Pongámonos serios para discutir sobre los problemas nacionales.
Algunos teóricos dizque de la clase media y destacados políticos de centro han echado a correr la teoría de que corresponde ahora, y no correspondía antes, llegar a la gratuidad en la enseñanza universitaria. ¿Por qué? Según ellos porque sólo ahora Chile ha superado los 20 mil dólares per cápita, cifra mágica que abriría las puertas de la gratuidad…en el mundo occidental, capitalista y cristiano.
Con 5 mil (el ingreso per cápita con que terminó Aylwin) u 8 mil (el per cápita con que gobernó Lagos) no habría correspondido gratuidad. Menos con los 3 mil quinientos con que terminó Pinochet. Así se salvaron todos los que estuvieron en La Moneda después de Allende.
Sepultan así, además, la teoría de la actual Presidenta de la República y del movimiento social de 2011, que abrió las compuertas para la reconquista dela gratuidad, partiendo ella y ellos de que la educación no es un bien de consumo y sí es un derecho.
Soy testigo en el caso: yo estudié en el Instituto Nacional y en el Pedagógico, después en la Escuela de Derecho, de la Universidad de Chile, en los años 50 y 60 absolutamente gratis. Nadie se preguntaba en ese entonces cuánto era el per cápita de Chile, que era menor ¡a los mil dólares anuales! No soñábamos con 20 mil dólares anuales…en 60 años más, que es lo de hoy. Es como si hoy pensáramos en 500 mil dólares de per cápita ¡una locura!
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de después de la Segunda Guerra Mundial (hace 60 años), estableció, cuando ningún país del planeta tenía un per cápita de 20 mil dólares, que:
“La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”. (Art.26)
Con el argumento del per cápita de 20 mil dólares ¿cómo se explica que antes de 1973 y con un per cápita de menos de 3 mil dólares, la educación pública chilena fuese gratuita y el ingreso a la universidad sólo se midiera con los méritos de los estudiantes, sin considerar su bolsillo?
¿Cómo que, en todos los países del llamado socialismo real, la educación, en todos sus niveles, haya sido y sea (Cuba, por ejemplo, que tiene un pér cápita de 11 mil dólares y que en 1960 tenía uno de menos de mil) absolutamente gratis?
¿Cómo que el Estado de Bienestar europeo haya establecido tal derecho a la gratuidad desde hace decenios, cuando ni siquiera los estados nórdicos habían llegado al mítico 20 mil dólares per cápita? Ejemplo: la gratuidad en todos los niveles educativos se estableció en Suecia en el año 70, cuando el per cápita sueco era de 6.343 euros, unos 7 mil dólares. Sólo desde 1989 el per cápita sueco es superior a los 20 mil dólares.
Y, por cierto, la gratuidad de la enseñanza universitaria no sólo ha sido entre nosotros una conquista de la llamada “clase media”, que en su heterogeneidad es casi imposible de definir, sino de los estudiantes de más escasos recursos personales y familiares, los de familias de los últimos deciles, hijos e hijas de padres que están por debajo de ingresos de 700 dólares mensuales. Y no precisamente de una “clase” que poca conciencia tiene de su “para sí” sino de un movimiento social, mayoritariamente estudiantil (el de 2011) que fue dirigido por dirigentes de la izquierda universitaria que hoy militan en el PC, RD e Izquierda Autónoma.
No vanagloriemos más a “nuestra clase media” que, dada su amplitud económica y su heterogeneidad, es débil como clase en sí y no ha alcanzado a ser todavía una clase para sí.
En América del Sur, en Argentina, la gratuidad de la educación universitaria data del 22 de noviembre de 1949, hace 68 años, en el primer gobierno de Juan Domingo Perón.
En 2015 Argentina y Chile tenían un per cápita de 22 mil y 23 mil dólares respectivamente. Argentina, con una antigua gratuidad y Chile luchando por ella. ¿El per cápita?
La observación objetiva de los procesos socio-políticos enseña que la gratuidad o no gratuidad de la educación es, en primer término, una
decisión política, que se refleja después en todos los ámbitos.
Hoy mismo, los derechistas que resaltan el crecimiento económico, el PIB y el per cápita, a pesar de los casi 24 mil dólares chilenos, se juegan por no entregar una educación gratuita y por mantener, por sus negocios y sus ingresos, una educación de mercado, una educación como bien de consumo. Piñera fue uno de los primeros que vislumbró y escribió sobre ese negocio en EEUU, poco tiempo después del golpe de 1973.