Jamás, en Francia, una elección ha sido tan incierta. El fracaso de un quinquenio del que no se esperaba mucho, pero que fue una afrenta permanente a la democracia, y un marcado desprecio al pueblo; los atentados que enlutaron el país y llevaron al gobierno a imponer, desde noviembre de 2015, el estado de emergencia; la descomposición de los partidos tradicionales y la corrupción de los políticos, y la falsificación del sentido de palabras e ideas. Todo ha estado concurriendo en la desesperación de parte importante del electorado francés.
A pesar de todo, aunque los sondeos vaticinan una abstención importante, la campaña electoral suscita más interés de lo previsto tanto mediante los medios clásicos de información como en las redes sociales y medios alternativos.
Once candidatos disputan este domingo los sufragios de casi 47 millones de electores: Nathalie Arthaud (Lucha Obrera), François Asselineau (Unión Popular Republicana, derecha), Jacques Cheminade (Solidaridad y Progreso), Nicolas Dupont-Aignan (¡De pie Francia!, extrema derecha), François Fillon (Los Republicanos, derecha), Benoît Hamon (Partido Socialista), Jean Lassalle (¡Resistimos!) Marine Le Pen (Frente Nacional, extrema derecha), Emmanuel Macron (¡En marcha!, centro liberal) Jean-Luc Mélenchon (La Francia Insumisa, izquierda) y Philippe Poutou (Nuevo Partido Anticapitalista). Es una lista que no había adelantado ningún instituto. Solamente dos pasarán a la segunda vuelta, que tendrá lugar el domingo 7 de mayo, y será el vigésimo quinto presidente electo de la república francesa y octavo de la quinta república.
Los antecedentes
Hace un año la estrella de la derecha y del centro era Alain Juppé, ex primer ministro de Jacques Chirac y alcalde de Burdeos. Para el Partido Socialista, el candidato tenía que ser el presidente saliente, François Hollande. La aspirante del Frente Nacional, Marine Le Pen, seguía en aquel momento subiendo en los sondeos y adquiriendo una nueva popularidad con sus temas predilectos, antimigrante y antieuropeo. De Jean-Luc Mélenchon ni se hablaba, a pesar de que se había lanzado oficialmente, en febrero 2016, a una campaña muy desde abajo, sin consultar a sus aliados del Frente de Izquierda. De Emmanuel Macron tampoco se hablaba como aspirante, ya que era el joven y polémico ministro de Economía y Finanzas del gobierno Hollande.
La derecha decidió organizar, en noviembre de 2016, elecciones primarias para designar a su candidato. Las encuestas volvieron a equivocarse. El ex presidente Sarkozy, favorito con Juppé, sufrió una humillante derrota al ser eliminado en la primera vuelta y, en la segunda, Alain Juppé se vio superado por el muy derechista, conservador y clerical François Fillon, defensor y entonces figura de la honestidad política. En enero pasado tuvieron lugar las elecciones primarias de la izquierda, después de que François Hollande anunciara que renunciaba a aspirar a un segundo mandato. Otra vez se equivocaron los sondeos, que habían anunciado una segunda vuelta entre el primer ministro Manuel Valls y Arnaud Montebourg, ex ministro contestatario. Y ganó el inesperado Benoît Hamon, también de la franja contestatoria del Partido Socialista y ex ministro que renunció en 2014. Mientras tanto, Marine le Pen, en campaña permanente, almacenaba opiniones favorables, con un violento discurso represor y antimigrante. En medio de tanta cacofonía, el ambicioso Emmanuel Macron tenía las manos libres para emprender una campaña al margen de todo partido. En cuanto a Jean-Luc Mélenchon, desarollaba una campana innovadora en materia de comunicación, fuera del aparato mediático tradicional, tejiendo un red nacional y alianzas internacionales hacia una propuesta de asamblea constituyente.
En febrero empezaron a salir a la luz los trapos sucios de los casos Fillon (empleos ficticios para su familia) y Le Pen (trabajos falsos y dinero indebidamente percibido en el Parlamento europeo). Imputado el primero por la justicia, pero apoyado por la dirección de su partido, rechazó la idea de dimitir. La segunda también siguió en campaña, escudándose en su imunidad parlamentaria y negándose a responder a las convocatorias de la policía. Benoît Hamon, tildado un tiempo de antiHollande
, no supo romper con el aparato de un partido desconsiderado y se estancó en los sondeos. Ni él ni Jean-Luc Mélenchon supieron encontrar un terreno para presentar una candidatura capaz de pasar a la segunda vuelta. Emmanuel Macron, recibiendo apoyos de miembros del gobierno actual, como también del centro y de la derecha, seguía con grandes mítines, sin dar a conocer un programa claro, sino las promesas de reformas rápidas, de corte liberal, tomadas por decreto.
Dos días antes de las votaciones, según las encuestas, en las que nadie cree pero que todos siguen consultando, Emmanuel Macron encabeza las intenciones de sufragio (24 por ciento), seguido por Marine Le Pen (22 por ciento). Muy cerca están François Fillon y Jean-Luc Mélenchon (19 por ciento cada uno). El candidato de Francia Insumisa, quien acaba de recibir el apoyo de Noam Chomsky, ha progresado en semanas recientes de manera espectacular, convirtiéndose en centro de interés mediático. Aparte de su novedosa estrategia de comunicación, ha desarollado círculos locales y regionales abiertos inspirándose en el movimiento Nuit Debout (iniciado en 2016, en contra de la ley del trabajo) y Podemos, cuyo dirigente, Pablo Iglesias, estuvo presente en el último acto de su campaña, y ha logrado de esa manera atraer nuevos sectores de la población, invitados a debatir y participar.
En el momento en que se escriben estas líneas es imposible decir quiénes, de los cuatro, se enfrentarán el 7 de mayo, pues siguen indecisos 40 por ciento de electores potenciales. Tampoco se sabe el impacto que tendrá el tiroteo en que murió anteayer un policía en París y el de las imágenes de los disturbios en Venezuela sobre un voto pro Mélenchon, acusado de querer ser el Hugo Chávez francés. Todo se jugará probablemente en muy pocas boletas. En junio próximo las elecciones legislativas serán la tercera vuelta de la elección presidencial, dando o no al presidente electo una mayoría sin la cual no podrá llevar a cabo su proyecto.