Noviembre 16, 2024

La Decadencia de Occidente y el surgimiento de China

El gran sociólogo alemán Max Weber en 1904, describía y explicaba con certera y convincente documentación, cómo la revolución protestante, produjo un nuevo tipo de cultura y carácter nacional en la Europa del norte. Todo esto creó un nuevo espíritu, motivaciones, actitudes y conductas en ambos: los trabajadores y los empresarios tanto de la Europa del norte como de Norteamérica.

 

Este radical cambio motivacional y conductual, produjo a su vez, el desarrollo del moderno capitalismo industrial en el planeta. La reforma protestante, así, significó un gran cambio hacia una cultura de auto confianza, auto entrenamiento intensivo y un nuevo espíritu capitalista que incrementó enormemente el deseo, la motivación de logro y la auto superación individual. De esta forma el protestantismo, con su énfasis en la auto confianza, responsabilidad individual y sólidos valores orientados hacia el trabajo productivo, produjeron lo que Weber denominó “el espíritu del capitalismo”.  Fue de esta forma cómo la reforma religiosa, produjo temprana independencia individual, meticuloso y riguroso entrenamiento, alto espíritu de logro; y todo esto a su vez creó las bases conductuales y sicológicas del capitalismo moderno.

         Weber demostraba sus conclusiones señalando que jóvenes obreras protestantes trabajaban más duro, por más tiempo y en forma más productiva que las jóvenes de otras religiones. Además señalaba que éstas jóvenes obreras, tenían una más poderosa tendencia al ahorro y a utilizar estos ahorros en nuevas actividades productivas. Weber continúa su análisis señalando que los empresarios protestantes alcanzaban la cima del mundo de los negocios con mucha mayor frecuencia que sus colegas de otras religiones. Y todo esto a pesar de fuertes desventajas en términos de la previa riqueza familiar de estos empresarios. Enfatizaba que los hombres de religión protestante, debido a sus creencias, no podían gozar libremente de los frutos de su labor. Estos individuos no podían gastar su dinero en lujos y consumo superfluos para sí mismos o sus familias. Esto debido a las estrictas prohibiciones que la nueva religión tenía hacia el pecado de la auto indulgencia. Muy por el contrario, los empresarios protestantes ahorraban la mayor parte de sus ingresos, y estos eran inevitablemente invertidos en la expansión de sus negocios. Era esta actitud y conducta lo que explicaba la razón por la que ellos prosperaban. Weber se preguntaba sobre las causas que impulsaban a estos empresarios a lograr verdaderos milagros de productividad y excelente organización de los negocios; y se respondía señalando que este tipo de empresario “no obtiene nada de su riqueza para sí mismo. Sólo se satisfacía con un sentimiento irracional de haber hecho un trabajo a la perfección”. ([i]) Weber señalaba que este tipo de individuos se daban con mucha más frecuencia en la religión protestante que en otras religiones. Weber enfatiza una y otra vez que las creencias religiosas de los protestantes era la única explicación racional de esta extremadamente rara y peculiar conducta. En particular el autor destaca dos aspectos: primero la insistencia que los protestantes tienen sobre el concepto titulado “llamado divino”. Este concepto significa que la principal responsabilidad del hombre era hacer su trabajo en la mejor forma posible en aquel lugar o puesto que Dios le había asignado en la vida. El protestante rechaza el deseo de retirarse del mundo y dedicarse por entero a una vida de servicio místico hacia Dios. Esta exigencia la tienen otras muchas religiones.

         Segundo, el concepto de la “racionalización de la vida”. Esta idea fue introducida por Calvino con su noción de la predestinación. Los protestantes antiguos se habían sentido particularmente ofendidos por la llamada “venta de indulgencias” y por supuesto eran totalmente contrarios a esta práctica. La idea de que las “buenas obras” podían ayudar al hombre a comprar su salvación era totalmente rechazada. En su sermón titulado “Libertad Cristiana” Lutero señalaba con mucha fuerza, que el hombre podía hacer “buenas obras” desde la punta de su cabeza, hasta la punta de sus pies y aún así no entrar al paraíso. Calvino por su parte, agregaba que la decisión sobre quiénes eran los elegidos, ya había sido hecha por Dios y que ninguna cantidad de buenas obras en la tierra podían cambiar tal decisión.

