Cuarenta y tres años después, la justicia alcanzó al autor confeso de los asesinatos del médico de 30 años Bautista van Schouwen Vasey, miembro de la comisión política del MIR, y del militante mirista y estudiante de derecho Patricio Munita Castillo, 22 años.
El general (r) Orlando Carter Cuadra fue condenado en primera instancia a 10 años y un día de presidio por el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Mario Carroza, por el delito de homicidio calificado. Carter es yerno del ex jefe de la Dina, Manuel Contreras (fallecido en 2015). Hasta 2011 se desempeñaba como asesor de la Subsecretaría de Defensa.
En 1991 la Comisión Rettig consignó que ambos miristas fueron detenidos el 13 de diciembre de 1973 en la iglesia de los Capuchinos, en Catedral 2345, con el sacerdote Enrique White Marcelain (fallecido en 1983). Sacados por carabineros y agentes de civil, los subieron a un bus de Carabineros.
Astrid Helga Heitmann Ghiglioto, esposa de Van Shouwen, en querella criminal contra Augusto Pinochet y quienes resultaren responsables del crimen, entregó como antecedente una entrevista realizada a la testigo Isabel Ossa por la periodista Nancy Guzmán en el libro Un grito desde el silencio(*). Luego se sumaron los libelos de otros familiares.
Van Shouwen se refugió en el convento de los Capuchinos por gestiones de Ana María Moreira Fuentes, ex alumna del cura White, quien fue contactada por la pareja de Patricio Munita, Gabriela Rozas. Ana María Moreira indicó a la justicia que Gabriela le pidió ayuda para buscar “un lugar seguro donde mantener a alguien que era buscado. Desconocía de quien se trataba ni tampoco preguntó, ya que era una forma de protección”. Ella se acordó del padre Enrique White que había sido su profesor de religión, por lo que fueron a la iglesia de los Capuchinos, conversaron con el padre White y éste aceptó recibir a los perseguidos, agregó.
Bautista van Schouwen era intensamente buscado. El bando militar Nº 10 disponía que él y otros dirigentes del MIR y de la Unidad Popular debían presentarse en el Ministerio de Defensa y de no hacerlo “asumirían las consecuencias”.
Isabel Ossa León, colaboradora de White, declaró en el proceso que Van Schouwen y Munita se presentaron ante el padre: ella estaba presente a solicitud del cura White. “En el lugar se quedaron durante diez días, lo cual generó molestia a los otros sacerdotes”. Ossa además presenció la detención de Van Schouwen, Munita y White, entre las 15.30 y 16.00 horas, desde la calle Cumming, cuando bajaba de una micro.
En el proceso se indica que los fugitivos fueron descubiertos por una confidencia que habría efectuado el padre White a un sobrino, oficial de ejército, ya que al día siguiente de su visita llegaron uniformados y civiles a buscarlos.
Gabriela Rozas vio a su pareja Patricio Munita por última vez el miércoles 12 de diciembre de 1973. Salió de su domicilio y no regresó. Señaló que “días después aparece (Andrés) Pascal Allende y le manifiesta la misma preocupación y le pide que ubique a Ana María Moreira, para que a través de ella pudieran contactar al sacerdote Enrique White, para obtener alguna información”. Pascal Allende ratificó los hechos al tribunal.
Rozas relató que “el 16 de diciembre concurre a la iglesia de los Capuchinos con Ana María Moreira, buscaron al sacerdote pero no lo encontraron, se retiraron pero se dieron cuenta que eran seguidas”. Se fueron a casa de Ana María Moreira donde durmieron. Durante el toque de queda allanaron el domicilio. “El operativo lo realiza la Dina y es dirigido por Marcelo Moren Brito (fallecido en 2015), las detienen y llevan a calle Londres 38, donde fueron torturadas”, agregó Rozas.
SECUESTRADOS POR MOREN BRITO Y EJECUTADOS POR ORLANDO CARTER
Moren Brito negó primero conocer antecedentes del caso, pero luego admitió a la justicia que la información “la recibí de Manuel Contreras, quien dio la orden de proceder a la detención de Van Schouwen, lo cual concreta en un bus institucional y apoyado por fuerzas de Carabineros… Se detiene -añadió- a Van Schouwen y dos personas más, una de ellas era un sacerdote capuchino, quien queda en libertad porque era él quien había entregado el dato de dichas personas. Van Schouwen y una persona de apellido Munita quedan a disposición de la Dina, quien se hizo cargo de ellos, pero no recuerda a quién de la Dina los entregó”, dijo Moren.
