Noviembre 17, 2024

Cortes de agua: entre negociados e ideología

Parece que algo no cuadra con la prédica político-económica ortodoxa sobre que los privados son eficientes, cuando se recuerda que Aguas Andinas lleva tres cortes de agua en el Gran Santiago entre 2016 y 2017: abril del año pasado, febrero y abril del presente año.

 

 

La empresa fue privatizada en 1999 durante el gobierno de Eduardo Frei y al mirar en perspectiva el hecho, cabe preguntarse si en realidad fue porque era un mal negocio para los chilenos y el móvil fue el altruista objetivo de evitarnos perder dinero. Pues, durante 2016 la empresa tuvo utilidades de $154.837.459.000.- Es decir, de más de $420 millones al día, al tiempo que una rentabilidad sobre el patrimonio del 24% durante ese mismo año… ¡Ninguna duda de que es un excelente negocio!

 

Sin embargo, a pesar de que la mitología economicista afirme que la eficiencia privada es manifiesta dada la “natural” búsqueda de ganancias del ser humano, creo que no hay que tener un doctorado en economía para entender que tres cortes de agua en un año no reflejan eficiencia. Muy por el contrario.

 

Los estudios del cambio climático hace rato que expusieron que la isoterma cero subiría muchos metros en la cordillera y se darían más seguido episodios de precipitaciones de agua (no de nieve) intensas en cortos períodos de tiempo. O sea, bastaba estar medianamente informado para saber que si llovía era inminente el peligro de aluviones que enturbiarían las fuentes desde donde se elabora el agua potable del Gran Santiago. Entonces, para nadie debería ser un misterio la altísima probabilidad de cortes de agua si llovía en la cordillera de la Región Metropolitana.

 

Con todo, Aguas Andinas se ha defendido señalando que se requieren obras de mitigación. Pero, desde 2014 que los santiaguinos venimos pagando en nuestras cuentas para que la empresa realizara esos trabajos de mitigación necesarios. Hemos pagado ni más ni menos que US$10 millones. Si ese monto no cubre todo el costo de las obras en un primer momento, para nadie es un misterio que ese dinero se recuperará… ¡Y a corto plazo!: 24% de rentabilidad sobre el patrimonio lo garantiza.

 

No obstante, uno creería que la prioridad debería ser asegurar un buen servicio o, en este caso, el servicio a secas. Eso se supone que premiamos los clientes con nuestra preferencia, la cual se traduce en entregarles nuestro dinero a Aguas Andinas… ¡Oh, cruel realidad!, se me olvidaba que el servicio de agua potable es un monopolio natural y no hay opción de “vitrinear”.

 

En este caso como en otros, se constata que la privatización se trató de ideología. Para los neoliberales de la Concer-traición como para sus colegas de la derecha dura, por definición el Estado es mal administrador, debe ser pequeño y no dedicarse a negocios. Esos negocios que en realidad son negociados deben ser para los privados. En este caso un monopolio natural en una ciudad de más de 6 millones de habitantes, ¿no es malo?

 

Aunque el desdén de esos privados hacia sus clientes sea grosero, no les pasará nada. Las privatizaciones fueron una regalo integral: ventas a precios de huevo, ganancias aseguradas, marco regulador y superintendencias para la risa. Es que había que establecer los incentivos necesarios para las inversiones, nos dirán seriamente los sabiondos-vendidos.

 

Así, más allá de que esos privados sean tan codiciosos que no hagan las inversiones y no sean eficientes para que se justifiquen sus pingües ganancias, en este caso particular hay una pregunta de fondo: ¿el agua debe ser un negocio y privado o es en realidad un recurso estratégico y además básico para la soberanía de un país?

 

Pero, ¡¿a quién le importa?! Nada importa para la ideología y la corrupción político-económica. Porque a estas alturas es evidente que se trata de una ideología de la corrupción. Y no es un decir. Como señala el periodista Daniel Matamala, se le podría preguntar a Aguas Andinas “¿Por qué invirtió cientos de millones en políticos y no en mejor servicio?”.

 

Recuerden: si las empresas no cumplen, no pasa nada. Si los ciudadanos olvidamos, nos pasa de todo. ¡A comer pasas se ha dicho!

 

 

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