“Lávese las manos m’hijito que la plata es sucia” le decían a uno cuando era cabro chico y había manipulado alguno de esos ajados billetes de entonces. Por eso, muchos años más tarde, me llamó la atención que, viviendo en Edmonton, en un comercio de comidas donde vendían hotdogs la niña que los preparaba, fuera ella misma quien luego recibiera el dinero. Comentándolo en una de esas tertulias en la casa de un amigo en la 107 Street, otro habitué de esas juntas en esos primeros años de exilio, el cineasta Jorge Montesi que entonces vivía en esa ciudad, comentó en sorna: “es que a lo mejor no es verdad que los billetes sean sucios y todo es un complot de los ricos que así le dicen a los pobres ‘por el bien de su salud mejor no tengan dinero en sus manos’”.
Los que parecen que desde hace un tiempo se han convencido que el dinero no es algo sucio, son algunos dirigentes de la izquierda chilena que, por el contrario, han abrazado con mucho entusiasmo el gusto por la plata. Algunos por cierto, lo hicieron a título personal, convirtiéndose en prósperos empresarios, lobistas al servicio de grandes consorcios, o pasaron a integrar los directorios de empresas que a lo mejor en su juventud incluso habían pensado en estatizar (las empresas a menudo invitan a ser parte de sus consejos de administración a algunos que tuvieron un rol importante en la política, partiendo por el supuesto—muy obvio por lo demás—que un ex diputado, un ex senador o un ex ministro siempre conserva importantes vínculos con quienes tienen poder decisorio en la actualidad, por cierto siempre y cuando su salida del cargo no haya sido en desgracia: ninguna empresa hoy día invitaría al ex ministro Jorge Insunza Jr., también llamado “el breve”, aunque otros le puedan llamar el “breva”, a ser parte de su directorio).
Sin embargo, lo que no había ocurrido, hasta cuando se dio a conocer ese devastador reportaje de Megavisión, era el de un partido político—y para muchos el más emblemático— de la izquierda chilena, el Partido Socialista, abrazando este concepto de que al fin de cuentas el dinero no es sucio (aunque sea el del ex yerno de Pinochet) y más aun, haciéndose partícipe con gran entusiasmo del mercado de capitales, donde además parece haberle ido bastante bien habiendo obtenido importantes ganancias en sus inversiones. ¡No hay mejor capitalista que un socialista! parecen decir algunos.
En estricta verdad esto de sucumbir a las tentaciones de la economía de mercado no le ha ocurrido solamente al Partido Socialista: el Partido Comunista hace unos años quiso apostar al negocio de las universidades privadas y se hizo de la Universidad Arcis. Aquí sin embargo el PC demostró no muy buen ojo inversor: el negocio de las universidades chantas o universidades callampas como los llaman otros, venía en decadencia y Arcis ahora va camino de su disolución (como antes les ocurrió a la Universidad el Mar y a la de la República, es que ese no era buen negocio, para peor, en años recientes con las denuncias por el lucro en esas instituciones que se supone que no deberían tenerlo, esas instituciones privadas han estado bajo creciente escrutinio público). Lo que a mí me llama la atención es que algunos estudiantes de Arcis a quienes se les ha ofrecido pasar a estudiar a la Universidad de Chile, rechacen esa idea y sigan insistiendo en conservar el nombre Arcis que ya no puede estar más venido a menos, en cambio, la Universidad de Chile, a pesar de todos los cortes que ha sufrido es todavía la universidad chilena más reconocida en el exterior. Curiosa e inexplicable la actitud de quienes quieren perpetuar el nombre de un proyecto fracasado y de un intento del PC por adecuarse a los tiempos de la economía de mercado.
El tema de socialistas y comunistas incursionando en la economía de mercado con un entusiasmo que no cae muy bien con sus antiguos militantes, trae a colación también el tema del financiamiento de los partidos políticos. Se supone que estos van a tener un financiamiento público, aparte del que también puedan obtener de sus propios militantes y simpatizantes. Eso debería hacer innecesario que los partidos se esmeraran tanto en acumular fondos y mucho menos en multiplicar esos haberes. Eso crea distorsiones ya que se supone que los partidos tienen militantes y no accionistas.