El agente Ciro Torré Sáez manifestó que “Moren Brito se jactaba de haber detenido a Van Schouwen, mencionaba que había ocurrido en un convento y que la información de que se encontraba en el lugar provenía de los religiosos, que se habían asustado”.
Durante la investigación fueron interrogados decenas de ex agentes de la Dina. El ministro Carroza concluyó que “efectuada la detención por los agentes del Estado que comandaba Marcelo Moren Brito, les suben al vehículo y les habrían llevado a un sitio, que por los antecedentes reunidos no fue posible establecer, pero sí se puede afirmar que correspondería a un lugar clandestino de detención”.
En septiembre de 2013 se procesó a Manuel Contreras por ambos crímenes y se dilucidó que el cuerpo de Van Schouwen se incineró. En abril de 2014 se acusó a Contreras y Moren Brito de homicidio calificado. Las pesquisas continuaron y en 2015 se probó la responsabilidad de Orlando Carter Cuadra como autor material de los crímenes.
DISPARARON EN RAFAGAS
Orlando Carter, ahora general en retiro, aseveró que durante un patrullaje “observaron a dos individuos que transitaban a pie desde la Población Lo Hermida y se dirigían hacia la Población Jaime Eyzaguirre, infringiendo el toque de queda”. Les dieron la señal de alto “pero no obedecieron, por lo que ordenó a la patrulla que efectúen disparos al aire y como los individuos no se detuvieron, decide ordenar que les disparen al cuerpo y darlos de baja”. Fue lo único que declaró Carter.
César Góngora Valenzuela ingresó en abril de 1973 a efectuar el servicio militar en la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, en San Antonio. Después del golpe de Estado les ordenaron trasladarse a Santiago para efectuar patrullajes. En diciembre de 1973 “integraba una patrulla al mando del teniente Orlando Carter Cuadra junto al suboficial Alejandro Martínez Lobos (fallecido) y el soldado conscripto Jaime Camps”, declaró Góngora a la justicia. “En horas de la noche, Martínez y Carter habrían detectado a dos personas caminando por la vía pública y en horario de toque de queda y en razón de eso, Carter les da la voz de alto”, añadió. En esos momentos prosiguió, “él y Camps seguían sentados en la parte posterior del vehículo, por lo que no tenían visión de lo que estaba ocurriendo, solamente escuchaban lo que decía el teniente”.
“Hasta que en un momento dado se dan cuenta que el teniente y el suboficial disparan ráfagas contra los desconocidos, por lo que éstos cayeron de inmediato al suelo, y el teniente Carter más el suboficial Martínez concurrieron a verificar sus muertes y determinar si portaban algún documento de identidad. Mientras tanto él y Camps continúan en el vehículo”, agregó.
CADAVERES EN UN
CAMION DE POLLOS
Carter y Martínez regresaron “y de inmediato se retiraron a los Arsenales de Guerra”, añadió Góngora.
El general (r) Carter intentó responsabilizar de los disparos al suboficial Martínez. Pero en el fallo se expuso que “su exculpación dirigida a demostrar que no es él quien dispara, sino el suboficial que actualmente se encuentra fallecido, no solamente no cohonesta su conducta sino que revalida la conclusión que el encausado Carter Cuadra habría considerado en todo momento que, con su acción y la de los otros, finalmente lo que acaecería sería el cercenar la vida de estas dos personas, y agrava más su conducta cuando decide abandonar sus cuerpos en la vía pública”.
Carabineros de la Tenencia Villa Macul dejó constancia que los cuerpos de Van Schouwen y Munita fueron encontrados a las 6.30 horas del 14 de diciembre. El teniente Nelson Rivera concurrió “a verificar el estado de dos cadáveres que se encontraban en un sitio baldío, ubicado en la rotonda Quilín. El llamado lo reciben de la Central de Comunicaciones”. Los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Legal, dijo Rivera.
Al funcionario del Cementerio General, Roberto Aurelio Fernández Palma, le correspondió enterrar los dos cuerpos el 17 de diciembre de 1973. “Eran las 19.30 horas, y lo hizo en el Patio 29, en las sepulturas 2335 y 2336. Eran dos cadáveres signados NN, uno tenía fracturada la mandíbula inferior y una corrida de balas en la espalda. La orden emanaba de la subdirectora del Cementerio doña Julia Padilla”, aseguró. La sepultura 2336 correspondía a Munita y la 2335 a Van Schouwen.