         Según Weber, esta estricta interpretación del proceso de salvación, creaba un gran problema para el creyente común y corriente. Era preciso descubrir por cada persona el hecho de si estaba en la lista de los elegidos o si se estaba en la lista de los condenados. Como esta tarea era prácticamente imposible de cumplirse, la única salida razonable era tratar de imitar la vida de los santos de la biblia. Se pensaba que ellos estaban naturalmente en la lista de los elegidos y por lo tanto, sólo imitando la conducta de estos santos, existía la posibilidad de liberarse del terror de estar condenado para siempre. Por lo tanto según Weber, el protestante promedio, tenía que conducirse bien en todos los aspectos de su conducta diaria. Esto se hacía no como una salida técnica para comprar la salvación, sino como una más segura posibilidad de eliminar o reducir el temor de ser condenado al infierno. Weber señalaba que en términos prácticos esto significaba que Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos. Con esta conducta, el protestante crea, él mismo, su propia salvación. Pero este logro, no consiste como en otras religiones, en la gradual acumulación de buenas obras individuales que se ponen en la columna contable de los créditos positivos. Muy por el contrario, la verdadera salvación se obtiene mediante el sistemático autocontrol el cual, en todo momento, se enfrenta a la inexorable alternativa de ser elegido o ser condenado. ([ii])

         Esta rígida y estricta racionalización de toda la conducta humana, cuando se combina con el énfasis en tratar de cumplir a la perfección con las obligaciones y deberes en el puesto que Dios le ha asignado; destruye de un golpe la conducta relajada, hedonista y corrupta con que la empresa capitalista se había conducido en el pasado. El empresario capitalista moderno trabaja muy duro y en el hecho no se puede relajar ni siquiera por un minuto. Por su parte, los obreros protestantes, que éste capitalista contrataba, debían trabajar con el mismo esfuerzo y fervor que sus patrones. Y ninguno de estos trabajadores podía disfrutar relajadamente del fruto de su trabajo y todo esto por la convicción y el temor a perder su lugar en la lista de los salvados. De esta forma, las ganancias empresariales y los ahorros de los trabajadores, estaban disponibles para ser reinvertidos en la constante expansión de las empresas, expansión que también era un importante mandato divino.

         A todas estas tremendas exigencias se debía agregar el mandato que Lutero hacía sobre la necesidad de que todos los creyentes debían ser expuestos directamente a la biblia. Este libro sagrado tenía que ser leído por cada creyente y así en forma individual cada persona debía trabajar por obtener la guía divina directamente. Esto significaba que el protestante debía saber leer y escribir y así obtener los suficientes conocimientos culturales para poder entender la biblia por sí mismo y cumplir con el mandato de luchar en forma continua por alcanzar la perfección. Weber cita a Calvino en relación a este importantísimo tema, señalando que: “Cada uno debe proceder de acuerdo a su propia habilidad y continuar el camino que ya hemos comenzado. Ningún hombre podrá ser tan infeliz como para no hacer cada día algún progreso, aún cuando éste sea pequeño. Por lo tanto nunca paremos en nuestro esfuerzo de mejorar y de esta forma avanzar incesantemente en la senda del Señor. No nos dejemos desesperar por la pequeñez de nuestros éxitos; aunque nuestros éxitos no correspondan a nuestros deseos. Nuestro trabajo no está perdido cuando cada nuevo día se hacen un poco mejor que el anterior. Lo importante es que con sincera simplicidad mantenemos nuestra meta a la vista y con entusiasmo avanzamos en nuestro objetivo. No podemos practicar la auto adulación, y no podemos caer en nuestras malignas tendencias. Tenemos que perpetuamente esforzarnos en alcanzar grados de mejoría, hasta que algún día hubiéramos alcanzado la perfección de bondad, la que perseguiremos hasta el final de nuestros días”. ([iii])