En el caso socialista, siendo según lo que se ha informado, el partido más rico de Chile, la situación se hace aun más compleja considerando que hasta 1973 el PS pudo financiarse medianamente bien y llegó a tener una presencia en la ciudadanía con recursos mucho menores. Se contaba entonces con su propia casa editora e imprenta, Prensa Latinoamericana donde se editaba la revista teórica Arauco y la edición en español de la revista Monthly Review además de otros textos, de vez en cuando tuvo periódicos y revistas de circulación masiva, en los años de la UP tuvo la revista Posición y controló el diario vespertino Noticias de Última Hora, que le competía muy bien a La Segunda. Muy importante también, en esos años fue dueño de Radio Corporación y su cadena de emisoras afiliadas en provincias. Antes del actual Instituto Igualdad tuvo su think tank en el Instituto de Estudios Sociales de América Latina (INESAL) que con menores recursos desarrolló importantes tareas de educación política, documentación y extensión en poblaciones y provincias (personalmente fui parte de ese instituto que dirigía Ricardo Lagos Salinas, un compañero luego desaparecido en manos de la DINA, y me tocó viajar muchas veces para dar clases de educación política en diversos lugares del país, todo eso financiado con menos recursos que los que hay ahora, pero que se dedicaban al trabajo político y no a la especulación bursátil).
Triste y trágico lo que ocurre con el partido de Salvador Allende y con estas revelaciones que desgraciadamente lo desprestigian de manera general, cuando en verdad los responsables de esas movidas no son los simples militantes de base sino aquellos dirigentes que en su momento tomaron la desacertada medida de meterse de lleno en el mercado de capitales olvidando que la razón de ser de un partido que se hace llamar socialista es precisamente la de reemplazar el sistema capitalista, no sumarse a él.
Lo peor es que alterando el que sería el destino natural de los recursos partidarios, esto es dedicar una mayoría de esos recursos para la actividad propiamente política (educación, medios de comunicación, activismo en los movimientos sociales, adquisición y mantención de locales para sus organizaciones regionales y comunales a través del país y por cierto, campañas electorales, que al final ha sido el único de estos ítems que ha recibido mejor trato) el Partido Socialista aparece más bien priorizando el crecimiento de su llamado Fondo Patrimonial para lo cual su dirigencia en un momento, tomó la mala decisión de entrar a jugar el mercado de capitales con el agregado de que el partido de Allende terminó siendo un inversionista en las empresas del ex yerno de Pinochet y en otras empresas cuestionadas por sus manejos en el financiamiento ilegal de la política. No un escenario muy reconfortante.
¿Cuán importante es el dinero para los partidos? “Money…Money / Money makes the world go around…” (“El dinero hace girar el mundo…) canta Liza Minnelli en la famosa película Cabaret, por su parte Camilo Escalona declaró que “no hay partido importante en el mundo que no tenga un patrimonio propio que precisamente evite pedir dinero donde no se debe” y el presidente del PS, Álvaro Elizalde ha tratado de ponerle paños fríos a la crítica situación admitiendo que el procedimiento “fue un error” y asegurando que “nunca un dirigente o militante de nuestra organización se ha visto beneficiado personalmente” por esta situación. Evidentemente el dinero es importante para que un partido o cualquiera otra institución desarrolle sus actividades, pero el problema en este caso es cómo ese dinero ha sido multiplicado a partir de inversiones en empresas altamente cuestionadas. Al mismo tiempo cabe recordar que en otros tiempos el Partido Socialista pudo alcanzar un alto grado de influencia en la sociedad con mucho menos recursos. A lo mejor a esta altura el Partido de Allende y de tantos que murieron por sus ideales de transformación de la sociedad chilena tendría que repensar su condición de partido rico y en cambio parafrasear el lema del diario de Pelotillehue, hecho famoso por el popular Condorito: “partido pobre, pero honrado”.