“Todos los cadáveres que se sepultaron en el lugar primeramente pasaban a la Morgue, salvo en una ocasión, en que un camión de pollos llevó dos cuerpos. Tenía el logo de Codipra. Cada uno de los cuerpos estaba en un cajón, uno de ellos era Munita, pero del otro recuerda algunas características, aunque ambos traían heridas de bala, pero en el caso de Munita además tenía una herida en el cráneo. El cadáver que acompañaba a Munita es el que agentes de la Dina se llevan para cremar, no sabe si era Van Schouwen, ya que no le conocía”, declaró Fernández.
CREMAN RESTOS
DE VAN SCHOUWEN
Ricardo Ubillo Rojas, excavador del cementerio, manifestó que a mediados de diciembre de 1973, “la administradora Julia Padilla, cuando ya se retiraban con su compañero de labores Roberto Fernández, les ordenó que se quedaran porque llegarían dos cuerpos para ser sepultados(…) Después ingresa un camión frigorífico de color blanco, que tenía propaganda de una avícola y de él bajaron dos cajones de madera hechizos y en cada uno de ellos venía un cuerpo”, precisó. Fueron al Patio 29, continuó Ubillo, “donde se encontraban abiertas una gran cantidad de fosas dispuestas para recibir restos. En el camión venían efectivos del ejército con sus caras pintadas y entre ellos bajaron los cajones”.
Jorge Munita Castillo y la familia realizaron diversas gestiones para ubicar a su hermano Patricio, entre ellas pedir ayuda al director de Investigaciones, general Ernesto Baeza, quien era medio hermano de su abuela. Al mes después, “al conversar con un compañero de trabajo, hijo de un general de ejército, éste le habría comentando que sabía que su hermano se encontraba muerto, enterrado en el cementerio, por lo que sus padres lograron averiguar el número con el cual había sido enviado a la Morgue y con la autorización correspondiente lo exhumaron”. El desentierro se realizó el 17 de febrero de 1974 y participó Fernández. Al identificarlo, “la observación de sus restos permitía ver que había sido torturado y tenía múltiples heridas de bala en el tórax”, indicó. Luego trasladaron el cuerpo al Cementerio Católico.
Al otro día de la exhumación, el “18 de febrero, efectivos de la Dina llegaron al cementerio preguntando por Van Schouwen y se llevaron los restos de la sepultura para cremarlos”, aseguró Fernández.
Otro funcionario del Cementerio General, Plácido Olguín Moya, declaró que “en una ocasión, en los primeros meses de 1974, tres individuos vestidos de civil se presentaron al Cementerio y les señalaron que tenían autorización para realizar excavaciones en tumbas del Patio 29, pues iban a exhumar un cuerpo (…) El lugar de la excavación, estaba al lado de una tumba que había sido abierta días antes por sus familiares, quienes habían trasladado el cuerpo a otro cementerio”, puntualizó.
“Los sujetos portaban fotografías y comparaban los rostros de la urna que sacaron; como no coincidiera, llegaron a abrir unas 7 u 8 , hasta que finalmente encontraron la que buscaban y les ordenaron retirar el ataúd y conducirlo en un carrito hasta el crematorio”, dijo en el proceso.
En la investigación se encontró en la Circunscripción Independencia del Registro Civil “con fecha 19 de diciembre de 1973, y bajo los números E3488 y E3487, se hayan inscritas las defunciones de dos desconocidos de sexo masculino encontrados en Américo Vespucio frente al Nº 3600, por heridas múltiples a bala”.
El SML informó que en el libro de ingresos consta la recepción de los cuerpos, pero los protocolos de autopsia se perdieron. Se encontró el libro de remisión de fichas dactiloscópicas al Gabinete de Identificación del Registro Civil, pues eran tomadas por el SML. Es el informe Nº 3.951-73.
Se tuvo a la vista la copia “por parte del Registro Civil e Identificación, sección de Dactiloscopía en el cual el reconocimiento pericial a cadáveres ingresado al servicio como NN, arroja que ese protocolo corresponde a Bautista van Schouwen Vasey”, consigna el fallo.
Esta es sólo parte de la historia. El general (r) Orlando Carter Cuadra sabe mucho más. No hay explicación de cómo dos personas secuestradas llegaron hasta el lugar donde las mató. A algunos la cárcel ha refrescado la memoria. Sin embargo, Carter seguirá en libertad hasta agotar el último recurso judicial y hasta 2011, se desempeñó como asesor de la Subsecretaría de Defensa.
CARLOS ANTONIO VERGARA
(*) LOM Ediciones, 1998, Colección Septiembre.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 875, 12 de mayo 2017.