otra parte cree que la difícil situación de hoy es consecuencia de las decisiones tomadas en aquella época y está convencida de que por el camino actual tendremos un mejor futuro”, adujo.
“No está claro cuáles son las proporciones de unos y otros en la población. Eso es lo que va a definir la elección”, agregó.
De acuerdo a las encuestas, la exmandataria atrae los mayores niveles de adhesión en los llamados segundo y tercer Cordón del Conurbano bonaerense, los suburbios más alejados del centro de la capital, donde la población está más castigada por la situación económica. En cambio, Fernández concita un gran rechazo en los sectores sociales medio-altos y altos.
“Empresarios de alto nivel de influencia nos manifestaron el temor de que Cristina gane esta elección. Es difícil explicarles que si gana va a ocupar un cargo legislativo y difícilmente vuelva a ser presidenta en 2019, por el alto nivel de rechazo que despierta. Los empresarios no quieren que el tiempo del kirchnerismo regrese”, dijo Fidanza.