En Chile se habla de recesión, pero el consumismo nos inunda por doquier. Los bares, restoranes, balnearios y malls están siempre repletos, pese a que los precios de nuestra industria de la entretención son los más altos del mundo. Los festivales de música son grito y plata y la mayor parte de sus consumidores, jóvenes de bajos ingresos, no solo gastan en las entradas, sino en transporte, alojamiento y noches de espera para conseguir buenos lugares o ver de cerca a sus ídolos.
La industria inmobiliaria también es despampanante con precios más altos que en Miami y así aún las construcciones se multiplican. Un departamento de menos de 200 m2 puede llegar a costar en Las Condes hasta $1.000 millones. El comercio ambulante es creciente y se encuentra con clientes en todas las calles céntricas de las principales ciudades del país.
Las estadísticas no explican este fenómeno y los comentaristas económicos no le dan ninguna importancia; ¡esto es por lo menos sorprendente! Se concentran en describir el bajo crecimiento de la economía por la baja inversión, debido a la famosa reforma tributaria y no comentan las gigantescas utilidades de los bancos, de ISAPREs y AFPs, o del retail que expande sus inversiones a toda América Latina, ni de que cada año un chileno se agregue a los records de Forbes de los más ricos.
Algunos podrían decir que este consumo se financia con el sobreendeudamiento cada vez más crítico, ya que hoy hay más de 4.200.000 deudores morosos en DICOM, sin embargo, los montos adeudados no compensan los niveles de gasto desplegados, especialmente el gasto de la población más joven. Los adultos mayores, que aumentan cada día por el aumento de la longevidad, cuentan con magros ingresos, por tanto no gastan en entretención, sino en comer y en los medicamentos más caros del mundo. De esta manera, el porcentaje más alto de morosos debe encontrarse entre los adultos mayores que aún no quieren quedar “en situación de calle”.
Por tanto, cualquier persona con cerebro normal lo único que puede concluir es que el consumo excedente se financia con dinero ilegal, aquel que las estadísticas no pueden reflejar. En efecto, la industria de la entretención concita y estimula actividades ilegales aledañas, lo que nos ayuda a entender que, misteriosamente y de repente, Chile haya aparecido con casinos de juego a lo largo de todo el país. Esta industria se ha impulsado a nivel mundial, para compensar el cambio en la estructura del empleo sufrida en los países más desarrollados al externalizar sus industrias al Asia. La actividad ilegal resultante, y que rodea a casinos y bares, genera ingresos y empleo y Chile no ha quedado al margen de ello. Un país con una economía totalmente abierta no tendría ninguna razón para ser diferente a la mayoría de los países del mundo, donde actualmente hay narcotráfico, trata de personas, tráfico de órganos y de armas.
Según la Oficina de Drogas y Crimen Organizado de Naciones Unidas, el narcotráfico mueve en el mundo unos US$ 300.000 millones al año. El PIB de este mercado negro estaría en el puesto 21, justo después de Suecia. En Chile la actividad es creciente, como lo informó en 2011 el Subsecretario del Interior de la época, Rodrigo Ubilla, en la Cámara de Diputados:
“Pese que los supuestos podrían estar equivocados, estudios europeos y norteamericanos demostraron que en un país con los niveles de control y fiscalización del nuestro, se detecta el 25% de la droga que ingresa. Esto no significa que el 75% restante se consuma en Chile, pero es droga que ingresa por las fronteras terrestres y sale por nuestros puertos. Quiero recalcar que internacionalmente ya se reconoce el papel que está jugando Chile en este comercio. Entre 2009 y 2011, en puertos de África, Asia y Europa se incautó más de siete toneladas de droga provenientes de puertos chilenos, principalmente de Arica. Las autoridades aceptan dicha conclusión y afirman que incautan un promedio de 20 toneladas al año. Por ende, basándonos en los porcentajes de los expertos mencionados, deberían ingresar alrededor de 80 toneladas, que se trasladan dentro de Chile para que sean exportadas, si no quedara nada para el consumo interno, lo que sabemos no es así.” El Subsecretario agregó en dicha ocasión que, entre 2000 y 2009 el cultivo de coca en Perú creció un 38% y en Bolivia un 112%, dato documentado a nivel internacional. Ello se debió a que el cultivo de coca fue emigrando desde Colombia, país productor de la gran mayoría de la materia prima –la hoja de la coca- hacia Perú y Bolivia. Y los 947 kilómetros de frontera que tenemos con estos países son su puerta de salida natural.
Es claro que el narco y microtráfico de cocaína en nuestro país es una actividad importante y esto queda más claro cuando comprobamos que luego de este informe de Ubilla nadie más habló del hecho, aunque de vez en cuando, con gran bombo, se habla en las noticias del decomiso de un kilo o dos del producto.
No hay cuantificación de la prostitución existente en Chile, pero, a nivel mundial, mueve unos US$108.000 millones anuales. La actividad está vinculada al tráfico de personas, en el que Chile ya ha aparecido en algunos informes. Afecta más a mujeres jóvenes y niños, vendidos por sus familias o secuestrados por bandas organizadas para ser vendidos como esclavos con fines sexuales o para falsas adopciones. Aunque hoy genera solo unos US$32.000 millones, es el delito que más rápido crece a nivel mundial. Según informe de la ONU, podría estar presente en más de 137 países, donde las víctimas viven bajo constantes amenazas.
Muchas de estas organizaciones han surgido al calor del contrabando de inmigrantes. A muchos inmigrantes se les presta el servicio de entrar en el país, incluso con un contrato de trabajo, pero debe pagar una alta suma de dinero. Por regla general, pagan una cuota mensual durante años (una cuota alta) viéndose obligados a trabajar por comida y alojamiento para el empresario que trajo al inmigrante. Ya en Chile se ha encontrado en algunos campos a haitianos viviendo y trabajando en condiciones de esclavitud. También ha salido de vez en cuando en la prensa que hay organizaciones dedicadas a usar a inmigrantes en tareas ilegales.
Finalmente, si consideramos que la delincuencia ha aumentado su violencia y que la mayoría de los asaltantes actuales lo hacen armados, tenemos necesariamente que concluir que en Chile hay tráfico de armas, ya que estas no se fabrican ni se venden legalmente. En aquellos lugares donde predomina el microtráfico también debe existir un mercado para este contrabando.
Podemos concluir que aunque estas líneas se consideren exageradas, o algunos crean todavía que nuestro país es diferente, como cuando creíamos en la probidad de nuestros líderes, es necesario aceptar que las cifras no calzan y que podemos estar sufriendo muchos fenómenos a nivel socioeconómico, pero nunca el de la recesión. Menos aún cuando estamos viendo cómo se desarrolla en nuestro país la innovación y el desarrollo tecnológico.
Lo importante es que miremos nuestra realidad en forma abierta y seamos capaces de buscar soluciones en conjunto para construir una sociedad mejor.