El 10 de diciembre de 2014, en conmemoración del fallecimiento de Augusto Pinochet -y coincidiendo con el 66° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos- la Cámara de Diputados, presidida por el DC Aldo Cornejo, rindió un minuto de silencio en homenaje al ex dictador. Es cierto que los diputados de la Nueva Mayoría abandonaron la sala; pero de acuerdo al presidente Cornejo, 24 horas antes se había solicitado dicho homenaje y ningún jefe de bancada de la Nueva Mayoría lo objetó.
El 16 de mayo pasado el Senado, presidido por el DC Andrés Zaldívar, efectuó una sesión de homenaje al recientemente fallecido Agustín Edwards, también sin oposición de ninguna bancada de la Nueva Mayoría. Esta vez, además del presidente de la corporación, permanecieron rindiéndole homenaje en la sala los senadores DC Carolina Goic, Jorge Pizarro, Ignacio Walker y Patricio Walker.
Es decir, ambos homenajes fueron rendidos con la aquiescencia de las bancadas partidarias de la Concertación-Nueva Mayoría. Aparentemente esto ha sido insólito. Sin embargo, si analizamos lo que ha sido la trayectoria de este conglomerado desde 1990 no debiéramos extrañarnos. Tanto a Pinochet como a Edwards les han rendido “homenajes” mucho más sustantivos que minutos de silencio o sesiones especiales de la Cámara de Diputados o del Senado.
En el caso de Pinochet ha sido nada menos que la legitimación, consolidación y perfeccionamiento pacíficos del modelo económico-social de refundación nacional que su dictadura impuso a sangre y fuego. Esto es, de las AFP, Isapres, Plan Laboral, LOCE-LEGE, universidades privadas con fines de lucro, ley de concesiones mineras, privatizaciones de servicios públicos, concentración del ingreso, etc. Además, Pinochet fue celosamente defendido por los gobiernos de Aylwin y Frei Ruiz-Tagle cuando en sus viajes institucionales como comandante en jefe del Ejército -o de vacaciones al exterior- se encontró con duras críticas de la sociedad civil o de gobiernos extranjeros, que incluso muchas veces le negaron la entrada al país, como fueron los casos de Francia, Suiza, Eslovaquia, Rusia, Israel y Sudáfrica. Defensa que culminó luego que Pinochet fuese detenido en Londres, y pese a que ya no era comandante en jefe del Ejército. En este caso los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y Lagos fueron tan “eficaces” que primero lograron su vuelta a Chile en base a manifiestamente falsas razones de salud mental (lo que habría sido prácticamente imposible si Chile hubiese contado con gobiernos de derecha propiamente tales); y luego presionaron pública y privadamente a los tribunales de justicia logrando su impunidad final.
Pero la expresión más gráfica de los homenajes rendidos a Pinochet lo representó el evento del 19 de agosto de 1998, cuando el presidente del Senado de la época, ¡Andrés Zaldívar!, invitó a la testera al senador vitalicio Augusto Pinochet para que sellaran el acuerdo convenido previamente entre ellos (y ratificado ese mismo día por el Senado) de establecer el Día de la Unidad Nacional, a celebrarse el primer lunes de Septiembre de cada año. Un mes después Pinochet iniciaría el viaje a Europa (con pasaporte oficial brindado por la Cancillería) que terminó con él detenido en Londres…
En el caso de Edwards el homenaje más sustantivo ha sido el total apoyo brindado a “El Mercurio” y a su Fundación Paz Ciudadana. De este modo, el gobierno de Aylwin hizo vista gorda de los cuestionados convenios que la dictadura efectuó a fines de los 80 para salvar a la empresa “El Mercurio” de una inminente quiebra; pese a que, como opositora, la Concertación efectuó fuertes denuncias de aquellos convenios. Luego, sus gobiernos llevaron a cabo diversas medidas en contra de los medios de comunicación escritos teóricamente afines –a través principalmente del bloqueo de fondos holandeses y de la discriminación del avisaje estatal, según han denunciado sin ser desmentidos varios directores de dichos medios- logrando su total destrucción en la década de los 90; con lo que “El Mercurio” y “La Tercera” lograron una inédita posición duopólica. Obviamente esta conducta se explica porque previsoramente el liderazgo de la Concertación percibió que, a la larga, sus medios teóricos se convertirían en los reales opositores a su neoliberalización encubierta.
Por otro lado, diversos líderes concertacionistas se convirtieron en columnistas estables (por ejemplo, los DC Jorge Correa e Ignacio Walker; y los PPD Eugenio Tironi y Francisco Vidal) u ocasionales del periódico. Y por cierto que éste ha retribuido tanto apoyo, al brindarle una excelente y permanente cobertura a las opiniones y acciones desarrolladas por los partidos y líderes del conglomerado. Lo mismo se puede decir de la cadena de periódicos del otro miembro del duopolio: “La Tercera”; y del conjunto de los canales de televisión. Esto se hizo totalmente patente los cuatro años del gobierno de Piñera, cuando pese a teóricamente no disponer de ningún diario o canal de televisión, la Concertación no manifestó ni la más mínima molestia, dada la cobertura que le efectuaban “El Mercurio” y los otros medios hegemónicos; ni menos necesidad alguna de tener medios “propios”.
Por último, la cúpula de la Concertación se ha incorporado profusamente a su Fundación Paz Ciudadana, en términos de directores, ejecutivos, consultores o asesores; incluyendo a numerosos ex ministros y líderes partidarios. Por ejemplo, los DC Soledad Alvear, Javiera Blanco, René Cortázar, Mónica Jiménez y Edmundo Pérez; los PPD Pilar Armanet, Sergio Bitar, José Joaquín Brunner y Eugenio Tironi; y los PS Enrique Correa y Oscar Guillermo Garretón. Es más, podría decirse que el vuelco experimentado en la percepción que tenían de Agustín Edwards entre los 60 y 90, y la adquirida luego del 90, varió en 180 grados. De ser una personalidad duramente cuestionada por su rol en contra de la Reforma Universitaria de los 60 (recordemos el célebre afiche colocado hacia Alameda por la FEUC durante la toma de la Casa Central: “Chileno: El Mercurio Miente”), por su promoción del golpe de Estado de 1973 y por su apoyo incondicional a la dictadura; se convirtió en un referente incuestionable al que el conjunto del liderazgo de la Concertación le ha rendido virtual pleitesía.
De este modo, las aparentemente anómalas conductas hacia la persona y obra de Pinochet y Edwards, se entienden perfectamente a la luz del giro copernicano experimentado por el liderazgo de la Concertación a fines de los 80.