Diariamente vemos en los canales de noticias o leemos en los periódicos, acerca de los avances de las energías renovables en América Latina. Proyectos de energía eólica, solar, geotermia son presentados con cierta frecuencia lo que da la idea de que la región está rápidamente transformando su matriz energética. Pero ¿cómo es verdaderamente la realidad?
Si miramos la evolución de la participación de las fuentes renovables en la matriz energética latinoamericana vemos que esta no es tan acelerada como revelan las noticias en los periódicos. En verdad, si analizamos los datos fríos vemos más un retroceso que un avance.
En 1970 la participación de las renovables superaba el 30% de la oferta energética latinoamericana. Pero desde entonces hasta ahora, el porcentaje de renovables en la matriz regional ha caído hasta el 25%. Es decir, hoy utilizamos proporcionalmente menos fuentes renovables y más combustibles fósiles de lo que utilizábamos en el pasado. No es que no haya aumentado la oferta de generación hidráulica, solar o eólica, sino que el aumento del uso del petróleo y el gas natural ha sido mayor.
Sin embargo es de destacar que, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones del mundo, América Latina ha tenido una fuerte presencia de hidroelectricidad en su canasta energética. Esto ha hecho que en términos globales, sea considerada una de las regiones más “renovables” del planeta. La gran cantidad de cursos fluviales que riegan el subcontinente llevó a una proliferación de represas en las décadas de 1970 y 1980 que marcaron esta trayectoria.
Pero los avances de las llamadas “modernas” fuentes renovables (solar, eólica, geotérmica) han sido y siguen siendo muy lentos en comparación con el aumento del uso de combustibles fósiles. La participación de estas fuentes aún no ha llegado al 4% del consumo energético regional.
Las perspectivas hacia el futuro no son muy alentadoras. Las prospectivas mayormente utilizadas prevén un fuerte aumento del consumo energético pero la proporción de renovables se mantiene prácticamente incambiada. La hidroelectricidad continuará siendo la renovable con mayor presencia por lejos, mientras que las otras seguirán con una escasa participación.
Hidroeléctricas
Sin embargo que una fuente sea “renovable” no quiere decir que sea “sustentable”. La renovabilidad es un atributo de la fuente: sol, viento y agua, son recursos que pueden considerarse permanentes. Sin embargo la sustentabilidad depende de los modos de apropiación de esas fuentes. Casos típicos de esta diferencia son por ejemplo la leña que se extrae de la selva o la producción de biocombustibles a partir de monocultivos intensivos: la naturaleza de la fuente es renovable, pero su explotación más allá de los límites ecológicos la hacen insustentable.
La hidroelectricidad es uno de los casos en los cuales renovabilidad no va necesariamente de la mano de la sustentabilidad. América Latina muestra muchos ejemplos de los impactos ambientales de las represas hidroeléctricas, así como de los conflictos sociales que provocan.
Pero mirando hacia adelante las perspectivas son aún más desoladoras ya que la mayor parte del crecimiento esperado de las fuentes renovables hacia el futuro proviene de la construcción de nuevas represas. Según los escenarios de la AIE[i][i], por ejemplo, América Latina duplicará la generación hidráulica para 2040 lo que implica necesariamente la construcción de un gran número de represas en ríos que mayormente ya han sido intervenidos con este tipo de construcciones.
La revista Nature publicó recientemente un artículo sobre este tópico particularmente para la cuenca del Río Amazonas[ii][ii]. Según sus autores en la cuenca de este río ya hay 140 represas operando y se planean construir 428 más. El estudio publicado advierte que estas infraestructuras atraparían muchos nutrientes que son esenciales para los organismos que lo habitan y que el 60% de los sustratos que transportan los ríos de esta cuenca quedarán retenidos en las represas. Los autores han creado una “escala de vulnerabilidad” de 1 a 100 y concluyeron que algunos ríos de la franja andina, como el Marañon o el Madeira, tienen grados de riesgo de 70 a 80 puntos. Pero toda la cuenca amazónica se verá gravemente afectada por la interceptación de los flujos de nutrientes y sedimentos
Este estudio en particular se centra en los efectos de la interrupción del flujo de estos sustratos, pero esto es solo una parte de los impactos esperados que incluyen la deforestación, la detención de los flujos migratorios de los peces, los desplazamientos de las poblaciones de las zonas inundadas y las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros.
Entretanto las otras fuentes renovables diferentes a la hidráulica aún no superarán el 4% de la energía que se utilice en la región para el año 2040, mientras que los combustibles fósiles aumentarán en un 40% su consumo. Esta es la triste realidad que le espera a América Latina en el futuro más allá de los titulares de la prensa y el esfuerzo de los relacionistas públicos gubernamentales. Un futuro fósil, nada renovable y con ríos muertos o agonizantes.
–* Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)
[i][i]Agencia Internacional de la Energía. World Energy Outlook 2015
[ii][ii]Damming the rivers of the Amazon basin. Nature Vol. 546, Junio 2017.