         Según Weber, Calvino concluye señalando que Dios le había dado la tierra al hombre para satisfacer sus necesidades. Pero que los bienes terrenales había que cuidarlos y protegerlos y dar cuenta de su uso ante Dios. Weber termina señalando nuevamente, que el buen protestante está obligado a dar lo mejor de sí mismo en el puesto, cargo o posición que Dios le ha encomendado. En otras palabras, debe hacer lo mejor posible en su trabajo u ocupación. ([iv])

         Hoy día los capitalistas occidentales son motivados por el espíritu de lucro y la explotación de la masa laboral. Por su parte, empleados y obreros occidentales, son motivados por el consumismo y la vida hedonista y epicúrea. Como consecuencia de este gigantesco cambio cultural, el capitalismo occidental se ha transformado en un capitalismo salvaje parecido al que existió antes de la reforma protestante. Tanto empresarios como trabajadores desean ganar el máximo posible sin importar las consecuencias. Es en gran parte debido a esta conducta que ahora son las empresas asiáticas las que tienen el control económico del planeta, y particularmente las empresas chinas. ([v])

         Naturalmente los empresarios chinos, tanto privados como estatales, no son influenciados por la ética protestante y esto por que China es prácticamente un país ateo. ¿Cómo explicarse entonces la gigantesca productividad y eficiencia del aparato productivo chino?

         La respuesta puede darse en forma un tanto simplificada, señalando que el temor a Dios en China ha sido exitosamente reemplazado, por el temor al Partido Comunista. Es este tremendo poder coercitivo y excelente buena organización del partido, el que tiene, tanto a empresarios como obreros, produciendo fructíferamente ya por varias décadas y con ello gradualmente eliminando la antigua superioridad occidental. ([vi])

         Es el Partido Comunista el que mediante su eficiente y productiva organización, consigue que tanto los empresarios estatales como los empresarios privados mantengan una conducta racional y altamente productiva. Los empresarios tienen bastante libertad para decidir los aspectos económicos de sus empresas. Pero si ellos traspasan los límites y parámetros que ha fijado el Partido, para su normal funcionamiento,  estos empresarios por lo general pagan con su vida dichas trasgresiones y violaciones. Lo mismo ocurre con la masa laboral. La alta productividad laboral se mantiene, gracias a los comités de producción y desempeño que el Partido tiene por todos lados. En conclusión, si un nuevo sociólogo, tal como lo hizo Max Weber, analiza con cuidado lo que está sucediendo en China, tiene que llegar a la natural conclusión, que aquí el miedo por recibir la disciplina del partido, es lo que hace que las empresas chinas funcionen productiva y armoniosamente.

         En otras palabras podría decirse que el miedo a Dios ha sido cambiado por el miedo al Partido. Puesto de otro modo, en China algo parecido a la ética de trabajo protestante ha sido entronizada e institucionalizada en lo más profundo del alma china. Esto ha sido enormemente facilitado por la filosofía del confusionismo, que exige responsabilidad y compromiso con las tareas bien hechas, que en muchos aspectos, es casi similar a la ética protestante. Los líderes empresariales chinos, tanto privados como estatales, saben que tienen que conducirse de acuerdo a los preceptos éticos del confusionismo. Si por cualquier razón esta ética es violada groseramente, los ejecutivos chinos saben que más temprano que tarde serán severamente sancionados. Pero muchísimo más importante que este temor es la internalización del sentido confusionista del honor y del deber, en su trabajo diario y en su comportamiento social.

