La izquierda francesa tuvo momentos gloriosos como la toma de las fábricas durante el Frente Popular (1936), hazaña realizada por el fuerte movimiento popular que supo poner en jaque al empresariado. En esos años la izquierda demostró capacidad y decisión para responder la ofensiva de las ligas fascistas.
La izquierda francesa se ha inspirado, históricamente, en personalidades de grandes valores como Joan Jaurés y León Blum: el primero, resistió el chauvinismo del movimiento obrero, previo a la primera guerra mundial y, el segundo, enfrentó con valentía al mariscal Philippe Pétain durante la república de Vichy, y en el posterior juicio en contra del mariscal Pétain, después de la liberación de París.
La Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), como se llamaba el Partido Socialista en la IV República, tuvo episodios muy negros, entre ellos, la intervención de François Mitterrand – entonces Ministro – en las guerras coloniales, especialmente en Argelia. Mucho se ha escrito sobre el pasado colaboracionista y derechista de Mitterrand durante la república de Vichy. (Tema para otro artículo).
El ex Presidente francés, comparable con Charles de Gaulle en su rol de monarca-presidente, se ha convertido en el “modelo” de los tres candidatos presidenciales de 2017, que vienen las filas del socialismo: Emmanuel Macron, Jean-Luc Mélenchon y Benoit Hamon.
En pleno gobierno de Mitterrand, desde 1983, comienzo el declive de la izquierda francesa, en especial, del Partido Socialista. La Unidad Popular chilena fue considerada peligrosa por parte del gobierno de Richard Nixon, no sólo por el peligro de que se gestara una nueva Cuba en América Latina y que su ejemplo fuera imitado en los demás países del Continente, y crecía la animadversión por el hecho de influir como modelo en Francia y en Italia, ambos países integrantes de la OTAN.
De no haber mediado el gesto heroico de Salvador Allende al morir luchando, en La Moneda, el exilio chileno hubiese pasado desapercibido: La acogida que los chilenos tuvieron en Francia – y en muchos otros países de Europa y Canadá – les permitió captar la importancia de momentos tan álgidos de la historia francesa, como la Resistencia, en que los comunistas de este país jugaron un papel fundamental. Podemos afirmar que mientras aprendíamos el idioma galo también valorábamos los momentos cumbres de la historia de la izquierda francesa, que también tuvo altos y bajos, como la colaboración de los comunistas en el pacto entre Hitler y Stalin, así como en el envío de refugiados republicanos españoles a los campos de concentración, al sur de Francia. Si bien el Frente Popular francés permitió el transporte de armas para la lucha de los republicanos, no se la jugó a fondo, debilidad que llevó a los franceses al derrumbe, pues después vino la guerra de broma, (“drole de guerre”) y la ocupación alemana. (Hay que recordar que muchos de los refugiados españoles republicanos fueron los héroes principales de la liberación de París).
El triunfo de François Mitterrand, el 10 de mayo de 1981, es, en gran parte, tributario de la experiencia del gobierno de Salvador Allende, pues de las cenizas de la derrota aparecía en uno de las principales potencias de Europa: el fuego de la unión de la izquierda, la alianza comunista-socialista. Entre la historia Francia y chilena podemos encontrar algunos paralelismos: ambos países tuvieron un Frente Popular (1936, en Francia; 1938, en Chile) y una unión de la izquierda, en 1970, en Chile, y en 1981, en Francia, y con un eje comunista-socialista en ambos casos.
¿Cuándo se jodió la izquierda en Francia? (parodiando al personaje de las Conversaciones en la Catedral, de “Zavalita”, Santiago Zavala, de Mario Vargas Llosa. Según la mayoría de los analistas, en 1983, cuando el Presidente Mitterrand tuvo que decidirse a abandonar las nacionalizaciones debido a la necesidad de integrarse al resto de Europa, adoptando políticas neoliberales, y llegando a acuerdos ventajosos con los empresarios. Desde ahí se acabó el Partido Socialista de izquierda, se desechó toda alianza con los comunistas, terminando por adoptar la tercera vía y el socialismo liberal.
A partir de esta fecha, el socialismo comenzó a andar de tumbo en tumbo, sobre todo, marcado por divisiones y gobiernos de administración y de cohabitación entre derecha e izquierda, pasando por Leonel Jospin, que después de Primer Ministro del gobierno de Jacques Chirac, terminó en tercer lugar, detrás de Jean Marie Le Pen, en las elecciones de 2002.
El desastre socialista se hizo más profundo con la derrota de Ségoléne Royal, frente al derechista Nicolás Sarkozy y, posteriormente, con el mal gobierno de François Hollande, rechazado por la mayoría de los franceses.
La primaria de la izquierda, en la que participaron los partidos Radical, Socialista y los ecologistas, fue un fracaso en convocatoria, que terminó en una segunda vuelta entre el ex Primer Ministro, Manuel Valls, y Benoit Hamon, que representaba la izquierda del Partido.
Los socialistas de derecha apoyaron a Emmanuel Macron y, traicionando a Hamon, candidato del Partido Socialista, quien obtuvo apenas 2 millones de votos y sólo el 6,3% en la primera vuelta, entre quienes se encontraban Manuel Valls y el propio Presidente actual, Francois Hollande. Valls viene de abandonar el Partido Socialista para integrarse a las filas del Partido de Macron, que ahora se denomina Republicanos en Marche.
La candidatura de Jean-Luc Mélenchon, un gran orador y con un programa de ideas innovadoras y radicales, entre ellas la de convocar a una Asamblea Constituyente para una Nueva Carta Magna, que terminara con la monarquía presidencial e instaurara el parlamentarismo, y que además incluyera la revocación de mandatos que emanaran de la voluntad popular, entre otras muchas iniciativas que, en la primera vuelta, lograron un importante apoyo ciudadano.
Mélenchon logró cerca de 7 millones de votos 10,6%, colocándose en cuarto lugar, después de Francois Fillon. Por desgracia, no logró pasar a la segunda vuelta, sin embargo, la izquierda vuelve a tener una oportunidad en la selecciones de la Asamblea Nacional, a realizarse en el mes de junio próximo.
Como en la mayoría de los países del mundo, se ha hecho evidente el derrumbe de los partidos socialistas, salvo los socialdemócratas alemanes y los de los países escandinavos. El fin del socialismo liberal es una buena señal, pues se habían convertido en sirvientes del neoliberalismo y en nido de oportunistas de muy baja catadura moral e ideológica. Estos personajes ya no profesan la ética de la convicción, mucho menos la de la responsabilidad. En definitiva, sólo queda salvar la poca gente progresista que queda en el Partido Socialista francés, pues el resto se irá el socialista liberal Emmanuel Macron.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
09/05/2017