Estamos envidiosos. Yo y mis compañeros ganamos un ingreso más o menos mínimo, o sea menos de 300 mil pesos al mes. Menos de 10 mil al día. Y, por cierto, estamos muy preocupados por nuestra jubilación; por la educación de los hijos (un mes en la universidad equivale a mi ingreso del mes), y ante la eventualidad de una enfermedad prolongada de los nuestros, entre otras cuitas.
Nuestra jubilación promete ser, si nos va bien, unos $ 200.000. Menos de 7.000 pesos diarios.
Me enteré por los diarios que Piñera declaró que su fortuna (la de él y su señora) alcanzaba los 800 millones de dólares. Observadores internacionales, especialistas en fortunas personales, la consideran tres veces superior (unos 2.400 millones de dólares) pero quedémonos con los 800, quedémonos aquí para sacar la cuenta.
800 millones de dólares, en redondo, son 536 mil millones de pesos chilenos (536.000.000.000).
Con ellos se podrían comprar, el caballero y su señora, 50 mil millones de automóviles nuevos de tipo corriente (7 automóviles por humano vivo o 50 autos por habitante de América) 10 millones de casas en la playa (mucho más de las que existen en Chile) o disponer de una jubilación (hasta cumplir los 100 años de vida, para no desearles menos) y jubilados a partir de hoy, de 1,8 MILLONES DE PESOS POR HORA , incluidas las de sueño, unos 425 millones por día, si viven ambos hasta los cien años de edad. Si viven la expectativa de vida chilena, que es de poco más de 80 años, sobre dos millones de pesos por hora.
Mensualmente Piñera, si distribuye su riqueza hasta cumplir 100 años de edad, tendría un ingreso de 5.255 sueldos mínimos. O sea 2.628 sueldos mensuales promedios cotizados en las AFP.
Piñera no vive en China, Rusia o EEUU. Aunque tenga inversiones y negocios en muchas partes del planeta, vive en Chile, y más, quiere ser nuevamente Presidente de Chile… con esas cifras que, sin hacer nada, pueden crecer, con fideicomiso ciego incluido.
Lo primero que quiero decir no es que estemos envidiosos, aunque tal vez sí, pensando que sus cifras puedan bajar hasta más o menos unos 1,5 en vez de 1,8 millones de pesos por hora para que nuestras “pensiones” puedan subir unas 20 lucas al mes. Ni pensemos en el valor de nuestras horas.
Lo primero es constatar que nunca antes en la historia, ni siquiera en la época de la esclavitud, se vivieron situaciones de inequidad económica de esta magnitud. Los esclavistas no podían invertir en cualquier lugar del mundo ni acumular fortunas como las de hoy.
Como país evidentemente hemos perdido la razón. No hay doctrina o ideología que justifique esta inequidad. La nación ha dejado de tener sentido. La patria se acabó. La sociedad humana, al menos la nuestra, se ha desprovisto de toda cualidad de comunidad. No puede haber comunidad así, ni tarea común ni eso que los católicos llamaron desde el siglo XIII “bien común”. Estamos trastornados, estamos liquidados, estamos locos para haber llegado a vivir una agrupación humana de tales características. Y más locos aún los que lo ocultan, los que siguen acumulando y por cierto los pobres partidarios de su “sistema”.
No necesito llegar a “un delirio místico” dostoievskiano para asegurar que vivimos en una sociedad de mierda, despreciable, que nos debe avergonzar ante nuestros antepasados y ante nuestros nietos, con dirigentes aún más de mierda, absolutamente trastornados.