         Si en los próximos años China logra derrotar a occidente en la lucha económica; entonces es altamente probable que el modelo chino de desarrollo socioeconómico y político se expanda por todos los rincones de la tierra. ([vii]) Este fenómeno será particularmente importante para el futuro desarrollo político de América Latina. El modelo chino tiene una enorme ventaja sobre el antiguo modelo soviético. El modelo chino es como un gran navío dotado de dos poderosos motores. Primero un enorme sector estatal formado por miles de grandes empresas públicas. En segundo lugar, viene el sector privado, formado por grandes empresas industriales, tanto de capital internacional como de capital chino. El modelo soviético, dependía sólo de la buena o mala organización del sector público, ya que el sector privado no existía. En cambio el modelo chino es capaz de utilizar el enorme sector público y también utilizar “los espíritus animales” y el deseo de logro de un enorme sector privado. Es así como el navío funciona con dos potentes motores que se complementan sinérgicamente. Además, este modelo tiene la enorme ventaja de que el sector privado, nunca podrá alcanzar el poder político del Estado, y aquel empresario privado que no entiende esta básica regla, seguramente será exterminado. En este mismo sentido comparativo, el modelo chino es muy superior al modelo cubano. Este último es muy parecido al soviético y por lo tanto carece de un importante y poderoso motor; el cual es indispensable para un sostenido proceso de desarrollo socioeconómico.

         Es una verdadera tragedia que América Latina, esté aún a años luz del modelo de desarrollo chino. Ningún país de la región tiene un Partido político con el nivel de desarrollo institucional que tiene el Partido Comunista de China. La región así, está condenada a agonizar lentamente. Sólo le queda observar con estupor y tristeza cómo ni la derecha ni la izquierda latinoamericana, tienen el nivel de liderazgo, de organización e institucionalización política necesaria para tratar de implementar con éxito, un modelo de desarrollo adecuado.  Es decir, un modelo que sea capaz de sacar a la región de su actual nivel de pobreza, extrema desigualdad social y denigrante dependencia cultura, social, económica y política.

         Es probable que los extremos sufrimientos que le esperan a gran parte del pueblo latinoamericano en las próximas décadas, cree eventualmente las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para el nacimiento de un potente movimiento político que en las próximas décadas del siglo XXI tenga la fuerza, sofisticación y organización para hacer en Latinoamérica lo que los chinos lograron en Asia a partir de 1980.

         Para terminar este breve análisis de la extremadamente importante variable relacionada con la buena organización política como condición básica y sine qua non para resolver problemas sociales y económicos se hace necesario mencionar el caso del Reino Unido. Esta buena organización política, le permitió a los británicos salir de la fracasada Unión Europea. Ahora, en los próximos días, existe la posibilidad que el Partido Laborista gane la próxima elección parlamentaria. El Partido Laborista ha prometido re-crear el Estado de Bienestar destruido por los conservadores y neoliberales en las tres últimas décadas. La masa popular afectada por estas medidas, conforman una mayoría electoral que bajo buena organización política pueden producir un triunfo laborista que nadie espera.

         F. Duque Ph.D.

Cientista Político

Puerto Montt

30 de mayo de 2017

 

        

 

 


[i]  Weber, Max. The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (Translated by T.Parson) Scribner, New York, 1930 pg. 71

[ii]  Weber, Max. Ob. cit. pgs. 335-339

[iii]  Calvin, John.  Institutes of the Christian Religion  (Translated by John Allen) Philadelphia Presbyterian Board of Christian Education Edition.  Vol. I pgs. 775-776

[iv]  Calvin ob. cit. pgs. 786-790

[v]  Ver Niall Ferguson  La Gran Degeneración. Cómo caen las Instituciones y mueren las Economías Random House, Buenos Aires, 2013

[vi]  Ver F. Duque “Una Esperanza Frustrada: La Inminente Crisis Política de los Gigantes Asiáticos y su probable impacto en Chile”. Apuntes de Ciencia Política Dictus Publishing Saarbrücken, Alemania, 2013 pgs. 263-289

[vii]  Ver F. Duque “Tianxia: La nueva Teoría China de las relaciones Internacionales” Publicado en el Diario “El Clarín de Chile en Julio del 2011.  Ver también Banyan “Nothing New Under Heaven”  The Economist, June 18th. 2011 pg. 50;  Ver también a Niall Ferguson “Complexity and Collapse Empires on the Edge of Chaos” Foreign Affairs 2010 Vol. 89. Nº 2 Pg. 18-32. Para un detallado y complete análisis de la decadencia de occidente y el rapidísimo desarriollo chino, sírvase ver Niall Ferguson Civilización. Occidente y el Resto. Random House, Santiago de Chile, 2014

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